TOMÁS ARRIGUNAGA ACHONDO
Tomás Arrigunaga, o (Arregunaga)
Achondo, personaje histórico y escasamente reconocido en la Villa, nace en
Portugalete el 17 de mayo de 1760. Su fallecimiento acontece en la población de
Salta, (Argentina) en el año 1841.
Sus padres fueron: Sebastián
Arrigunaga Zubiaga, (Getxo, 16/05/1711), y Ana Bautista Achondo Arteaga,
(Getxo, 24/4/1723), este matrimonio se realizó en Getxo el 2 de febrero de 1747.
Además de Tomás este matrimonio tuvo al menos otros tres hijos: Juan Antonio,
(Getxo, 9/11/1751), Josefa Ignacia, (Portugalete, 26/10/1756) y María Antonia,
(Portugalete, (8/5/1759).
Sus Abuelos paternos fueron: Domingo
Arrigunaga Gana y Úrsula Zubiaga López de la Torre y los maternos: Juan
Bautista Achondo Menchaca y María Simona Arteaga Basagoiti.
Se casa Tomás en la población de
Salta (Argentina), el 10 de marzo de 1786 con Eulalia Ruiz-Carajabal Gómez.
Esta era hija de Antonio Ruiz-Carajabal y Diez Ibáñez, rico comerciante natural
de Cádiz y de María Cecilia Gómez Gallardo, natural de Salta.
Según consta en las actas de la XI reunión
de Genealogía, celebrado en Santiago
de Compostela, del 10 al 14 de setiembre del año 2002, Tomás Arrigunaga Achondo,
firmaba como “Archondo”, apellido que adoptarían sus descendientes.
“Tomás, fue un militar y administrador colonial, que
ejerció como gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán poco antes de la
Revolución de Mayo, a la que se opuso tenazmente junto a otras familias
salteñas.
Llegó a Buenos Aires en 1776, con la expedición del primer
virrey del Río de la Plata, Pedro de Ceballos. Lo hizo con el grado de mayor
del Regimiento Fijo de Infantería de Buenos Aires.
A fines del siglo XVIII fue enviado con una fracción de
ese regimiento a la ciudad de Salta, donde se afincó y formó su familia. Fue
por tres veces alcalde del cabildo de la ciudad, en el que también ocupó varios
otros cargos. A principios del siglo XIX fue comandante del batallón en Salta
del Regimiento Fijo. En 1780 tomó parte en la campaña contra
Tupac Amaru, sublevado contra la corona española. Fue coronel del cuerpo de Cántabros
del ejército realista.
En 1807 fue designado gobernador de la Intendencia de
Salta del Tucumán. Para la segunda invasión inglesa envió a Buenos Aires
abundantes medios para la defensa del Río de la Plata, entre ellos gran
cantidad de pólvora, plomo y dinero, pero en 1808 fue reemplazado por José de
Medeiros.
En 1810, al llegar la noticia de la Revolución de Mayo,
apoyó la causa realista; convenció al gobernador Nicolás Severo de Isasmendi,
que en un principio se había pronunciado a favor de la Primera Junta de
gobierno, de oponerse a la misma. Fue arrestado por su fidelidad al rey de
España y por eso el vocal Juan José Castelli consideró la posibilidad de
fusilarlo.
Al producirse la ocupación de Salta por el ejército
realista de Pío Tristán, Arrigunaga aportó ganado y auxilios económicos,
colaborando en el avance hacia San Miguel de Tucumán.
Después de la Batalla de Tucumán, la ciudad de Salta fue
brevemente ocupada por una avanzada patriota y Arrigunaga fue arrestado y una
parte de sus bienes incautados. Dicen que ofreció tal resistencia física que
fue imposible trasladarlo a Tucumán. Aquí ayudó económicamente y organizó el
servicio médico a los realistas en la Batalla de Salta.
Y cuando triunfó Manuel Belgrano y la ciudad quedó en
manos patriotas, ocultó en su casa al obispo Nicolás Videla del Pino, naciendo
entonces la leyenda del tapado.
Dicen que como don Tomás se negó a prestar juramento de no
volver a levantarse en armas contra los patriotas, condición impuesta por
Belgrano a Tristán para dejarlo volver al Alto Perú, no fue autorizado a dejar
Salta. De todos modos, más tarde huyó, se incorporó al ejército realista de la
Pezuela y participó de la Batalla de Sipe Sipe, o de Amiraya donde cayó
derrotado José Rondeau.
En el Alto Perú, Arrigunaga y Archondo ocupó varios cargos
en la administración colonial, tanto en Potosí como en el departamento de
Cinti.
Los patriotas mostraban asombro ante la firmeza en su
posición realista, como la indulgencia que mostraba con los vencidos, después
de haber abandonado todos sus bienes en Salta.
Al final de la guerra de la independencia solicitó al
gobierno de Bolívar el pago por sus servicios militares y civiles y de los
préstamos que había hecho al ejército realista. El reclamo fue rechazado, pero
insistió, esta vez ante el gobierno de España.
Regresó a Salta alrededor de 1830, dedicándose desde entonces
a tratar de recuperar sus bienes perdidos. Logró, al menos, la devolución de
sus bienes inmuebles, entre ellos la casona de Caseros y Alberdi, que más tarde
vendió para llevar adelante obras piadosas en la Catedral de Salta.
Murió en Salta en 1841 y fue sepultado en esa Catedral
(vieja), al pie del Señor del Milagro”. (Luis Borelli, “El Tribuno” periódico
argentino, 9 de abril 2016).
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales