LUIS CEBRIÁN DE LERA
Luis Cebrián de Lera, es uno de los tantos que
perecieron en la Guerra Civil, y a los que desafortunadamente, a su debido momento no se les ha
podido dar testimonio, ni en el pueblo en que nació, ni en el
que vivió parte de existencia.
Agradezco sobremanera a José Manuel López Díez, por la abundante información que me ha aportado sobre la existencia de Luis Cebrián, todo lo cual, me ha servido de gran ayuda para que pueda dar testimonio de su Memoria, su
Verdad, y con ello, que su recuerdo no quede en nuestro olvido.
LUIS CEBRIÁN LERA, nace en el barrio de Saúco en Galdames,
(Bizkaia) el 7 de febrero de 1915. Era hijo de Juan Manuel Elías Cebrián Ibáñez,
(nace el 16 de febrero de 1885 en La Roda, Albacete) y de Felicitas Lera
Amézaga, (nace el 12 de marzo 1892, en Galdames, Bizkaia). Matrimonio celebrado
en Galdames el 2 de mayo de 1914, siendo la profesión de Juan Manuel, la de
listero de minas.
Sus abuelos paternos fueron: Francisco Cebrián y
Antonia Ibáñez, naturales de La Roda, y los maternos: Cayetano de Lera Castro,
natural de Palacios de Valduerna 15/3/1863, (León) y Leona Josefa Nicolasa Amézaga Sarachaga, 28/06/1851, natural de Galdames. (AHEB/BEHA)
En el
padrón municipal del año 1930, la totalidad de la familia Cebrián de Lera aparece
registrada en Abácholo, sin embargo en
el año 1935, con Felicitas de Lera fallecida, continuan empadronados en "camino de Abácholo", 3: Juan Manuel Cebrián
Ibáñez (La Roda, Albacete,
16/2/1885, jornalero, viudo); sus hijos Luis
(Galdames, 7/2/1915, dependiente, ausente), Francisco (Galdames, 8/8/1916, marino), Cayetano (Galdames, 17/3/1918, jornalero), Juan Manuel (Galdames, 8/8/1921, aprendiz) y María Felicitas Cebrián de Lera (Valle de Trápaga, 16/3/1925, escolar, ausente); su suegro Cayetano Lera de Castro (Palacios de Valduerna,
León, 15/3/1863, jornalero, viudo); y la sirvienta Juliana Alonso Avía (Ventosa del Río Pisuerga, 8/1/1868). Todos
llevaban dos años en Portugalete (AAMP: Padrón de 1935).
En el padrón de 1940 aparecen Juan Manuel Cebrián Ibáñez, sus hijos Cayetano, Juan Manuel y María Felicitas
Cebrián de Lera, la sirvienta Juliana y una hermana del cabeza, Andrea Cebrián Ibáñez (Cuenca,
8/1/1868, viuda, ausente). Esta llevaría dos años en Portugalete (AAMP: Padrón
de 1940).
En el de 1945 solo figuran Cayetano y María Felicitas Cebrián de Lera residiendo en "Villa Felicitas", (AAMP: Padrón de 1945).
Según sus antecedentes político-sociales, Juan Manuel Cebrián Ibáñez era guarda jurado de Altos Hornos de Vizcaya, estaba afiliado
al PSOE antes de la guerra civil, y desempeñó la secretaría de la Sociedad de
Guardias, Porteros y Vigilantes de Vizcaya, afecta a UGT, durante la segunda
República (AHMP). Se le instruyó un consejo de guerra (AIMN: Fondo Bilbao, Causa 2296/37).
Cayetano Cebrián de Lera, fue miliciano del
Batallón UGT 3-González Peña (PSOE) (AHE: Fondo del AHGV, Departamento de Defensa,
Ejército Vasco, Nóminas de Batallones, caja 29, expte. 1). Según sus antecedentes
político-sociales, antes de la guerra civil perteneció a las Juventudes
Socialistas Unificadas, luego fue voluntario al frente y estuvo preso en un
batallón de trabajadores del Servicio de Automovilismo (AHMP). Además, se le
instruyó un consejo de guerra (AIMN: Fondo Bilbao,
Causa 2681/37).
Francisco Cebrián de Lera, fue detenido el 04/11/1934, y procesado por el delito de rebelión militar y agresión a la fuerza armada, con motivo del movimiento revolucionario de Portugalete. Causa Nº127-8ª pieza. (Revolución de Octubre 1934)
Francisco Cebrián de Lera, fue detenido el 04/11/1934, y procesado por el delito de rebelión militar y agresión a la fuerza armada, con motivo del movimiento revolucionario de Portugalete. Causa Nº127-8ª pieza. (Revolución de Octubre 1934)
Gracias a Vicente
Acebedo conocemos el final de los días de Luis Cebrián de Lera.
“Hacia 1934 Luis fue enviado a Cuenca por su padre, para que
pudiera ganarse la vida con alguno de sus familiares. El muchacho se quedó en
casa de su tía Andrea Cebrián, que no tenía hijos, y comenzó de chico para todo
en la ferretería de su marido, Reyes Fernández. En 1936, Andrea, ya viuda,
marchó a Valencia y Luis pasó a vivir y trabajar con su tío Gabriel, el
propietario de la fábrica de mosaicos hidráulicos.
Por entonces, con veinte años, Luis Cebrián de Lera ya había despertado interés en los círculos culturales conquenses, como dibujante y pintor que firmaba “Vasco XXXVI”. La única referencia impresa específica que conozco sobre él es del escritor Antonio Lázaro, coordinador de las entradas de Cuenca en el tomo X de la Enciclopedia de Castilla La Mancha, dirigida por Ramón Tamames y Raúl Heras. El texto dice:
Cebrián de Lera, Luis. Pintor y dibujante. (Portugalete, Vizcaya, 1916; Cuenca 1936). Perteneció al grupo de Fausto, Segundo Pastor y Federico Muelas. Convirtió las paredes de “El Bergantín de la vela roja” en cuadernas de un navío pirata para la imaginación, el arte y la poesía. La guerra civil truncó, trágica y tristemente, su vida y un futuro artístico más que prometedor. Su obra, custodiada por amigos y familiares, revela a un artista con genio y con don. Generalmente en pequeño formato, recrea con frescura y modernidad paisajes conquenses y tipos románticos (el pirata, el pastor, etc.).
Luis El Vasco se sumergió rápidamente
en el ambiente de convulso compromiso político propio de la época en España y
en toda Europa. Formaba la tertulia de El Bergantín un grupo vanguardista donde
se hablaba de arte y literatura (Poe, Baudelaire) y sin duda, mucho de política,
porque lo integraban seguidores y simpatizantes de José Antonio Primo de
Rivera. Tras escuchar un mitin del fundador en la localidad de Belmonte, El
Vasco se afilió entusiasmado a la Falange. No he encontrado ese discurso
concreto, pero leyendo los que José Antonio pronunció en otros pueblos de esta
provincia, no es arriesgado suponer que tendría similar contenido, con
acentuados ataques a la plutocracia y amplias referencias a las clases más
modestas. Conviene recordar que el fascismo y sus derivados, igual que el
comunismo y el anarquismo, tenían todavía la pureza revolucionaria que algunos
triunfos ahogarían en horror más tarde.
A principios de 1936 Cuenca vivía la
efervescencia política de manera acentuada: en la confección de las
candidaturas de la derecha a las elecciones de febrero se manejaron nombres muy
significados, como José Antonio y el general Franco, resultando todo el proceso
electoral conquense tan polémico que Indalecio Prieto todavía lo comentó desde
el exilio, en su correspondencia con el escultor Sebastián Miranda (“Cartas a
un escultor”, Buenos Aires, 1961); la CNT tenía una significativa presencia que
incluía la propiedad de importante patrimonio inmobiliario, desarrollando gran
actividad política y cultural; el amplio círculo socialista.
Al estallar la guerra, Gabriel Cebrián
prohibió a su sobrino Luis salir a la calle, haciendo correr el rumor de que
había marchado a Bilbao para pasar una temporada con sus padres, pero una
sirvienta instó a su novio a denunciarlo; el novio se resistió, pero acabó
delatando. El Vasco fue detenido en su domicilio y encarcelado en el convento
de las monjas de la Puerta de Valencia.
Su tío Gabriel le entregó una moneda de plata
de veinticinco pesetas, por si tenía algún gasto María Antonia Cebrián tenía
entonces nueve años, suficientes para recordar cómo la misma sirvienta chivata
la llevó ver a su primo y él, orgulloso, la cogió en brazos para presentarla a
sus compañeros de celda, diciendo: “Mi prima Toñeja”. Al cuarto día Luis El
Vasco ya no estaba, lo habían fusilado. Gabriel se hizo cargo del cuerpo y de
sus efectos personales: documentación, fotos, un pañuelo. La moneda se la había
llevado Caronte.
Hay otra referencia al pintor y al ambiente social en Cuenca, dispersa a lo largo de una extensa carta del joseantoniano Ismael Medina a Rafael Borrás, publicada en el número 14 de la revista “El Brocal”, marzo de 2003. El texto polemiza ampliamente sobre el papel de Primo de Rivera en los preparativos de la sublevación y sobre la situación general de España en 1936, pero contiene párrafos que corroboran mucho de lo ya escrito aquí.
Cuenta Medina que siendo muy joven vivía en Jaén, pero pasaba “cada verano con los hijos de los obreros del tejar en Cuenca de una tía viuda, en el que gané mis primeros reales ayudando a apilar ladrillos…Los chicos ya no jugábamos a policías y ladrones, sino a falangistas y socialistas. Imitábamos a los que con harta frecuencia se zurraban la badana… De lo que se cocía en Madrid me enteraba durante mis prolongadas estancias veraniegas en Cuenca… Conocí a alguno de los falangistas de Cuenca gracias a un sobrino de mi tía, la del tejar, cuyo padre, minero en Vizcaya, murió de tuberculosis… Le llamaban El Vasco, pintaba con soltura y lo fusilaron en las tapias del cementerio de Cuenca… Junto a uno de sus tíos paternos rescaté el cadáver… Los (falangistas) de Cuenca frecuentaban una tertulia literaria denominada El Bergantín…”
Obviamente, la tía de Ismael Medina era doña Antonia Ibáñez, la que llegó de la Roda, y el tío paterno de Luis era Gabriel Cebrián. Resulta revelador del grado de activismo político en Cuenca el hecho de que un jienense estuviera mucho menos informado que un conquense sobre “lo que se cocía en Madrid”.
No puedo terminar sin rendir homenaje a la memoria de Gabriel Cebrián Ibáñez, el tío que se desempeñó como padre durante los dos últimos años de vida de Luis el Vasco, los más intensos de su breve existir. La historia de Gabriel merecería texto aparte, pues constituye un dramático ejemplo de coraje y altura moral que vacuna contra la hemiplejia ética tan habitual en los relatos sobre las víctimas de nuestra guerra civil, cuando se las considera particularmente.
Gabriel fue un hombre de derechas, concejal conservador del Ayuntamiento de Cuenca, empresario de los de a pie tajo que convivía a diario con los trabajadores en la fábrica y en las tabernas del barrio de San Antón. Fue detenido a comienzos de la contienda y liberado en poco tiempo por la presión de CNT y UGT, promotoras de un escrito firmado masivamente. Consiguió luego pasar a la llamada zona nacional y no regresó a su ciudad natal hasta 1939.
No había conseguido salvar la vida de su sobrino Luis el Vasco y tampoco sus credenciales políticas ni los esfuerzos más denodados pudieron evitar después de la guerra la muerte de su propio hermano Manolo, el más pequeño de los doce. Era un médico de adscripción republicana que había intentado salir al exilio por Alicante, en el famoso mercante que nunca llegó. Murió en Manzanares fusilado por un pelotón de vencedores, sin más delito que sus ideas.
Gabriel sí pudo sacar a cuantos antiguos trabajadores de su fábrica encontró en los campos de concentración que jalonaban la carretera de Valencia. También consiguió que se conmutara la pena de muerte contra un carpintero comunista, pero esto no le salió gratis: un encolerizado gobernador civil le llamó, le preguntó si aún tenía miedo de los rojos y le impuso una multa de ¡5.000 pesetas de 1939!
Luis Cebrián de Lera, Luis el Vasco o Vasco XXXVI, es el arquetipo de la víctima inocente, igual que Manuel Cebrián. Y Gabriel Cebrián Ibáñez es la demostración de que en las peores circunstancias puede mantenerse la condición de hombre verdadero”.
Aurelio
Gutiérrez Martín de Vidales