LAVADERO
campa san Roque
En la memoria explicativa elaborada y presentada el 6
de mayo de 1889 por el Maestro de obras de Portugalete, Francisco de Berriozábal
a los regidores municipales se indicaba:
” Todo lo que pueda tender a la conservación de la salud, base primordial de la vida, ha sido constantemente objeto de la investigación de los Ayuntamientos, y siendo la limpieza su primordial elemento, mal podría el Ayuntamiento de la Villa de Portugalete dejar pasar más tiempo sin la construcción de un lavadero evitando a sus administrados molestias y viajes a pueblos limítrofes.
Así es que abastecida de aguas recientemente esta Villa, sería no procurar por la salud si dejando perderse estas, no se utilizaran en edificio de tanta importancia. A llevar semejante necesidad tiende la presente memoria del lavadero que el ayuntamiento de dicha Villa intenta construir en la ladera de San Roque.
El expresado lavadero, cuyos planos se acompañan es de sistema mixto y su planta la forma un rectángulo de veinte metros de fachada por once de fondo. Su distribución consiste en un pequeño vestíbulo, teniendo a su derecha dos pequeños lavaderos para ropa de procedencia dudosa y a la izquierda un local para fumigaciones. Pasando al interior se encuentra en su centro un gran estanque o lavadero general y contiguos a los muros individuales o lavaderos particulares con sus correspondientes llaves y reparaciones. El resto se ocupa en un lugar excusado y un pequeño local para las lejías.
El presupuesto que Francisco de Berriozábal presentó
al ayuntamiento para la construcción de este lavadero ascendía a 12.559,80
pesetas. Sus partidas se repartían de la siguiente manera: cantería 8.483,60
pesetas; carpintería 2.865 pesetas; albañilería 374 pesetas y hojalatería
837,20 pesetas.
Este presupuesto, la necesidad de construir un lavadero en esta parte del
pueblo, y que además fuera construido en terrenos comunes, evitando así la
expropiación de este, facilitó que en pleno municipal los Señores individuos
del ayuntamiento y la Junta de Asociados celebrado el 2 de junio de 1889,
aprobaran el proyecto de la edificación de un lavadero en la ladera de San
Roque.
Tiempo después, y según datos recogidos en el Archivo Municipal de Portugalete, el 17 de marzo del año 1910, por acuerdo municipal, se aprueba que el arquitecto municipal formule un proyecto de lavadero público adosado al que actualmente existe en la campa de San Roque, por ser el punto indicado tanto por su situación como por economía. Queda también acordado que, una vez construido este nuevo lavadero, desparezca el que actualmente exista en la plazuela de Coscojales.
Con fecha del 2 de julio se aprueba en el Consistorio municipal que Martín Goiburu fuera el ejecutor de las obras, siendo el presupuesto final que se destinó a tal fin de 18.407,88 pesetas. Como director de la construcción del lavadero en la Campa de San Roque, figura Don Emiliano Pagazaurtundua, Arquitecto de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Municipal de esta Villa, el cual con fecha del 7 de marzo del año 1911 da por terminado y ejecutado este proyecto, cuya inactividad y decadencia llegaría en la década de 1960.
De estos lavaderos, solo queda el recuerdo, puesto que hace años que dejaron su lugar a otras construcciones. El agua corriente sin restricciones en las viviendas, la bombona de gas y el calentador junto a la lavadora, hicieron prescindibles para aquellas mujeres, el gran sacrificio y trabajo ingrato de acudir a los lavaderos municipales. Mujeres para las que no quedan títulos suficientes para valorar y agradecer un trabajo que no fue nada vocacional, pero si imprescindible para sacar a delante cada cual a sus respectivas familias.
A mí, me deja la nostalgia el recuerdo de acompañar a mi ama Vicenta Martín de Vidales Millas, mientras ella lavaba la ropa, la propia y la ajena, fuente de ingresos para mantener esa prole de sus once hijos. El recuerdo del olor del jabón Chimbo, la frescura del agua, el balde de cinc, el traslado del agua caliente desde la casa de Abatxolo, para suavizar el prelavado de las mantas, la fuerza con la que a modo de centrifugador de manual se estrujaba la ropa, mis hermanas con cierto rubor repartiendo la ropa por las casas.
La campa de San Roque, donde se extendía la ropa para su secado y en primavera se aprovechaba el lugar para varear y coser colchones ajenos, y con ello añadir un sueldo más, etc.