SEVERINO ACHUCARRO
Y EL PALACIO LUCAS URQUIJO
HOTEL
PALACIO DE ORIOL
A raíz del fallecimiento del
arquitecto Severino Achúcarro (Bilbao 1841, París noviembre de 1910), el
periodista P. de Alzola publicó en la revista Arquitectura y Construcción con
fecha de noviembre de 1910 el artículo que sigue a continuación y que está reproducido en la BNE. Este artículo
reportaje estuvo acompañado con imágenes del edificio que Achúcharro proyectó
para Lucas Urquijo y Urrutia en el año 1902 y de las cuales dejo constancia.
Posteriormente, cuando su hija,
Catalina de Urquijo y Murga se casa con José Luis Oriol y Uriguen, y toman el
palacio como su residencia, es cuando este sería conocido como Palacio de Oriol.
He querido ampliar este artículo
con imágenes y diferentes detalles actuales de este edificio tan singular, una
vez convertido en el hotel Palacio de Oriol.
“Ha producido profunda
impresión en Bilbao la inesperada noticia del fallecimiento del ilustre
arquitecto, ocurrido en París.
Hallábase retirado del
ejercicio de su profesión, residiendo generalmente en la Ville Lumiere, cuya intensa vida artística
constituía el ambiente más propicio para el temperamento escogido del conspicuo
bilbaíno; pero ha dejado una estela tan brillante en su pueblo natal, que los
deberes más rudimentarios de justicia y de reconocimiento exigen el recuerdo de
sus obras para los contemporáneos ya escasos, y el ejemplo para
la juventud, de una
vida fructífera y laboriosa, consagrada con verdadero éxito al progreso y
embellecimiento de la capital y de varios pueblos de Vizcaya.
Al término de sus
estudios, que realizara en la Escuela de. Madrid, se instaló en Bilbao en el
año 1866, siendo aquella época poco adecuada para que el aventajado arquitecto
pudiera lucir las galas de su fantasía.
La villa invicta se
encontraba constreñida en su estrecho recinto, hallándose encerrada en el
anticuado molde, sin espacio para la expansión ya iniciada desde que, gracias
al esfuerzo gigantesco de aquella generación, se abrió al tránsito público la
línea férrea de Tudela a Bilbao, mensajera del futuro progreso del país.
No obstante, anunciado
el certamen para un proyecto de un Asilo benéfico, que había de emplazarse en
el solar del derruido Convento de San Agustín, en donde se levanta,
actualmente, el Consistorio bilbaíno, alcanzó el señor Achúcarro el primer
premio, afirmándose con aquel galardón, ganado en porfiada lucha, la reputación
que alcanzara en el período escolar.
Pero la Revolución de
septiembre de 1868 desencadenó las pasiones políticas y trajo, como secuela,
una era de turbulencias que se prolongó hasta la Restauración verificada ocho
años después, y, como fuera Bilbao uno de los focos más señalados de aquellas
porfiadas luchas, sucedieron las épicas hazañas a los beneficios imponderables
del sosiego público, y las energías juveniles de nuestro biografiado cambiaron
de rumbo, afiliándose con ardimiento a la defensa de las libertades públicas.
En el Cuerpo de Auxiliares, en las obras de defensa cuando se acercaba el cerco
de la villa, y en el Ayuntamiento de Bilbao, presidido por don Felipe de
Uhagón, durante el período aciago del bombardeo, se señaló Achúcarro como
hombre de temple de acero; cooperando después del levantamiento del sitio a
restañar las heridas ya salvar al Municipio de la ruina, hasta que hicieran
entrega al nuevo Ayuntamiento constituido en 1º de abril de 1877.
A la tempestad sucedió
la calma, y comenzó entonces, con la construcción de las obras
del Ensanche, recibidas
con no poca hostilidad, el desarrollo de las explotaciones mineras y el
comienzo de la era industrial, el período espléndido de resurgimiento de
Bilbao, que duró unos 25 años, durante el cual cambió radicalmente y en todos
sus aspectos la fisonomía de la vieja villa, transformándose en una urbe
moderna y adelantada, para honra de Vasconia y de España.
En este largo lapso, encontrase
Achúcarro en excelentes condiciones para constituirse en uno de los factores
más señalados en la obra fecunda de desenvolvimiento, debido al intenso grado
de prosperidad que alcanzó Vizcaya con aquella sacudida, en el tránsito del
antiguo estancamiento a una vida lozana y exuberante.
Había colaborado el
notable arquitecto con el autor de estas líneas y el señor Hoflmeyer, al
estudio del Proyecto de Ensanche de Bilbao, en donde encontrara más adelante
amplio campo a sus notables edificaciones, que se extendieron simultáneamente
por toda la provincia. Construyó la elegante torre de la Basílica de Santiago,
con la portada y el retablo principal; el edificio de El Sitio en la calle de Bidebarrieta, con su grandioso salón de
Fiestas; dirigió las ampliaciones del Banco de Bilbao; la hermosa fachada de la
Estación del ferrocarril de Santander; el Hotel Terminiis, convertido después en oficinas de La Aurora; el edificio en donde están
instalados en la Alameda de Mazarredo el Gobierno civil y las Oficinas de
Correos y Telégrafos; el Asilo de Huérfanos y la Escuela de Ingenieros
Industriales; varias hermosas casas y hoteles
o palacetes en la Gran Vía, Plaza de Trueba, la Alameda de Urquijo,
calle de Ercilla, el Arenal, el Campo de Volantín, etcétera. Las obras se
extendieron a Bermeo, en donde erigió el Casino y el Manicomio; a Valmaseda,
Baracaldo, Deusto, Algorta, Las Arenas, Portugalete, señalándose allí el palacio de don Lucas de Urquijo, por
su magnificencia, y la fama se extendió a Santander y otras localidades.
La característica de
sus obras consiste en cierta sobriedad exornada con un escogido arte
decorativo, de sabor clásico y lleno de vigor, como fruto del gusto depurado en
sus largos viajes por las principales naciones extranjeras. Si hubo entre sus
colegas contemporáneos algunos otros dotados también de renombre, nadie realizó
en aquel cuarto de siglo una obra comparable por su extensión e importancia a
la de Achúcarro, quien al desaparecer del mundo de los vivos deja en Bilbao y
sus contornos una memoria imperecedera, habiendo contribuido con eficacia a comunicar
a los nuevos barrios de esta villa los caracteres de las ciudades modernas.
La gran reputación que
gozara en el campo del Arte se hizo ostensible, designándole para Jurado en
diversas Exposiciones, Académico correspondiente de San Fernando, Vocal de la
Comisión de Monumentos de Vizcaya, presidente del Centro de Arquitectos y otras
distinciones.
Descanse en paz el esclarecido
arquitecto, cuya labor fecunda es, por fortuna, de las que no borra la acción
del tiempo. Contribuyó eficazmente a combatir, con el ejemplo, la vulgaridad,
entonces extendida á no pocas edificaciones de Bilbao, dejando abierto un surco
que siguen con brío varios arquitectos jóvenes, llamados no sólo al
perfeccionamiento sucesivo del arte arquitectónico, sino a laborar afanosos
para que las industrias decorativas de la villa se inspiren en escogidos
modelos y nos emancipemos de la bochornosa tutela extranjera, aun para los
objetos más comunes en la exornación y mobiliario de las casas.
A sus hermanos, sobrinos
y parientes enviamos el testimonio de nuestra pena, asociándonos a su profunda
aflicción por la pérdida del buen amigo, que reunía a la capacidad profesional
altas cualidades de rectitud, moralidad y valor cívico, y Bilbao demostrará
seguramente, al recibir sus restos mortales, la estimación que le profesaba como
a uno de sus hijos preclaros.”
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales