BATALLONES DE TRABAJADORES EN BERA
Gracias a la labor de investigación realizado entre otros por Edurne
Beaumont y Fernando Mendiola, integrantes del colectivo Memoriaren Bideak, y
autores del libro “Esclavos del franquismo en el Pirineo” me ha permitido dar
contenido escrito al archivo fotográfico que hacía tiempo tenía ultimado sobre
los nidos de ametralladoras, refugios y búnkeres que existen en Bera y que
continúan a lo largo de todo el Pirineo.
En estos momentos la cantidad de edificaciones militares de Bera,
construidas entre los años 1939-1942, que tengo documentadas ascienden a 140, y
teniendo en cuenta la desaparición de varias de ellas, más otras que aún no he
localizado, esta cantidad pudiera ser ampliamente superable, cantidad
considerable que reflejaba el temor de los franquistas a una invasión militar
aliada contra el gobierno incipiente de Franco.
Quizás la intentona revolucionaria por Bera del año 1924, había dejado
secuelas en los temores militares y por ello esta desproporción en la
construcción tantos nidos de ametralladores y búnkeres en los caminos principales
vecinales. También quizás por ser el primero de la frontera con Francia y
refugio de excombatientes republicanos, este pueblo sea el que mayor densidad
de construcciones militares posea de toda la frontera pirenaica. De todas las
maneras esto no evitó ni impidió que Bera, sirviera de paso una vez más en el
intento republicano de los maquis para derrocar al régimen franquista en
octubre de 1944.
Estas fortificaciones encontradas en
Bera, que se suceden a lo largo toda la frontera con el país vecino, nacen como
un intento de impermeabilización de los Pirineos ante una amenaza del exterior.
Sus inicios datan de junio del año 1939 y terminan fundamentalmente a finales
del año 1944, cuando esta amenaza disminuye. El conjunto de estas
construcciones constituyen lo que se denomina “Línea P”, abreviatura de
Pirineos, también conocida por Línea Pérez o Línea Gutiérrez.
A finales del año 1939 el gobierno redactó una Memoria titulada,
“Organización Defensiva de la zona fronteriza entre Guipúzcoa y Navarra, (J.
Antonio Sáenz, la fortificación “Vallespín en el alto de Gaintxurizketa), que
refiriéndose a las fortificaciones destaca:
“… no sean visibles de la observación enemiga, colocándolos por consiguiente
con preferencia en los valles, linderos de bosques, en contra-pendiente, en una
palabra, de manera tal que su existencia sea siempre una sorpresa para el
enemigo. Los valles de pequeña extensión… se cubrirán con tres obras de esta
clase, dos de flanco y una en el fondo, flanqueándose mutuamente, para lo cual
los nidos de ametralladora se llevarán a lugares oportunos para batir con más
eficacia toda la superficie del valle citado. La obra de fondo a que nos
referimos debe colocarse en el punto aproximado de origen de aguas, que será el
más elevado del valle…
Cada grupo defensivo así formado, habrá que unirlo con los grupos
inmediatos por medio de alguna obra que será más visible, dentro de la
configuración general del terreno, pero que podrá disimularse en cualquier
accidente topográfico o del arbolado o de cualquier otra circunstancia que se
presenta. En estos grupos de obra que serán cubiertas por otras antitanque… que
tirarán precisamente de flanco, sobre puntos de paso obligado, para conservar
la superioridad de tiro sobre los tanques. Por consiguiente el costado de las
obras que mira hacia el frente enemigo será siempre muerto para el fuego, y
completamente protegido bien por el propio terreno, bien por el espesor de muro
de hormigón reforzado…
…Todas las comunicaciones entre las obras serán subterráneas, y
perfectamente transitables por el tráfico a pie, y de tal manera concebidas que
resulten las obras verdaderas chimeneas de ventilación de las citadas galerías…
…Toda esta organización, cubrirá los puestos de mando a prueba, de
Compañía, Batallón, etc. con local adicional para teléfonos sin hilos la línea
de observatorio. Esta línea de observatorio será la que en realidad marque el
tránsito de la zona de vanguardia a la zona principal…”
En Navarra uno de los responsables militares encargado de la defensa de la
zona, fue el general Juan Petrirena Urrucoechea, ayudado por algunos
comandantes que una vida después alcanzaron celebridad, como Aramburu Topete.
La construcción de cada uno de los búnker, costaba en aquellas fechas alrededor
de unas 25.000 de las antiguas pesetas, siendo el cemento necesario para su
construcción procedente de la constructora cementera ABC, la cual se abastecía
a su vez de soldados trabajadores. El cemento se distribuía mediante el tren de
vía estrecha y repartida con carros de bueyes o camiones según la posición de
la defensa. Esto posibilitaba un potencial mercado negro en este trasiego de
material.
A partir de 1944 los Batallones de Montaña, fueron las unidades militares
que ocuparon estas fortificaciones. Entre ellos destacan: Colón XIV, Montejurra
XX, Sicilia XXII, etc. Y por primera vez las plantillas de oficiales se vieron
reforzadas por alféreces universitarios. El acuartelamiento de Irún contaba en
aquel entonces con 1200 soldados, bastantes de ellos veteranos de la División
Azul, apoyados por guardias civiles, carabineros y policías armados.
No ha sido hasta la lectura de varios trabajos publicados sobre los
Batallones de Trabajo, cuando me he preocupado por quienes y el porqué de su
construcción, además de reconocer que hasta hace un par de años era uno entre
tantos que caminando por los alrededores de Bera, poca importancia le daba a
las infraestructuras realizadas por presos o prisioneros del franquismo. Por eso
quiero comentar este artículo pidiéndoles prestado el comienzo del prólogo del
libro mencionado anteriormente, “Con el trabajo, el Pan y la Justicia de la
Patria, poco a poco van los prisioneros reconstruyendo lo que ellos mismos
deshicieron antes con la dinamita”. Frase que resume una realidad sobre la
explotación laboral de la mano de obra prisionera y reclusa durante los
primeros años del franquismo, y porque “los recuerdos de los que sufrieron la
derrota y la represión durante la posguerra se hallan envueltos en la oscuridad
y el silencio”.
Fundamentalmente este trabajo, pretende rendir un homenaje hacia aquellos
que por perder la guerra se vieron obligados a servir a la Patria, en forma de
esclavitud, humillación y hambre, y en Bera como en muchos otros pueblos de
España se dieron estas circunstancias. Así como referenciar ese otro tipo de
represión franquista hacia los perdedores de la guerra, una vez que las cunetas
se llenaron de cadáveres y los militares franquistas tuvieran que adoptar otro
tipo de terror. La miseria, el hambre, el frio, la dureza del trabajo y la
falta de sanidad es una constante en todos los relatos de aquellos que
supervivieron a los batallones disciplinarios. Fue un castigo político para los
prisioneros de guerra o para los jóvenes que una vez terminada la guerra
tuvieron que repetir sus años de mili con el ejército franquista.
De los testimonios que quedan recogidos a los supervivientes de estos
batallones, la referencia al hambre es constante, y coincidente entre los
prisioneros y los habitantes de los pueblos. Un caldo de café, un cocido y un
chusco de pan para todo un día de trabajo físico continuo era todo el sustento
alimenticio. El frío que en el invierno era imposible evitar dentro de los
barracones de madera, piedra y chapa, así como la falta de condiciones
higiénicas (ausencia de limpieza, piojos, enfermedades…) y según testimonios,
incluso la humillación de tener que realizar en el cacillo personal de la
comida las necesidades nocturnas, hacían de la supervivencia una resistencia.
Para evitar esta situación de debilidad y de miseria, la mayoría de los
presos realizaban denodados esfuerzos en conseguir comida, la mayoría de los
casos con robos en las huertas, en las cuadras de los animales, robándoles sus
propias comidas, la venta de cemento y gasolina, o intercambiando herramientas
o cualquier otro instrumento con los vecinos del pueblo, en el más puro
trueque.
En la construcción de las fortificaciones de la frontera y carreteras
principales y vecinales de Bera estuvieron los Batallones de Trabajadores,
(BBTT) 107 y 14 y los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores,
(BDST) 6 y 13. Cada uno de estos batallones tenía un número de prisioneros que
oscilaba por lo general entre 500 y 600 miembros, aunque el número total de
afectados entre los años 1939 – 1942, rondarían los 25oo militares entre
soldados y oficiales. En Bera el principal acuartelamiento estaba en Ibardin,
aunque había también militares destacados en Kaule, Ameltziaga, en Ola, etc.
De los datos conocidos y recogidos del Archivo Municipal de Lesaka, sabemos
que el BDST 14 de Lesaka, tenía 706 miembros, de ellos 25 eran oficiales
militares, 105 escoltas y 576 soldados disciplinarios, lo cual nos una idea y
aproximación de la composición del resto de batallones. En el AM de Baztan
también podemos encontrar datos de la composición de estos Batallones de
Trabajadores en Irurita.
Los Batallones de Trabajadores, (BBTT), surgen ante una necesidad de las
tropas franquistas sublevadas, de dar una salida y aprovechamiento a los
prisioneros de guerra a partir del año 1937, en forma de realizar trabajos
forzados en favor del régimen en zonas liberadas. Los llamados Batallones de
Trabajadores funcionaron entre 1937 y 1940 y entre otras cuestiones sirvieron
dentro de un sistema de redención de penas por el trabajo, un sistema que
permitía una reducción de condena en función del tiempo trabajado. Estuvieron
obligados sobre todo a realizar obras tanto civiles como militares: puentes,
carreteras, ferrocarriles, defensas, aeropuertos, etc.
El paso previo a los BBTT hasta el año 1940, eran los campos de
concentración, lugares donde eran trasladaos los prisioneros, para que una vez
sido recalificados según sean: prisioneros adictos al régimen, prisioneros que
participaron voluntariamente en la guerra, jefes y oficiales, o individuos que
aparezcan como presuntos delincuentes, fueran distribuidos en la reorganización
de los diferentes batallones.
A finales del año 1939, se crea la Jefatura de Campos de Concentración y
Batallones Disciplinarios, con la intención de alargar la vida de concentración
más allá del periodo bélico, una vez que había acabado la contienda ese mismo
año. Así el Ministerio del Ejército en diciembre del 1939 establece una Orden
que en resumen ordena cumplir el servicio militar a aquellos jóvenes que ya lo
habían cumplido en el ejército republicano, con una doble intención. Mantener
alistados los reemplazos que estaban haciendo la mili, (entonces duraba al
menos tres años), incrementar el número de soldados y controlar a personas
sospechosas, y por ello se mantiene un sistema de clasificación personal en
base a su ideología política, el cuya labor los ayuntamientos tuvieron una gran
responsabilidad.
Los jóvenes que alimentaron los Batallones Disciplinarios de Soldados
Trabajadores, (BDST) a partir del año 1940, lo fueron principalmente por su
carácter político, formando parte del servicio militar especial para los
declarados desafectos al régimen y comprendidos entre las quintas 1936-1941,
sin olvidar a los presos que fueron puestos en libertad condicional a mediados
de 1940, y que directamente ingresaron en estos batallones. Su trabajo
consistió principalmente en labores de infraestructura militar como:
fortificaciones, búnkeres, nidos de ametralladoras, carreteras…. A todas luces,
aplicación de un castigo político en situación de cautividad y con privación de
libertad. Estos batallones tuvieron una duración hasta el año 1944, salvo los
BDST (penados) que hicieron su desaparición en el año 1948. Entre una u otra
cuestión hubo trabajadores militares que su periodo militar alcanzó los siete
años.
Estos jóvenes, aunque no eran presos formalmente, al no haber estado
acusados de delito alguno, ni procesados penalmente, tampoco se les podía
considerar como soldados de quintas, puesto que el reglamento que se aplicó a
los miembros del BBTT, se mantuvo para ellos.
Los batallones de trabajadores forzados, BBTT y BDST, formaron parte de la
represión franquista durante y después de la guerra civil española, que con un
claro componente de venganza de castigo hacia los que se había opuesto a la
sublevación de 1936, con el ánimo de demostrar cuál sería su lugar en la nueva
España.
Rosendo Iturmendi, oñatiarra que en su día fue integrante de varios
batallones y que estuvo en Lesaka en el BDST 6, recuerda una, entre las frases
que algunos oficiales les dirigían: “ sois las mulas de España”, con la que se
resumía su situación y su misión en los tiempos de trabajos forzosos. La
amenaza constante de que algo peor podía suceder en caso de desobediencia,
estaba en todo momento presente en la vida de estos represaliados políticos. El
trabajar con sacos de piedras atados con alambres a la espalda, castigo militar
muy generalizado, exportado según parece por la Legión, los golpes y los
latigazos, estuvieron presentes en los batallones de trabajo, y fueron parte de
las amenazas con las que los franquistas pretendían conseguir un comportamiento
disciplinado y sumiso de los reclusos.
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales
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