domingo, 25 de septiembre de 2022

ANTONIO MINGORANCE POZO

 

ANTONIO MINGORANCE POZO

SOLDADO EN CUBA-PILOTO EN PORTUGALETE



Eterna casualidad la que revisando periódicos de mediados del siglo pasado con el fin de realizar una futura entrada en este blog sobre los” Portugalujos en la Guerra de Cuba 1895/1898” me ha llevado a localizar  en dos noticias diferentes a, Antonio Mingorance Pozo, primero como piloto de una lancha en un naufragio sucedido en la ría en diciembre de 1934, y posteriormente, junto a Florentino Diez Fuente de 77 años, natural de Portugalete, Juan Cruz Gallastegui Aldecoa de 80 años, natural de Arrasate, y Manuel Angulo Franco de 77 años, natural de San Salvador del Valle, todos ellos vecinos de Portugalete, en una entrevista realizada en julio de 1954  que trataba sobre sus vivencias en la Guerra de Cuba 1895/1898 y Filipinas. 




“Naufragio de un bote y salvamento de sus tripulantes.—A las seis y media de la tarde de ayer, cuando se hacía a la mar, con rumbo a Gijón el vaporcito costero "Astillero", abordó, frente a los muelles de esta villa, a un bote de pasaje, gobernado por el patrón Antonio Mingorance, de cincuenta y siete años, que llevaba como pasajeros a la vecina de Portugalete, Jerónima Martínez, de cincuenta y dos años, un hijo de ésta, llamado Pedro Miguel Martínez, de veinticuatro años y José María Santamaría, de dieciocho.



El bote resultó partido por la mitad, y sus tripulantes, como es natural, cayeron al agua. Por fortuna para ellos, el cabo de Carabineros de mar, José Estévez Ruiz, y los carabineros a sus órdenes, Evaristo de la Fuente Montoya, José González Roldán y Pascual González Tarín, se dieron cuenta inmediata de lo que ocurría, y tripulando una embarcación, se lanzaron en auxilio de los náufragos, recogiéndolos y conduciéndolos al Cuarto de Socorro, donde se vio que los hombres sólo habían sufrido el remojón y el susto consiguientes, en tanto que la mujer presentaba síntomas de asfixia por sumersión y trastornos de carácter cardiaco, de pronóstico reservado. Todos, después de asistidos, pasaron a sus respectivos domicilios.



Del suceso se dio cuenta a las autoridades de Marina, y a la Comandancia de Carabineros, ante la que se hizo constar el excelente servicio realizado por el cabo Estévez y carabineros a sus órdenes, a quienes, sin género de duda, deben la vida los cuatro náufragos”. (El Noticiero Bilbaíno y El Liberal, 5 diciembre 1934.)

 Sobre la experiencia de Antonio Mingorance en la guerra de Cuba, un reportaje publicado en “La Gaceta del Norte” el 1 agosto de 1954 pone de su boca: “Quien ponía más fuego en sus relatos de guerra y aventuras en tierras de Cuba, era don Antonio Mingorance Pozo, de 78 años, que vio la luz en Motril, y no perdió jamás el acento y la gracia de su tierra. Fue tripulante del crucero “Conde Benedicto” que sobrevivió a la batalla naval fuera del morro de la Habana.



Recuerda que mandaba el buque don Esteban Arriaga, hijo de Bilbao, y de primer oficial, don Antonio Batalla de Deusto, quienes con el resto de la tripulación se portaron como unos valientes, en lucha desigual y difícil. Antoñito, como le llamaban sus compañeros era ayudante del repostero y no le iba mal los guisos de la cocina, pero su debilidad era el pescado. Una mañana le mandaron una labor no habitual, embarcar en un bote y con otros cuatro compañeros tenían que cargar arena de playa para emplearla en el baldeo del barco. Tomaron tierra, pero en el trayecto observaron a flor de agua capas de boquerones. Aquella aparición de sus peces predilectos le llevó a dirigirse a una taberna donde pidió que le dieran una sartén. Pero le faltaba el aceite para hacer el guiso. La casualidad hizo que estuviera junto a él un capitán de la Marina norteamericana, al que, además de facilitarle aceite le dio una información precisa sobre los acontecimientos que se habían de producir horas después: la escuadra norteamericana estaba en camino del puerto de la Habana y el ataque no se haría esperar.



Lo que ocurrió después quedó escrito en los anales de la historia de España con la sangre generosa de nuestros bravos marinos.”

Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales

 

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