NAUFRAGIO
EN EL ABRA
FRAGATA SANTA ANA, AÑO 1814
Que el Consulado de Bilbao,
(Universidad y Casa de Contratación de Bilbao creado en el año 1511), a través
de la aplicación de sus Ordenanzas tuviera que intervenir de oficio en el
naufragio de la fragata “Santa Ana, alías la Estrella”, en las inmediaciones de
la Barra de Portugalete, jurisdicción de Algorta, posibilitó que hoy en día se
puedan consultar todos los expedientes relativos a cómo y que sucedió en el
naufragio de la fragata y con sus mercancías.
Además, gracias al poder disponer
de primera mano del testimonio del vecino de Portugalete, Manuel Calvo Garaboa,
capitán de la fragata “Santa Ana”, con su tripulación: Piloto; Juan Antonio de Urresti, Contramaestre; Pedro Barello,
Marineros: Josef Garmendia, Josef Francisco, Manuel Luis, Josef Canedo, Felipe
Acosta, Bautista de Arrigunaga, Felipe de Goytia, Luis de Zabala, Ángel Alonso,
Juan Concha, Mozos: Juan Domingo Martínez, Josef Moreno, Paje; Guillermo
Maestre, este hecho en sí, supone uno de los primeros relatos conocidos
sobre naufragios en el ”Abra”. BFAH/AHFB, JCR2150/004 y 0643/013
“En
esta Anteiglesia de Guecho y paraje de las Arenas, siendo las doce horas
de este
día veinte de enero de mil ochocientos catorce ante Su Señoría el Señor
D. Martín Joseph de Roncal, primer Cónsul de la Universidad y Casa de contratación
de la Noble villa de Bilbao, y por testimonio de mí el Escribano Real de su
Majestad público del número de ella, pareció D. Matías Calbo, capitán de la
fragata nombrada Santa Ana, y expuso que mediante la desgracia que la ha
acontecido quería formalmente causar la protesta de mar, consecuente para los
efectos que haya lugar, y consiguiente S.S. dicho Señor Cónsul teniendo
juramentos, que lo hizo cumplidamente, dijo que él ofreció decir la verdad y
dijo que habiendo salido desde Londres
con dicha su fragata bien carenada y preparada de jarcia velamen y demás el día
veinte y siete de noviembre último a las siete y media horas de la mañana con
destino al puerto Ribadeo y de Santander, convoyado de una fragata de la armada
británica, desde Dover al puerto de Portsmouth, en una travesía
desapareció el buque convoyador con ocasión de la oscuridad de la noche.
Llegó
finalmente a este último puerto, de donde sí hizo a la vela el día doce de
diciembre del propio año a las diez y media horas de la mañana, convoyado de un
navío de guerra de aquella nación que montaba sesenta y cuatro cañones.
En
una conserva permaneció navegando hasta el día dos del presente mes, en que
tener que seguir distinto rumbo, se separó y arribó sin novedad alguna en el
puerto citado de Ribadeo el día cinco de enero.
Allí descargó cuanto llevaba a bordo para
aquel destino, y cumplida esta operación se hizo al mar el diez y ocho a las
doce y cuarto del medio día. Siguió su navegación dirigido a Santander para
hacer la entrega del resto de la carga. A una proximidad y sotaventos amaneció
el día diecinueve de este dicho mes, con vientos muy fuertes por el oeste y
sudeste, y la mar muy gruesa. Con este estado convino consultar a sus oficiales
para resolver con acierto lo que debiera obrar a beneficio del barco y carga, y
todos conformes en su opinión, determinaron poner la proa al puerto de Bilbao
como el más próximo a fondear.
De
tal manera partió antes de que se embraveciera el mar y los vientos, a lo que
también dio a lugar el saber que desde el Puerto de Santoña salían con
frecuencia, según tenían entendido embarcaciones francesas a interceptar y
apresar todo buque enemigo, pues que de otro modo hubieran tomado a lo mejor el
fondeadero llamado del “Fraile” si le fuera posible.
Procuró
aguantar hasta el momento que le permitiese la marea de pasar la barra de
Portugalete de día, pero en aquella “Abra” le calmó el viento y el Piloto mayor
le hizo señales de que no podía entrar de manera alguna, y que se hiciese al
mar si le fuese posible porque de otra manera su ruina era inevitable.
En
este estado, y en la imposibilidad de cumplir los deseos y órdenes de dicho
Piloto mayor, consultó de nuevo con sus oficiales lo que devenía hacer a
beneficio del buque y carga, y aún sus vidas, y el resultado fue de fondear en
la mejor situación del abra. Que en efecto logró en una maniobra con bastante
trabajo y actividad, y estando así esperando de que la suerte mejorase, sucedió
todo lo contrario, pues que la mar se engrosaba más y más. Tiró un cañonazo para
que se le socorriese desde tierra con práctico, y además izó la bandera, pero
una y otra señal no pudieron tener efecto, porque las lanchas no se atrevieron
a salir por temer a perecer.
El
ancla con su cable nuevo aguantó hasta las nueve y cuarto de aquella noche,
pero garreando esta, echó otra ancla con su anclote engalgado, los cuales
también por su orden fueron garreando, y echándolos el mar hacia la parte de
Algorta. En una triste situación, se echó la última ancla con el fin de
aguantar hasta la marea, pero todas estas diligencias, y las señales que hizo
de ser socorrido fueron en vano, y a las once de aquella misma noche, le acabó
de fallar uno de los cables de proa, y sin embargo de que insistió por todos
los medios del poder aguantar hasta el punto de la marea, le fueron
infructuosos.
Por
último trataron de aproximarse a la Canal de la barra, que tampoco le fue
accesible por los motivos insinuados, y no obstante de que en tal conflicto,
picaron los cables para hacerse a la vela, no pudieron lograr tan interesante
pensamiento, sin embargo hicieron maniobras para la entrada del canal, pero
para colmo de su desgracia empezó a soplar el viento sudoeste, y con él fue con
las velas en facha hacia la Costa y arenales de la punta del muelle de la parte
del este, en donde encalló a la una de la mañana de este mismo día, y
permanecieron hasta las diez con el interesante objeto de que la autoridad podría
conocer cuanto sucedió a la Fragata a su mando y tomasen las disposiciones
consecuentes.
Como
en efecto se verificó por haberse presentado el Sr dicho Señor Cónsul que dio
inmediatamente sus disposiciones. Por todo lo que protestaba y protestó las
veces competentes contra el mar y sus accidentes, y a beneficio que el
convenga, suplicando a S.S. que, administrando esta protesta, ordené el que se
le provea copia testimoniada de ello, y en su vista lo mandó así, y que cuanto
lleva dicho es la verdad para el juramento que lleva o deja hecho, en que se
afirmó, ratificó y firmó. Testimonio firmado por el Escribano, Martín Joseph de
Roncal y por el propio Matías Calbo.
Aurelio
Gutiérrez Martín de Vidales
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