jueves, 5 de octubre de 2017

FUNDICIONES DE BERA EN LA 3ª GUERRA CARLISTA







En Vera de Bidasoa- Bera, durante el periodo de la tercera guerra carlista 1873-1876, existía una fábrica de hierro dedicada casi exclusivamente a la fundición de los proyectiles de los diferentes calibres que necesitaba la Artillería carlista como: bombas, granadas y otros suministros de guerra.

“A partir de 1853 en Bera hubo un horno alto, construido sobre la antigua ferrería de Olandia. En 1861, pasó a dirigir la empresa Manuel Blandín. La razón social entonces se modificó a Blandín y Compañía y la empresa pasó a llamarse Fábrica del Alto Horno y de la Fábrica de Chapas del Bidasoa. Sin embargo, esta fábrica debió de tener poca actividad ya que no hay noticias de su funcionamiento. En 1864 se produjo la liquidación de la sociedad a causa de no haber sido excesivamente rentable. En 1866 Manuel Blandín adquirió de los demás socios comanditarios el horno alto, la fábrica y dos minas y obtuvo la concesión de otras minas, quedando el mencionado Blandin como único responsable de la empresa. La producción siguió siendo en esos años de lingotes de hierro de muy buena calidad, exportándosela producción entre 1869 y 1872 a países europeos y a Estados Unidos.

Durante la guerra carlista siguió funcionando, siendo ocupada a la fuerza por parte de los carlistas en varios periodos de la misma, valorándose las pérdidas ocasionadas a Blandin en 90.821 pesetas” (Pilar Erdozain-Fernando Mikelarena, La incidencia de fundiciones sobre la estructura socioeconómica beratarra entre 1857 y 1930.)

En los primeros compases de la guerra, los primeros suministros de artillería  con los que contó el ejercito carlista provinieron a consecuencia de las batallas de de Eraul y Udabe en la primavera de 1873. En estas batallas consiguieron dos piezas cortas, rayadas de 8 cm con sus cureñas y dotación de municiones, y poco más tarde consiguieron dos obuses lisos en bronce, cortos de 12 cm en la conquista del fuerte de Lizárraga.

 Ante la nueva situación generada por el acopio de los cañones, y la necesidad de contar con otros más, que posteriormente fueron adquiridos principalmente en Inglaterra, los jefes del Ejercito Carlista, decidieron que el suministro artillero fuera producido en las fábricas situadas en Bera, Arteaga, Azpeitia y Bacaicoa,  siendo  el Teniente Coronel D. Elicio Berriz, el militar al que se encargó del mando superior de la artillería en los primeros compases de la guerra.

 Por otra parte, durante la guerra, ante la dificultad orográfica de trasladar los proyectiles de Bera a otros lugares, se planteó el desmontar la maquinaria de la fábrica y trasladarla a Bacaicoa, cuestión que ante el cúmulo de dificultades que suponía, no se llevó a efecto, y por ello la fábrica de Bera, durante la mayoría del tiempo que duró la guerra, tuvo que  al alimentar unas cien bocas de fuego de quince calibres diferentes, esto fue así hasta febrero de 1876 cuando el General liberal Martínez Campos entra en Bera, y se puede dar por finalizada la contienda.

En aquellos momentos iniciales de la guerra, se decide que la producción de Bera se destine en exclusiva a la fundición de los proyectiles de los diferentes calibres que había en la Artillería carlista, siendo esta producción destinada principalmente para cañones ligeros y de gran alcance, que se usaban principalmente en la montaña del modelo Whitworth  y para los modelos Woolvich y Wavasseur  siendo estos últimos, más útiles en campos de batalla abiertos.

“El primer oficial facultativo de Artillería que se puso al frente de la fábrica de Fundiciones de Vera,  fue el teniente D. Domingo Nieves, natural de Canarias, quien había terminado su carrera en 1871, ocupando el número 129 de los de su clase, cuando la disolución del Cuerpo. Como él y los hermanos D. Leopoldo y D. Luis Ibarra eran los únicos artilleros que había entonces en el ejército carlista, tuvieron que multiplicarse prodigiosamente y desempeñar toda clase de destinos y comisiones. Tan pronto se les veía dirigiendo la fabricación de proyectiles huecos ó sólidos en Vera, como acudiendo a las fábricas de armas de Eibar y Plasencia, como al frente de los cañones de Guipúzcoa”.

Posteriormente ocupó el cargo de  Director de la fábrica el capitán de artillería  D. José de Lecea, ayudado por el antiguo Alférez Alumno de la Academia de Segovia, Gómez Quintana y por el teniente D. Luis Ibarra. Todos ellos eran procedentes del Ejército Nacional que en su momento decidieron servir a Carlos de Borbón. También estuvo como director de la fábrica de Vera antes de pasar a la de Azpeitia en comandante de Artillería, Luis Pages.

Por Antonio Brea, miembro de la Dirección General del Cuerpo de Artillería desde 1868 bajo el reinado de Isabel II  y condecorado con la Cruz de San Fernando por sus actos en la guerra de África y que dentro del campo carlista llegó a alcanzar la graduación de General de Brigada del Cuerpo de Artillería, y Jefe del Cuerpo en el Estado Mayor de Navarra, conocemos el papel de la fábrica de Bera en el desarrollo de la 3ª Guerra carlista. En su obra “Campaña del Norte 1873-1876”, encontramos relatos de cómo la Junta Carlista otorga a la fundición de Bera un papel importante en el abastecimiento de proyectiles para sus cañones.

Hasta la acción de Eraul no hubo artillería en el ejército carlista del Norte y viendo su resultado tanto las  secciones de Guipúzcoa como la batería de Navarra comprendieron la necesidad de tener cañones y de abastecerlos convenientemente de municiones y de pólvora.

En cuanto al segundo de estos artículos se encargaron las Diputaciones á guerra de proveer a tan precisa necesidad. Una de las fábricas de pólvora se situó en Vera, otra en Riezu (Navarra) y otras en diferentes puntos. Pero su elaboración, de suyo minuciosa y complicada para obreros no expertos en esta industria, no producía, en clase y cantidad, el buen resultado que hubiera sido de desear. Varias fábricas de pólvora se establecieron en las provincias vasco-navarras, y algunos talleres para la recarga de cartuchos metálicos; pero el mal servicio siguió hasta el mes de Septiembre en que empezó á regularizarse todo.

La fábrica de municiones y pirotecnia de Vera fue la primera que a cargo de los oficiales de Artillería empezó muy pronto á dar resultados, por la idoneidad y práctica de sus directores. El hierro era de la mejor calidad, pues procedía del que el enemigo tenía depositado en su antigua fábrica de Orbaiceta. Con este hierro, mezclado de lingote inglés de primera clase, se fundían proyectiles huecos y sólidos que en nada cedían á los que usaba el enemigo.

La fábrica fundición de Vera, que tan importante papel desempeñó en la centralización y organización definitiva del Cuerpo después del sitio de Bilbao, era propiedad de un francés que, no hallándose en situación de utilizarla para su industria particular, hubo de alquilarla á la Junta de Navarra, la cual pensó en ella para una maestranza, fundición, talleres y demás que fuera necesitándose en el ejército carlista.

Al principio eran pagados los jornales de los obreros fundidores, moldeadores, maestros, etc., por los fondos particulares de la provincia, como enclavada en ella Pero como quiera que su principal destino fuese la fabricación de proyectiles, y éstos tanto servían para alimentar las bocas de fuego de Navarra como las de otras provincias, cuando se concentró el Cuerpo el año siguiente, varió su organización administrativa, por más que su dirección facultativa fue siempre peculiar de los oficiales de Artillería Puede decirse que su director, que lo fue D. José de Lecea, desempeñó este destino todo el tiempo que duró la guerra civil, pues sólo estuvo separado de ella en dos ó tres ocasiones.

El teniente Lecea había salido de la Academia el año 1867, y ocupaba el número 73 de los de su clase cuando se presentó á servir en. El ejército carlista. Entre los destinos que desempeñara anteriormente fue uno el de teniente, jefe de labores de la fundición de Orbaiceta, cuya fábrica conocía, por tanto, perfectamente. Esto sirvió para que desde luego, como perito en la materia, prosiguiese en Vera el análogo destino que tuvo en el ejército liberal; y como Orbaiceta fue ocupada por los carlistas cuando se tomó la Aduana de Valcarlos, pudo Lecea fundir proyectiles con los mismos moldes, con la ayuda de los mismos planos y hasta de los mismos libros que existían en su biblioteca.

Hasta el desembarque de los primeros cañones extranjeros en 1874, se fundían en Vera granadas de 8 centímetros con tetones de plomo, reglamentarios, ojivales y esféricos para obús corto de 12 centímetros, y algunas bombas de 27, 16 y 32 centímetros. Al principio se fundieron también algunas balas y aún granadas ojivales sólidas para satisfacer el capricho del Diputado General de Guipúzcoa Dorronsoro y del Cura de Hernialde, quienes pretendían que dichos proyectiles servían mejor que los huecos para batir en brecha.

No nos detendremos en seguir paso á paso las dificultades que hubo de vencer Lecea durante su larga dirección de la fábrica; sólo diremos que en las fundiciones de los liberales únicamente se fundían proyectiles de dos clases para campaña: en cambio en el ejército carlista, como no eran iguales todos los cañones, tenían que hacerse proyectiles de distintas clases, y sin embarco llegaron á fundirse cientos diarios, concluidos y hasta pintados para evitar la oxidación.

 En estos trabajos fue auxiliado Lecea por el teniente D. Luís Ibarra, quien acababa de terminar su carrera al disolverse el Cuerpo, así como por Gómez Quintana, alférez alumno de la Academia de Segovia, cuyos oficiales estuvieron al lado de Lecea para ayudarle en las múltiples y variadas cuestiones industriales que surgían á cada paso en el difícil desempeño de su cometido.

La dificultad de primeras materias, al principio, para la construcción de espoletas y otros efectos de guerra, hizo que se hiciesen espoletas de madera y de tiempo para los proyectiles huecos. En cambio la fábrica era inmejorable por su situación (gracias a la cual se allegaban con suma facilidad y baratura recursos y primeras materias de Francia), por hallarse al abrigo de un golpe de mano del ejército contrario, y, en fin, por disponer de una magnífica rueda hidráulica como fuerza motriz, y de espaciosos talleres, tornos, bancos y cuanto pudiera necesitarse en lo sucesivo.

Resumiendo, pues, cuanto llevamos expuesto sobre este primer período de la artillería carlista, período, digámoslo así, de transición diremos que en 15 de Agosto de 1873 contaba el Cuerpo con una fábrica de proyectiles, dos cañones rayados de 8 centímetros en Guipúzcoa, otros dos de la misma clase y dos obuses en Navarra, con buena dotación de gente y ganado, aunque escasa de buen material y de oficiales facultativos, cuyo número llegó poco tiempo después á veinte, sin contar los alumnos y los alféreces alumnos de la Academia de Segovia ni los cuatro oficiales del Cuerpo General de la Armada que prestaron también servicio de artilleros posteriormente a la batalla de Abárzuza”.

Esta producción estaba regulada con arreglo de la consignación de la Junta de Navarra, y a pesar de las dificultades que suponía en aquellos momentos las comunicaciones entre los actores de la guerra, el director de la fábrica D. José Lecea siempre anticipó el suministro requerido de las municiones. Como dato de referencia, el 4 de noviembre de 1874, en el intento carlista de tomar Irún, ese día se dispararon 1.200 granadas y 140 bombas.

Fue tal la cantidad de munición y proyectiles producida en la fábrica de Bera, que hubo que habilitar cercano a la fábrica un almacén que hacía las veces de Parque de Artillería, en el cual el 14 de enero de 1874 se produjo un derrumbamiento  con las consecuencias fatales de dos carlistas muertos al ser sus cuerpos cubiertos por los escombros del derrumbe. Los fallecidos fueron: Martín Sanz Jara, soldado carlista de 18 años de edad, natural de Salvatierra provincia de Aragón, y Pio Gesta San Lorenzo, teniente carlista del dicho parque de artillería. Era natural de Pamplona, y estaba casado con Dionisia Ardanaz. Falleció a la edad de 58 años.

Como curiosidad, además de los proyectiles, bombas y granadas producidas en la fábrica de Bera, en ésta, se construyó lo que aparentemente pudo ser un primer carro blindado usado por los carlistas el 12 de octubre de 1874 en Behobia.

“En Behobia, los carlistas se preparan para utilizar contra el fuerte una especie de carro blindado que han traído de Vera. Este curioso carro se desliza sobre seis ruedas, y sus ocupantes, que hacen de fuerza motriz y de combatientes al mismo tiempo, avanzan en su interior protegidos hasta unos 25 centímetro del suelo por un fuerte blindaje de chapas. Se ha construido en la ferrería de esa villa según los planos de José Joaquín Emparan, quien también ha inventado un lanzador de petróleo a distancia que consiste en una bomba especial alimentada por dos barriles de ese combustible que llevan los ocupantes en el carro blindado junto a granadas de mano, botellas de petróleo, estopa y otros pertrechos que esperan utilizar contra el puesto para incendiarlo.”(Guerras Carlistas en Irún y Hondarribia 1833-1876, Ramón Guirao/Rafael González)


Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales