ESCALERAS DE PORTUGALETE
Portugalete, Villa marinera que fuera amurallada, que miraba a la Ría desde la Torre del Coronel y el convento de santa Clara, que hacía de la necesidad, unas escaleras para huir de las cuestas empinadas que facilitaran llegar sin cansancio a la ermita del Santo Cristo, o al campo de la iglesia pasando por la plaza de la Villa.
Escaleras que llegaron para facilitar el acceso desde el mar a los caminos principales y desde el pueblo al mar, para suavizar el trabajo de sus gentes en las faenas marineras y en el transporte de mercancías.
Muchas de aquellas ya desaparecidas o sustituidas por accesos mecanizados, otras reformadas, pero en el mismo lugar en el que hace una centena de años encontraron su acomodo. Escaleras, al fin y al cabo, construcciones necesarias para comunicar espacios a diferentes alturas. Las más necesarias, las que comunican el mar con la tierra, abundantes y escasamente reconocidas, actrices secundarias de multitud de imágenes fotográficas.
De todas ellas, las que baña la Ría en Portugalete son mis preferidas, las que están o estaban desde el faro del Muelle de Hierro al Dique. El que uno haya gastado con toda probabilidad las tres cuartes partes de su vida, y una parte de ellas muy relacionada con el mar o su entorno, entre el recuerdo y el presente, son las escaleras, y su deterioro las que en esta ocasión me hacen sentir que la Vida Pasa.
Mi adolescencia, y la de mi generación portugaluja estuvo muy relacionada con el mar, con los baños en las escaleras de la Punta, los chicos a un lado, las chicas a otro. Del faro nadando hasta el puerto de Santurtzi, desde el dique hasta la Benedicta, con parada técnica en la boya del Americano. La salida desde las escaleras, porque tirarse de cabeza era un acto de hombría.
Escaleras, las mismas en las que esperaba a mi aita para marrar el bote de nombre “Los tres hermanos” cuando él venía de pescar. Mismo lugar donde su hermano Miguel encontró la muerte accidental o intencionada en un mal resbalón cuando iba a subir a su casa flotante. Escaleras del Dique y de la Punta, lugares idóneos para le pesca de karramarros.
Escaleras del Muelle de Hierro, cómplices y testigos mudos de amores desatados. Escaleras necesarias en el Bote, tránsito necesario para alcanzar la otra orilla, Las Arenas. Escaleras del muelle desde donde se lanzaban las cañas en busca de la mejor mojarra o lubina, escaleras, principio y final para llegar o volver, a mí, los recuerdos.
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales