LANCHA “EL GALLO,” NAUFRAGIO
En el mismo mes y año, febrero de
1880 que salen a concurso la construcción del Muelle de Hierro y el dragado de
la ría y con ello tratar de evitar el alto índice de naufragios en la barra de
la ría, un accidente marítimo con muertos, vino a poner de relieve la urgencia del
inicio de las obras, para así poder paliar y reducir dichos accidentes.
Durante dicho mes de febrero hubo un temporal
de tal envergadura que obligó a tener amarrados “en la ría de Bilbao es decir en la extensión que abarca desde Olaveaga
hasta Portugalete 210 embarcaciones de todas clases, a saber 106 vapores
ingleses, 24 españoles, 9 franceses,2 holandeses, 2 belgas, 2 noruegos, 1
alemán, y 1 de Dinamarca. Total 147 vapores, que sumados con los 63 buques de
vela de distintas nacionalidades hacen las 210 embarcaciones citadas.
De tal manera era el temporal,
que según recoge el diario El Noticiero Bilbaíno se hicieron las siguientes consideraciones. Parece imposible, pero sin embargo es una
verdad, en la ría de la importancia de la de Bilbao apenas hay boyas ni cañones
en los muelles para amarrar los buques. Así sucede que en días huracanados como
los de esta semana, hayan sido arrancados grandes trozos de pretil de los
muelles en los cuales se hallaban amarrados los vapores, urge, por tanto, que
se coloquen cañones y boyas para evitar siniestros.
La siguiente, es la
carta que Ricardo Vildosola envía al periódico El Noticiero Bilbaíno, en
representación de la cofradía de Santurce en la que relata los hechos del
naufragio de la lancha “El Gallo”, sucedido el 16 de febrero de 1880 a la altura de Muskiz.
Sr. director de EL Noticiero
Bilbaíno.
Muy señor mío, muy dolorosamente me es el
tener que participarle a V. de la triste desgracia del náufrago de la lancha de
la matrícula de este puerto titulada” EL Gallo”, que como otras de esta
cofradía se dedicaba a la penosa navegación y ejercicio de abordar buques que
se dirigen a la barra y ría de esa villa.
Esta lancha nombrada como he
dicho «El Gallo», ha salido de este puerto hoy a las cinco de la mañana,
tripulada con once robustos y fuertes marineros de este pueblo, gobernada y
patroneada por su dueño y práctico lemán de barra el inteligente y valiente
marino D. Clemente de Ostria, la que a las siete y media de la mañana hallándose en esta abra a la altura de
Musquez y Ontón y a distancia de tres millas de tierra, ha naufragado, quedando
aquellos once infelices asidos y de mala manera a la lancha que acababa de
zozobrar, sin que nadie fuera testigo de esta terrible desgracia, más que un
joven que de un monte entre Ontón y Musquez pudo verlo.
El joven Inmediatamente se
dirigió al puerto de Poveña dando noticia de aquel siniestro, y en el momento
cuatro hombres intrépidos de aquel puerto echaron al mar desde el embarcadero
construido por el señor Mac-Lennan y compañía, un bote pequeño que por
casualidad encontraron. Pero en el trayecto a distancia que recorrían, el
bote hacía muchísima agua al llegar
donde estaban los desamparados náufragos, ya aquella pequeña embarcación apenas
era suficiente para aguantar a los cuatro marineros, que con tan buenos deseos
habían salido a salvar a sus compañeros, circunstancia que dolorosamente les
obligó a desistir de tomar ninguno a su bordo, y solamente pudieron dirigirles
algunas palabras de consuelo y promesa
de que avisarían al puerto de Ciérvana para que fueran a salvarlos.
En este momento hubo escenas desgarradoras
para unos y otros; pero el intrépido y animoso practico D. Clemente de Ostria.
que tan cerca tenía el fin de su vida, dijo a todos sus tripulantes: «ánimo,
muchachos que ya aguantaremos hasta que se avise y nos vengan a recoger».
Dicho esto, el bote con los hombres volvió a
Poveña, pero al poco tiempo uno de los muchachos de la lancha dijo a los demás:
«y marcharé en el bote para sí puedo, avisar en tierra.» Dicho esto, se arrojó
al mar, y dirigiéndose a nado a aquel bote que viendo los que le tripulaban tan
denodado arresto, le esperaron y recibieron a su bordo, marchando como mejor
pudieron al mismo punto de Poveña. Inmediatamente que saltaron a tierra,
avisaron al puerto de Ciérvana de la desgracia ocurrida; y como en este puerto
sí hallaran otras dos lanchas de esta misma cofradía de Santurce se lanzaron al
mar con la precipitación y rapidez del rayo buscando a sus hermanos náufragos
en el océano del mar, y que en aquel instante luchaban con la agonía desgarradora de la muerte: así fue, avistaron
la lancha náufraga, se acercaron a ella; pero ¡oh! dolor solo vieron en ella un
solo hombre y desaparecieron otros dos en aquel terrible lance en los abismos
del mar, sin que sus esfuerzos
consiguieran más que salvar la vida del que presenció la muerte de todos sus
nueve compañeros de infortunio, y no pudiendo hacer más que recoger aquel
hombre y lancha náufraga, volvieron al puerto de Ciérvana, en el que prestaron
los auxilios necesarios a aquel desdichado que la Providencia había salvado.
Entre los once tripulantes había dos muchachos
de corta edad que fueron sostenidos en un principio por el valeroso práctico y
patrón de aquella lancha D. Clemente de Ostria. hasta tanto que se le agotaron
sus tuerzas, sumergiéndose aquellas tiernas criaturas para no volver aparecer, a los pocos minutos sucedió lo mismo con su protector poco antes, el
sr. Ostria, que sin duda cansadísimo, desfallecido y sin fuerzas, también se
sumergió; esto mismo ocurrió con cuatro hermanos,
que uno a otro se sostenían pereciendo dos de ellos después de haberse
auxiliado hasta el último, siendo uno de ellos el salvado por la lancha que
salió de Ciérvana; este tenía agarrado al otro hermano hasta casi acercarse la
misma lancha a quien debe su existencia, pero falleció en sus mismas manos.
Los nombres de los que
tripulaban aquella lancha y se han ahogado, con los dos que se han salvado son:
el dicho
D. Clemente de Ostria, casado, que
deja a su viuda v tres hijos.
D. Raimundo Hormaechea, soltero.
D. Antonio Urioste, casado, deja su
viuda con tres hijos.
D. Pedro Ruiz, casado, deja su viuda en cinta
v una hija.
D. Juan Beraza, soltero, y su
hermano.
D. Matías Beraza, también soltero.
D. Matías Beraza, también soltero.
D. Manuel Loredo. Deja su viuda
en cinta y un hijo.
D. Juan Landeta, casado, deja su viuda y un
hijo.
D. Ramón Rivas, soltero.
D. Telesforo Martínez, que fue el
salvado en el bote, soltero.
D. Ángel Hormaechea, soltero,
salvado en la lancha.
Nada digo a V. del llanto y luto de que se
halla revestido en tan triste momento este pueblo; así es que el Ayuntamiento
se ha reunido en el acto y ha hecho comparecer al seno del mismo a los pocos
particulares que nos encontramos en este puerto, para proporcionar algún
pequeño medio de enjugar tan abundan es lágrimas de estas nueve familias que
han quedado en la orfandad, resultando de esta reunión el que el municipio
contribuya de los fondos destinados a calamidades públicas, con dos mil reales,
y que abierta una suscripción por los concurrentes haya dado un resultado de
seis mil trescientos diez reales, acordándose al mismo tiempo nombrar una Junta
y una Comisión del seno de la misma para tratar con las autoridades superiores de esa villa y esas redacciones de
periódicos afín de llegar medios conque poder socorrer en lo posible a tanta
desgracia .
El práctico que se ha
desgraciado, D. Clemente de Ostria, era uno de los más queridos de las tres
Cofradías de Portugalete, Algorta y esta de Santurce y muy apreciado por todos
los capitanes, no solamente españoles sino extranjeros que atravesaban la barra
y ría, y en particular de los ingleses, pues poseía su idioma como si él
también hubiera sido inglés. Estuvo embarcado en el vapor Dalia, inglés, más de
dos meses, o Ínterin permaneció en esta costa extendiendo el cable submarino o
telégrafo.
Otra desgracia por el estilo de
la que tengo el disgusto de anunciarle, sucedió el 16 de agosto de 1874, con la
lancha de este puerto nombrada Tía y Sobrino, su patrón D. Leonardo Landeta que
también pereció con otros ocho tripulantes.
Si al insertar en su apreciable periódico la
desgracia sucedida en este puerto tuviera a bien y le fuera posible abrir en
las columnas del mismo, una suscripción en favor de estas viudas y huérfanas llamando
la atención de ese bondadoso y caritativo sin igual pueblo, se lo agradecería
en el alma en nombre de las nueve infelices familias, y por ello se atreve a
darle las gracias su afectísimo S. s. q. s. m. b.,
Aurelio Gutiérrez
Martín de Vidales
Una noticia muy impactante.
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