NAUFRAGIO
CORBETA LINDA NOVIEMBRE 1862
Crónica de un
naufragio
Tenemos el sentimiento de
anunciar a nuestros lectores que la corbeta Linda capitán Luzarraga que se dirigía
a la Habana cargada de harinas, armas por valor de siete mil duros, y latería y
con una gran cantidad de pasajeros, después de haber salido el domingo de
nuestro puerto volvía de arribada a él esta mañana, así como otros varios
buques, cuando al atravesar la barra, con mar grande y fuerte chubascos, ha
quedado atravesada en la mojijonera del N. E. (Algorta) en una situación
bastante comprometida. Las lanchas que han salido en su auxilio no han podido
aproximarse a ella, pero la feliz coincidencia de ir bajando la marea da lugar a
que los pasajeros puedan salvarse, aunque a la hora que escribimos, se hallan a
bordo.
A continuación, una carta en la que se relatan algunos detalles que nosotros hemos pasado por alto. Dice así: Sr. Director del Irurac-bat. Algorta 12 de noviembre.
Muy señor mío: Hoy a los 6 y 50 minutos de la mañana acometió la barca Linda a la barra con mucha mar y viento fuerte achubascado. El primer golpe de mar le hizo barar, y el segundo le causó la pérdida del timón, Renegando en este estado a merced de los porrazos de mar zarpando la escollera de la parte N de la ría. Próximo al muelle de la misma parte quedó el buque en medio de las resacas que forman Las Arenas en este punto.
La confusión que naturalmente reinaba al principio entre los pasajeros y tripulantes llegó hasta el extremo de desnudarse dos de estos para arrojarse en brazos de una muerte casi segura. Allí permanecí hasta que observé que se habían tranquilizado.
Eran las ocho, cuando se
presentaron algunos marineros de Portugalete, entre ellos el guarda-ría Sr.
Arechavala. A corto rato se reunieron cuatro lanchas de Portugalete con el
piloto mayor a bordo, y la del resguardo de mar, y abordando con bastante exposición,
fueron con orden desembarcando los pasajeros y equipajes, sin que hubiese que
lamentar desgracia alguna. El segundo comandante de Marina pasó abordo en una
lancha y regresó dejando solos a los tripulantes.
En tal estado se personó con el
Sr. Cortina el armador del buque, D. Andrés de Isasi, y en el momento en que le
pedía parecer sobre el salvamento del aparejo etc., se hallaban dos lanchas al
costado del buque recogiendo el resto de los equipajes y objetos sueltos, sin
que un solo individuo subiese a aferrar, desenvergar y hacer otras operaciones
que se requerían en el momento, pues bastante tenían á que atender para sujetar
las lanchas al costado.
Entretanto se propuso al Sr.
Isasi se tomase gente marinera y dispuesta para pasará bordo, y alistándose 17
hombres voluntarios y disponiendo que el mayordomo de la cofradía de Algorta
fuese por tierra sobre la Escollera con 12 ó 14 hombres comunes, para recoger
los objetos que se fueran desprendiendo del buque náufrago; se embarcaron y
llegaron hasta él, pero en aquel momento viendo los tripulantes de las
lanchas que los que llegaban, era gente de Algorta mandados por el Sr. Cortina,
se armó una terrible cuestión, que no pudiéndose arreglar, dio por resultado el
desatracarse las lanchas y por consecuencia los voluntarios que ya habían
tomado la tabla de jarcia para desaparejar se descolgaron repentinamente y
nadie quedó abordo a la mejor hora para hacer algo o mucho, en el salvamento
del aparejo.
A la vista de este acto, pregunto yo ¿Las tripulaciones de las lanchas de Portugalete no estaban al costado, y sin embargo no eran bastantes para atender a todas las faenas? en semejantes momentos, ¿se debe atender a preferencia alguna? ¿había marineros de Portugalete en el muelle, cuando se avistaron y escogieron los marineros voluntarios? Además, no habiéndose dispuesto nada sobre la salvación de los intereses en1 peligro y después del desembarco de todos los náufragos, ¿no se hallaba el dueño en su derecho para aprovechar los momentos oportunos con los hombres decididos y conocedores que se le proporcionaban?.
La multitud de personas que
habían asistido al sitio de la catástrofe, presenciaron al anochecer un
espectáculo parecido al que se había verificado a las primeras horas de la
mañana, pero sin que por fortuna tuviese el doloroso desenlace de este. El quechemarín
Magdalena, venía a todo trapo en demanda del puerto hostigado por el
desencadenado huracán que rugía sordamente, y la multitud presenciaba con
interés y terror los esfuerzos de aquella pequeña embarcación que no se veía en
determinados momentos en que parecía que las olas la enterraban en sus abismos.
Al anochecer ya empezaba a verse cuajada la playa de objetos que salían de la Linda.
Completamente desfondado el casco, la mar se encargaba de salvar entre sus
espumas algunos restos del naufragio.
A última hora nos comunica un
despacho telegráfico de Portugalete, que La Linda ha desaparecido en
pedazos.
Grabados publicados en la revista," La Ilustración española y americana"
Aurelio Gutiérrez Martín de
Vidales
No hay comentarios:
Publicar un comentario