sábado, 26 de marzo de 2022

MARQUÉS DE MUDELA AGOSTO 1881

 

MARQUÉS DE MUDELA AGOSTO 1881


 

Curiosas las noticias publicadas durante varios días del mes de agosto de 1881 en el periódico “Noticiero Bilbaíno” sobre una supuesta extorsión que pudo sufrir Santiago Martínez de Lejarza y Escarzaga, o bien su hijo Miguel José María Martín Martínez de Lejarza y Ribas, el que fuera IVMarqués de Mudela. En aquel momento Santiago residía en el palacio de Lexarza. Así fue el relato publicado de lo acontecido en la madrugada del día San Roque patrón de Portugalete, y lo cierto es que de las noticias aparecidas no se puede extraer a que persona se refiere el periódico como marqués de Mudela.

17 de agosto 1881.- Anteanoche ocurrió entre Portugalete y Santurce un suceso que tiene vivísimamente preocupada la atención pública. Parece que al señor marqués de Mudela se había dirigido un anónimo exigiéndole que depositara en determinado sitio ocho mil duros. Simulase este depósito, y algunos guardias forales se apostaron para apoderarse de la persona que pudiera ir a recogerle. Presentándose al parecer con este objeto unos jóvenes, les echaron el alto y no habiendo obedecido les hicieron fuego y resultó uno de ellos herido de dos balazos. Añádase que además han sido presos otros sujetos y se cuentan otras especies que omitimos porque en el asunto entienden ya los tribunales y ni aún estamos seguros de que sea completamente exacto lo que acabamos de referir.



20 de agosto 1881.- Ya podemos dar pormenores, que, aunque recogidos extraoficialmente, nos parecen exactos acerca de lo ocurrido en el conato de robo al señor marqués de Mudela. Este recibió el 11 una carta anónima en que bajo amenazas de muerte a él y a su hijo y destrucción de sus propiedades se le ordenaba depositar ocho mil duros en un hoyo cubierto con una piedra que encontraría cerca de la puerta del jardín en dirección al mar. Depositase allí una bolsa que contenía sobre cuarenta reales en calderilla, y los guardias forales, cabo primero D. Hipólito Duque, Carralero, Núñez, Ruano, Carballo y Cruz se apostaron convenientemente para sorprender a los ladrones, pues el cabo Duque es muy inteligente, diestro y celoso en el desempeño de su misión. Cerca de la media noche del día 12 se aproximaron al sitio tres hombres y continuaron adelante al cabo de un rato, siendo de suponer que fueron a ver si se vigilaba. 



El día 15, poco más de medio día se aproximó un bañero con su cesto a recoger piedras y se alejó sin tocar a la que cubría la bolsa, y que por cierto habían ensuciado con excremento humano los malhechores para que nadie la levantase. Como a las doce de la noche, el guardia Francisco de la Cruz que estaba apostado en un ángulo entrante de la tapia a unos cuarenta pasos de la bolsa depositada, vio que iban de la parte de Portugalete dos hombres, uno detrás de otro, que al llegar al sitio donde estaba el dinero se pararon y el que iba detrás señaló con la mano en dirección a la piedra y el de delante, avivando el paso, se fue resueltamente al sitio, levantó la piedra y cogió la bolsa.

Al ir a alejarse con ella, el guardia le hizo fuego porque de otro modo hubiera desaparecido por el sendero, como intentó hacerlo no obstante habiendo sido herido, y fue detenido por el guardia Carralero, que salió al oír el tiro. El otro se fue por el mismo sendero, pero le salieron al encuentro los guardias Zarraquino y Gómez, que estaban de servicio en la romería de Portugalete y le detuvieron. El herido resultó ser Maximino Escobal, confitero, natural y vecino de Portugalete de 19 años y el otro Deogracias Barañano, de 17 años de la misma villa y de oficio marinero.




Conducidos a la cochera del marqués, salieron Carralero y Cruz a llamar al médico para que curase al herido, y a los pocos pasos se encontraron en la carretera con dos hombres que al decirles donde iban, echó mano uno de ellos a la faja como para sacar algo. Habiéndoseles apuntado con los fusiles fueron detenidos y se les ocupó una pistola de dos cañones, cargada y una navaja de cinco muelles, de las llamadas de Albacete. Eran de 26 y 29 años, y dijeron llamarse Cipriano y Domingo Bobadilla, naturales de Brejana, provincia de Logroño y celadores de vino de Santurce. El herido, al tratar de huir arrojó la bolsa que se encontró manchada de sangre y hecha la primera cura, se le condujo al hospital. A este importante servicio contribuyó el guardia jurado del señor marqués de Mudela.

21 de agosto de 1881. Carta al Director del Noticiero Bilbaíno. – LO DEL MARQUÉS DE MUDELA. Muy Señor nuestro: Han causado profunda extrañeza en esta villa las noticias que da el periódico de su dirección en su número de ayer bajo el epígrafe con que encabezamos este escrito.

Desde el primer día que los periódicos se ocuparon del asunto, y visto el sesgo que tomaba, muchísimas personas quisieron firmar una carta en la que manifestaban su creencia de que los dos chicos aprendidos como presuntos criminales eran inocentes. Se fundaban en que el sistema de robo no es propio de criaturas en el día que tuvo lugar tan triste suceso, que era muy apropósito para que por aquel sitio transitara gente, y sobre todo en la intachable honradez de las familias de estos dos jóvenes y la conducta que estos han observado hasta hoy.



Pero lo que asombra más, lo que indignaba, era el oír que después de haber pegado dos tiros a uno de ellos, y encontrándose solo, pues el otro había huido al oír la detonación le clavaron la bayoneta. Este es el importante servicio llevado a cabo por el inteligente, discreto y celoso cabo Sr. Duque y los guardias Carralero, Núñez, Ruano, carballo y cruz, y al cual ha contribuido también el guarda jurado del señor marqués.

Sin duda escuece algo esto al que le ha dado a Usted las noticias, (que dicho sea de paso debe beber en buenas fuentes cuando sabe los nombres de todos los guardias y los pormenores del suceso, si bien es verdad que ignora el oficio del herido) cuando tiene que dar una explicación cumplida del por qué le hicieron fuego, y lo explica diciendo que de otro modo hubiera desaparecido por el sendero.



Cual quiera que conozca el terreno comprenderá enseguida la ninguna necesidad que había de hacer fuego, lo fácilmente que se les podía haber encerrado el paso y cogido con solo tres hombres.

Basta ya de juicios, y dejemos que el Juzgado a cuyo fallo todos nos hemos de someter esclarezca la verdad. Pues tanto se comenta esto, que hasta se susurra, aunque nosotros no creemos en su veracidad, que los guardias fueron convidados la tarde de aquel día en la huerta del Sr. Marqués, y que el convite duraba ya de noche.

Esperamos SR. Director que Usted de publicidad a estas líneas, y entre tanto nos ofrecemos, suyos afectísimos. S.S.Q.B.S.M. (siguen las firmas).

Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales.

 


jueves, 24 de marzo de 2022

JUAN ANTONIO ZUNZUNEGUI

 

El prestigio de J.A. Zunzunegui



Al acercarse el 40 aniversario del fallecimiento de Juan Antonio Zunzunegui y Loredo (nieto de Miguel Loredo y Rola), un sobrino suyo, (Javier García-Borreguero y Ondiz) le dedica cordialmente este sincero recuerdo para realzar el gran prestigio que siempre ha mantenido la calidad de su obra.


Es un tópico repetir que Juan Antonio de Zunzunegui (Portugalete, 21 de diciembre de 1901 - Madrid, 31 de mayo de 1982) tuvo fama de gafe.

Sorprendentemente, para algunos fue evidente que su novela carecía de prestigio. Y la cuestión del prestigio literario también resultó bastante misteriosa.  Poco tiene que ver con la calidad intrínseca de la obra.  Ni siquiera con la venta de sus libros.  Es una especie de nube de silencio que se cierne sobre un escritor sin que nadie lo niegue, pero también y a su vez, sin que nadie presente un análisis completo sobre el tema, tal como lo haremos ahora.

Zunzunegui tuvo una presencia importante durante los años 40 y 50 del pasado siglo hasta el punto de que, pese haberse iniciado en el decenio anterior a la guerra civil y haber recuperado la narración realista junto a su coetáneo Ramón J. Sender, no se lo considera habitualmente miembro de la generación del 27, sino autor de la primera posguerra.  



Con un gran prestigio obtuvo el premio “Fastenrath de la R.A.E. en 1943, y dos veces el Premio Nacional de Literatura, una por La úlcera” (1948) y otra por El premio (1961), además de otros galardones, obtuvo la Medalla de Plata del Ayuntamiento de Portugalete en 1949, y el Premio Circulo de Bellas Artes de Madrid en 1952.

Era requerido con frecuencia para que opinase sobre la vida literaria, y sus novelas se sucedieron una tras otra hasta hacerlo merecedor del sillón de la letra "a" en la R.A.E.  en 1960. Sucedió a nuestro Pío Baroja, vasco y realista, que había sido precisamente el patrón por el que midiera su propia narrativa y sobre quien pronunció su discurso académico.

El descrédito de sus enemigos no puede argumentarse porque fuese un escritor surgido de la España vencedora de la guerra civil, pues otros también lo fueron y resistieron al tiempo como Cela o Torrente. Tampoco porque su obra se alejase de los problemas reales, pues en 1956 defendía con fuerza la necesidad de una novela social.



No se le tuvo en cuenta cuando fue castigado por la censura debido a sus creencias socialcristianas, ni tampoco cuando manifestaba un distanciamiento paulatino con el franquismo sufriendo un claro desprecio del régimen, lo que le conllevó cierto desprestigio.

El periódico El País, en la necrológica de 1982, recordaba cómo J. A. Zunzunegui pidió públicamente la abstención a un Referéndum de 1966 en el que Franco ofreció modificaciones en una Ley Orgánica del Estado, e incluso cuando llegó a decir que no merecía respeto un régimen que trataba a los escritores como carreteros.

Si Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en “El gatopardo” (1958), planteó la decadencia de la aristocracia italiana, Zunzunegui retrató la decadencia de una burguesía que habría tenido la obligación de gobernar y modernizar el país.

Pero también hizo dejación de cierta responsabilidad para propiciar la llegada de otros arribistas de todo tipo, y de colaboradores de un régimen constituido a través de una sociedad de corruptos y tramposos por encima de los valores tradicionales de la burguesía empresarial vizcaína.



Precisamente, una de las novelas preferidas que más le agradaba a Juan Antonio, llamada El mundo sigue” (1960), fue adaptada al cine en 1964 por Fernando Fernán-Gómez a través de la película titulada “La vida como es “, mostrándonos precisamente la cruda miseria, material y moral de la sociedad española de aquellos años.

Pasada esta época J.A. Zunzunegui no se atreve a las grandes denuncias. Quizás tampoco era ya el momento de hacerlas. Ya eran momentos en que las clases medias se imponían sobre una burguesía tradicional, y se establecía un tipo de moral que, por otra parte, Juan Antonio solía acabar expresando con discursos más sentimentales que agrios.



Zunzunegui se quedó entonces encerrado en medio de una sociedad burguesa a la que criticaba, y una clase media que ya no le entendía. En esta situación, y de clasificarse en algún tipo de literatura, hubiese sido en la de novela de la tercera vía (la de Bosch o Prieto), o dentro del tipo del realismo crítico de una nueva generación (la de Fernández Santos, la de Juan Goytisolo, o la de Martín Santos…).

Pese a algunos atrevimientos formales, el prestigio de la novela de J.A. Zunzunegui quizás decayó rápidamente para algunos, pero solamente para aquellos españoles que no supieron leerla correctamente.

(Basado en un artículo publicado en El País en 2015, por Jorge Urrutia)

 Aurelio Guitiérrez Martín de Vidales

 

miércoles, 23 de marzo de 2022

LISTA DE LA PEDRERÍA QUE TIENE LA CUSTODIA DEL PATRONATO DE SANTA EULALIA

 

LISTA  DE LA PEDRERÍA QUE TIENE LA CUSTODIA DEL PATRONATO DE SANTA EULALIA



Tasación que se hizo alrededor del año 1930 sobre la custodia que se encontraba en la iglesia del Patronato de Santa Eulalia

Valor de la pedrería aplicada a la custodia:

1 orla con una esmeralda de brillantes, 1.250 pesetas.

 Varias aplicaciones con brillantes, 1.275 pesetas.

2 zafiros, 60 pesetas.

1 orla de brillantes y zafiros, 1.700 pesetas.

Pedrería aplicada en la Cruz

28 brillantes,150 pesetas.

8 rubies, 24 pesetas.

4 zafiros, 40 pesetas.



Pedrería aplicada en los cercos de los 8 esmaltes con los 4 evangelistas y los cuatro símbolos de estos

24 brillantes, 30.000 pesetas.

Brillantes en el veril de la custodia

8 amatistas aplicadas en el centro de la custodia, 2.620 pesetas.

32 brillantes que rodean a las 8 amatistas, 840 pesetas.

2 gestas con 2 brillantitos, 1.600 pesetas.

1 orla con una esmeralda y rosas, 725 pesetas.

4 brillantes que radian el centro de la custodia, 100 pesetas.

1 rama con brillantes, 1.200 pesetas.

2 orlas con rosas, 50 pesetas.

3 centros con brillantes que están debajo de las ramas, 500 pesetas.

8 perlitas, 40 pesetas.

1 amatista y 4 brillantes en la base, 200 pesetas.

3 zafiros, 75 pesetas.

1 custodia y aplicación de joyas, 3.256 pesetas.

TOTAL: 47.705 pesetas. AHEB-BEHA,8798/014-03

Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales

 


miércoles, 16 de marzo de 2022

COLEGIO NUETRA SEÑORA DEL CARMEN DE PORTUGALETE

 

COLEGIO DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN DE PORTUGALETE



Entre la diversa documentación depositada en el archivo Diocesano de Derio, AHEB, 3053/000-02, carpeta nº 1 (papeles del Colegio del Carmen) se encuentra este documento incompleto con el título “Condiciones para la construcción del colegio Nuestra Señora del Carmen de Portugalete”.

Bajo la dirección del maestro de obras Francisco Berriozábal, en el año 1885 fue inaugurado el edificio cuya benefactora había sido Doña Sotera de la Mier. El edificio en su totalidad fue destruido a causa de un incendio sucedido el 12 de febrero de 1891 y una vez reconstruido, fue inaugurado el 16 de julio de 1893.

Reconozco que la lectura del documento puede resultar pesada y poco atractiva, pero no por ello deja de pertenecer a la historia total de la villa de Portugalete, y que por lo tanto merece ser publicado y dado a conocer.

“Condiciones bajo las cuales, y planos dispuestos al efecto deberán ejecutarse las obras de explanación y desmonte del terreno y construcción de todas las de un edificio Colegio para educandas que intenta edificar a su costa la Señora Sotera de la Mier en terreno de su propiedad contiguo a la Villa de Portugalete, a saber:



1ª. Que el empresario que tome por su cuenta estas obras dará principio al desmonte o explanación del terreno por la parte más baja que es del lado sur o medio día con una faja de cuarenta y cuatro metros de ancho a fondo contados perpendicularmente desde la línea de la carretera que se dirige desde Portugalete a Burceña. Formando la explanada con un metro y ochenta centímetros sobre el nivel del camino real y en línea de sesenta metros de longitud en la dirección de dicho camino toda la piedra útil de mampostería que resulte de este desmonte se empleará en las paredes del edificio y cerradura de circulación del terreno, en los puntos que convenga a disposición del director de las obras.

2ª. Ejecutado el desmonte y explanación del terreno, se abrirá un pozo de dos metros de diámetro por las parte zaguera frente a la pieza de la cocina, a cuatro metros distante del edificio con diez a doce metros de profundidad, con la que se considera se hallará aguas suficiente que sirva en primer lugar para la ejecución de todas  las obras y si después de  ejecutadas conviniese conservar dicho pozo se revestirá toda la circunferencia de piedra mampostería con revoque de cemento hidráulico para el uso de las aguas que se consuman en el edificio después de habitado. Si el Ayuntamiento de la Villa de Portugalete abasteciese de aguas esta propiedad se cegará con escombros dicho pozo después de concluidas todas las obras.



3ª. Al tiempo de la abertura de las zanjas de cimientos por la parte del norte y paralela al muro de la Iglesia, se construirá un caño de alcantarilla subterránea para desagüe de los comunes y lavabos de todos los pisos del edificio con la profundidad de un metro cincuenta centímetros en el punto de partida. Con una pendiente o descenso que al llegar al camino real se encuentre esta zanja con dos metros de profundidad para formar una alcantarilla que atraviese dicho camino continuando  el descenso correspondiente de manera que su forma o hueco ha de ser la de un lucero puesto de punta hacia abajo con el ancho de cincuenta centímetros y setenta de profundidad entre el fondo del caño y su cubierta revestida por dos costados de piedra mampostería y metro hidráulico con un buen revoque de lo mismo, y cubierto con losas de piedra caliza o areniza de la mejor calidad de grueso de quince centímetros y el largo de ochenta en toda su línea.

4ª. Preparado el terreno de la manera indicada en la condición anterior y hecho el replanteo o demarcación del edificio, se abrirán las zanjas de cimientos con la profundidad de un metro cincuenta centímetros por la fachada principal y por la posterior o zaguera cincuenta centímetros de profundidad y ambas con un metro y veinte centímetros de anchura. Las de los costados se abrirán con las mismas dimensiones formando tres escalones en la dirección del fondo del edificio para igualar la diferencia de un metro de profundidad que resulta entre la línea de fachada y la posterior o zaguera. Las zanjas de cimientos para la Iglesia o Capilla se abrirán con un metro cincuenta centímetros de profundidad y la misma anchura por el lado del Norte con sus correspondientes zanjas para los estribos que por dicho lado se desmarca el plano.


5ª. Del mismo modo se abrirá una zanja paralela al camino real con la distancia que el reglamento de carreteras permite para las edificaciones, con el ancho de noventa centímetros y un metro bajo el nivel del camino real y preparadas todas las zanjas de la manera indicada se rellenarán o macizarán con la piedra de mampostería indicada del desmonte asentándola a golpes de palanca mandarria o martillo según sea el tamaño de la piedra y abundante mortero hidráulico de las circunstancias que más adelante se dirá. Y rellenas todas las zanjas al nivel del terreno exterior del edificio y camino real con una capa de hormigón de veinte y cinco centímetros de espesor, colocando en seguidas cuatro losas en otras tantas puertas de entrada al edificio que serán las dos de la fachada principal, una por el costado del sur y otra por la parte zaguera a la cocina. Estas losas han de ser de piedra caliza de buena calidad de un metro ochenta de largo, sesenta centímetros de ancho y veinte de espesor en forma de gradas como la que representa en la puerta de entrada a la capilla. Esta grada ha de tener dos metros setenta centímetros de largo, un metro de ancho y veinte y dos centímetros de grueso.

6ª. Ejecutado el macizo o relleno de las zanjas de cimientos de nivel del terreno exterior o explanación, se colocará por todo el perímetro exterior puertas de entrada y en la Capilla o Iglesia, un zócalo de sillería de piedra caliza de las canteras de Basurto Miravilla o de otra cualquiera cantera que sea más económica su preparación. Siendo siempre de buena calidad, dispuesto en dos hiladas con un metro de altura, labrado a bujarda regular y todas las aristas de los sillares a cincel, siendo dichos sillares del mayor largo posible, y el grueso de treinta y cinco a cuarenta centímetros. Así como diez sillares tranqueros con el tizón o ramal del grueso del muro y la altura de una hilada, construyendo dicho muro de mampostería con noventa y cinco centímetros de espesor que debe tener en la altura de dicho zócalo, así como por el lado del norte de la Iglesia con un metro veinte y cinco centímetros, y además los muros de contrafuerte.

7ª. Igualmente se construirá de dicha sillería caliza la cara exterior del muro paralelo al camino real con una altura de dos metros y diez centímetros en cinco hiladas. Siendo también estos sillares del edificio, colocando por último una faja o sillar de la misma piedra caliza en forma de banqueta o asiento de treinta y cinco centímetros de altura y setenta y cinco de ancho. Cubriendo todo el espesor del muro que será de cincuenta y tres centímetros por su parte superior, colocando sobre este sillar de remate un enverjado o barandillado de hierro de forma sencilla que servirá de antepecho o respaldo de cincuenta y seis centímetros de altura.



8ª. De la misma sillería caliza han de ser las veinte gradas para subir al atrio exterior del edificio. Las dos primeras que se colocarán en el grueso del muro, paralelas al camino real, han de ser de tres metros de largo y las otras nueve de cada lado, de dos metros cincuenta centímetros de largo, y todas ellas con el ancho de cuarenta y dos centímetros y veinte de grueso, labradas finamente sin molduras por sus frentes, colocándolas bien asentadas y macizadas con treinta y cinco centímetros de anchura, y quince centímetros de altura, todas ellas enteramente iguales. Se construirá de la misma sillería el frente o espacio que resulta entre nueve gradas de subida de derecha a izquierda, quedando este muro igual al anterior, con las cinco hiladas, sillar de remate y reja correspondiente para respaldo como en la primera línea paralela al camino real.

9ª.  Construido el muro o zócalo como queda dicho en la condición sexta, se abrirán las zanjas interiores del edificio. Las primeras paralelas a las fachadas con cincuenta centímetros de profundidad y cuarenta de ancho, y todas las demás en la misma profundidad y treinta centímetros de anchas se macizarán todas ellas como los demás cimientos exteriores, con su capa de hormigón hidráulico de veinte centímetros de espesor, puestas enteramente a nivel. Colocando en las primeras crujías de las fachadas doce proyales de la misma piedra caliza labrados finamente, y ochavadas sus aristas de las dimensiones de ochenta centímetros de altura, sesenta centímetros de lado por su base inferior y vente y cinco por la superior para colocar sobre ellos los postes o pies derechos. Para la formación del primer piso alto en todas las demás crujías donde se señalan puertas y ventanas se colocarán losas de la misma piedra caliza de un metro ochenta centímetros de largo, treinta y cinco centímetros de ancho y veinte centímetros de grueso, bien asentadas y macizadas para colocar sobre ellas los pies derechos que han de formar los huecos de puertas y ventanas al mismo tiempo que han de servir para las cerraduras de albañilería de tabique doble sencillo.



10ª. El marco de la puerta de entrada a la Capilla o Iglesia desde sobre el zócalo hasta el arranque del arco, se construirá de sillería de las canteras de Galdácano o Berango, con seis hiladas por cada costado, tres tranqueros y tres agujas de cincuenta y seis centímetros de altura. Los tranqueros de cincuenta y seis centímetros de cabeza y un metro de ramal que es el grueso de este en aquellas partes y las agujas de ochenta o noventa centímetros de largo de ramal y cuarenta centímetros de grueso. Desde el arranque del arco gótico de la puerta, se construirán de las mismas circunstancias que se han de formar las machetas de todas las puertas y ventanas, así como también los nichos y demás ventanas de la fachada de la Capilla y parte de la torre que aparece rectangular.

11ª. Todos los machones o columnitas que han de formar los arcos góticos en el interior de la Iglesia o Capilla con inclusión del zócalo y capiteles sean de construir de sillería amarilla de las canteras de Berango o blanca de Galdácano u otra que más convenga. Siendo de buena calidad blanca o amarilla con sillares alternados del largo de un metro veinte centímetros y de sesenta o setenta y cinco centímetros de tizón, y todos con la altura de cuarenta o cuarenta y cinco centímetros. Labrados finamente toda la parte visible de columnitas bajo plantilla que a su tiempo se dará colocando todos los dichos sillares bien asentados entre los muros de mampostería según se vayan elevando las paredes. Los marcos de la puerta de entrada a la sacristía y la de comunicaciones desde el Colegio a la Iglesia, han de ser también de la misma sillería que las columnas, construyéndolas con sus tranqueros, agujas y dovelas o sobre puertas, conforme más convenga o se disponga por el director de las obras.


12ª. Para la formación de la altura del Presbítero se colocarán tres gradas de diez pies de largo, ocho o diez pulgadas de ancho y ocho pulgadas de grueso, así como en la parte restante un zócalo de sillería de la altura de dos pies y uno de grueso. Estas gradas y zócalo han de ser de piedra caliza de las canteras de Mañaria, bien labrada, raspada y pulimentada por sus frentes y caras superiores, colocando sobre dichos zócalos unas rejas de hierro de la altura de dos pies y medio de una forma de buen gusto, pero sencilla en su construcción.

Sobre el zócalo de sillería del edificio se colocarán los cuatro marcos de las puertas de entrada, de manera que se puedan cubrir las mochetas con ladrillo por su frente, dejando además un retallo de cinco centímetros sobre dicho zócalo, continuando los muros o paredes con treinta centímetros más de elevación por las fachadas principal, costado del sur, y parte zaguera para colocar a esta altura los marcos de seis ventanas por la fachada principal, siete por el costado del sur y nueve por la posterior o zaguera. Estos marcos, así como los de las cuatro puertas antes dichas, han de ser de material de roble seco y limpio de seis pulgadas de ancho con cinco de grueso completas, trabajados con el mayor esmero, con rebajos y canales en los mismos por su interior para ajustar bien las hojas de ventanas y puertas por la parte exterior, junquillos en las aristas de los pies derechos y travesaños y rebajos por la parte inferior con su descenso para cortar las humedades del exterior. Las dimensiones o claros de los marcos de las ventanas han de ser, dos metros cincuenta centímetros de altura, y un metro doce centímetros de ancho, y los de las cuatro puertas de entrada, tres metros sesenta centímetros de alto con un metro cuarenta y cinco de ancho, colocando el travesal fijo a cada marco a la altura de dos metros ochenta centímetros.


Colocados los referidos marcos, se continuará elevando las paredes del edificio por sus cuatro fachadas hasta la altura de un metro ochenta centímetros. Desde el pavimento o suelo, se colocarán a esta altura los marcos de las tres ventanas de los comunes o letrinas, las que han de dar luz al pasillo de estos y la de la pieza Sacristía. Las tres de los comunes con montantes de manera que sean dos ventanas en una para alumbrar dos letrinas. Cada marco de estos cinco marcos, han de tener la altura de un metro ochenta centímetros y el ancho de un metro catorce centímetros, en las tres de los comunes colocando en el centro de ese ancho los montantes de catorce centímetros y los otros dos de la Sacristía y pasillo de un metro diez centímetros de ancho y los cinco serán del mismo material grueso y circunstancias, trabajados del mismo modo y con el mismo esmero de los de las demás ventanas.

Colocados estos marcos se continuará la construcción de muros o paredes de mampostería, cubriendo la mochetas de todos los marcos, sus arcos superiores y capialzados de ladrillo de la mejor calidad y bien cocido de siete centímetros de grueso, catorce de ancho y veinte y cinco de largo, asentados bien horizontales y solamente con el mortero necesario o como suele decirse a hueso, quedando niveladas las paredes hasta la altura necesaria para sentar sobre ellas la solera o zapata que ha de recibir las cabezas de las maderas del suelo.


Elevadas las paredes a la altura que se expresa en la condición anterior, se colocarán sobre los pozales y que deberán estar bien asentados en los puntos que señala el plano, los doce postes o pies derechos con sus cabezales frontales. Los postes serán de material de roble de buena calidad, de dos años de corte lo menos, bien labrados con veinte y ocho centímetros de grueso cuadro, y el largo necesario que será de tres metros veinte centímetros aproximadamente. Los cabezales de sobre cada poste, serán del mismo material y circunstancia, de un metro de largo, quince centímetros de grueso y los veinte y ocho centímetros de ancho. Los frontales que serán de pino rojo de Riga, los mismos veinte y ocho centímetros de grueso y treinta y dos centímetros de altura, con los largos mayores posible, colocando estas piezas bien asentadas, unidas a corchete o diente de perro por los extremos de cada pieza de los puntos de los postes sobre los cabezales y clavados con cuatro clavos de siete pulgadas, reforzados en cada cabezal y descansando sus extremos sobre los muros de fachadas principal y zaguera dos centímetros más elevados que la solera o zapata de sus frente por las tres fachadas y costado de la Iglesia.

13ª. Igualmente se colocarán postecillos o pies derechos bien a plomo a caja o espiga sobre las losas mimbrales que deben estar colocadas anteriormente en los puntos de las puertas y ventanas interiores y de patio. Sobre estos postecillos se colocarán cabezales para sentar y ligar sobre ellos los frontales en todas direcciones al nivel de los frontales por su parte superior y empalmados con ellos quedando todo este maderamen a nivel. Estos postecillos cabezales y frontales, han de ser de material de roble seco y sano, y después de bien labrado, tener las dimensiones siguientes: los postecillos y frontales diez y siete centímetros de ancho con trece a catorce de grueso y los cabezales, sesenta centímetros de largo, trece a catorce de ancho y ocho de grueso. Todas estas piezas se han de asentar bien unidas y clavados los cabezales a los frontales con cuatro clavos de seis pulgadas. Reforzado en cada cabezal de las mismas dimensiones y circunstancias han de ser todos los postecillos, cabezales y frontales para la formación de los otros dos pisos superiores segundo y tercero.


Preparado el armazón maderamen para la formación del primer piso como queda dicho en la condición anterior, se colocarán primero doce cuartones, guías de roble a plomo sobre los postes principales para ligar el armazón, colocando enseguida todos los cuartones de entramados de material de pino de Holanda de diez y ocho centímetros de altura con ocho de grueso. Asentándolos sobre las soleras o zapatas frontales a frontaletes, empalmados dos a dos los de dos tramos contiguos con la distancia o intervalo de treinta y cuatro a treinta y cinco de uno a otro y clavados a las soleras frontales y frontaletes con clavo de seis pulgadas reforzado. Colocando enseguida dos órdenes de travetales del mismo tablón en la crujía mayor, para lelos a los mismos de las tres fachadas. Así como también se colocarán travetales en las crujías interiores que tengan más de tres metros y medio de claro.

Preparado el armazón del piso primero alto como se especifica en las condiciones anteriores, se continuarán las paredes o muros por sus cuatro fachadas con el grueso de setenta y dos centímetros dejando todos los esconces de ventanas rasgados hasta el suelo de cada piso, para lo cual se tendrá mucho cuidado para formar los machones interiormente de plomo como los huecos de las ventanas superiores. Elevados los muros a la altura de un metro cinco centímetros, se colocarán los marcos de dichas ventanas, ocho por la fachada principal, ocho por el costado del sur y diez por la parte zaguera. Estos marcos tendrán la altura de dos metros veinte y tres centímetros y el ancho de un metro diez centímetros del mismo material, dimensiones, trabajo y demás circunstancias que los del piso primero. Y puestos estos marcos se continuarán las paredes hasta la altura de un metro ochenta centímetros para colocar los marcos de las ventanas de comunes con la altura de un metro sesenta centímetros y un metro diez de ancho, con su montante a el centro de doce centímetros de frente, quedando divididas cada marco en dos ventanas de cuarenta y nueve centímetros de ancho. A esta misma altura se colocarán los otros dos marcos que dará a la parte del norte o costado de la Iglesia a plomo con los del primer piso y las dichas dimensiones de un metro sesenta de alto con un metro diez de ancho. Continuando las paredes por las cuatro fachadas del edificio, construyendo las mochetas, arcos superiores y capialzados de todos los huecos de las ventanas con ladrillo, de las dimensiones, trabajo, y circunstancias como en los huecos del piso primero, hasta llegar a la altura donde deben colocarse las soleras o zapatas para la formación del segundo piso alto.


Construidos los muros o paredes hasta la altura del segundo piso, se colocarán los doce postes principales a plomo sobre los doce que forman la altura del primer piso, siendo estos del mismo material y circunstancias que los primeros, con el grueso de veinte y cinco centímetros de lado , después de bien labrados, y el largo de tres metros sesenta y seis centímetros que es necesario para las espigas o ensambles de sus dos extremos en el frontal y cabezal y la media madera para la unión en la altura de la guía inferior. Los cabezales de cada sobre poste, serán del mismo material de roble, de un metro de largo y veinte y cinco centímetros de ancho, con catorce de grueso, y los frontales que se asentarán sobre estos, serán de pino rojo de Riga, con treinta centímetros de altura, veinte y cinco de grueso y los largos necesarios para los buenos empalmes en el centro de los cabezales de cada poste, como se dijo para los del piso primero, y clavando con cuatro clavos de siete pulgadas reforzados en cada cabezal. Descansando los extremos de los frontales en los mismos muros con los dos centímetros más elevados que las soleras de fachadas.

Igualmente se colocarán los postecillos de este piso adelantándolos bien a plomo, e igual número que en el piso inferior a caja y espiga sobre los frontales, así como los cabezales y frontaletes sobre ellos todos como los del piso primero de material de roble seco y limpio y de las mismas dimensiones. Asentadas todas estas piezas bien empalizadas, unidas y clavadas como se dispuso para el piso inferior. Colocando enseguida los doce cuartones guías de roble en la primera crujía de fachada, colocando enseguida todos los entramados de este piso como en la formación del primero del mismo material de pino, dimensiones y demás circunstancias del anterior.


Preparado todo el armazón de este segundo piso, se construirán los muros o paredes con el grueso de sesenta y tres centímetros, ejecutando los esconces de los huecos de ventanas rasgados hasta el suelo, como en los pisos inferiores, colocando todos los marcos de las ventanas con los antepechos a la misma altura que los del piso segundo, que es de un metro cinco centímetros. Y además el grueso del travesaño del marco y las de las comunes o letrinas, y las dos del costado norte a un metro ochenta centímetros de altura. El claro de los marcos de todas estas ventanas será de dos metros veinte centímetros, y el ancho de un metro ocho centímetros. Las de las comunes, un metro cincuenta y seis centímetros de altura y un metro y ocho centímetros de ancho con sus montantes de doce centímetros de frente. Con estas mismas dimensiones se colocarán los dos del costado de la Iglesia a plomo con los de los pisos inferiores, construyendo las paredes por las cuatro fachadas del edificio con las mochetas, arcos superiores y capialzados de todos los huecos de las ventanas, con ladrillo, dimensiones, trabajo y circunstancias como en los huecos de los pisos inferiores, hasta llegar a la altura donde deben colocarse las soleras o zapatas para la formación del tercer piso alto.

Elevadas las paredes a la altura que debe sentarse la solera o zapata del tercer piso, se colocarán los doce postes principales a plomo sobre los de los pisos inferiores, siendo estos del mismo material, trabajo y circunstancias que los anteriores, con el grueso de veinte y tres centímetros de cuadro o lado. Después de bien labrados y el largo necesario que será de tres metros sesenta centímetros para las espigas de ensamble en los extremos de frontal y cabezal y la media madera en la altura de las guías de sobre cada poste. Los cabezales serán del mismo material de roble de un metro de largo, veinte y tres centímetros de ancho y doce centímetros de grueso, y los frontales que se asentarán sobre estos serán de pino rojo de Riga como los anteriores, con veinte y ocho centímetros de altura, veinte y tres centímetros de grueso y el largo necesario para los buenos empalmes en el centro de cada poste, y el suficiente descanso sobre las paredes de las fachadas en los puntos a donde se dirigen.


Igualmente se colocarán todos los postecillos en las crujías interiores a plomo en todos los puntos de los pisos inferiores con sus cabezales y frontales del mismo material de roble seco y limpio. Asentando todas las piezas bien empalizadas, unidas y clavadas, como se ha dicho para los pisos inferiores. Colocando enseguida los doce cuarterones guías de roble en la primera crujía de fachadas, continuando con todos los tablones o cuarterones de entramados del mismo material de pino de dimensiones, trabajo y circunstancias como los demás pisos.

Preparado todo el armazón y entramado del piso tercero y último, se continuarán las paredes por sus cuatro fachadas con el grueso de cincuenta y ocho centímetros y ochenta de altura, y puestas todas a nivel, se colocarán por la fachada principal, costados del sur y del norte hasta el crucero de la Iglesia, dos soleras o zapatas de material de roble de nueve centímetros de grueso, con doce de ancho asentadas de plano, unidas a chaflán un trozo con otro y clavadas con clavo de cinco pulgadas, reforzado sobre estas zapatas en los dos extremos del grueso del mismo, se colocarán cuartones del mismo material de roble con doce centímetros de largo en dirección perpendicular a las paredes de fachada con el suelo de cincuenta y seis centímetros y distante a uno de otro cuarenta y dos centímetros, para formar el alero principal embonado después de puesto el tejado o cubierta del edificio.


Sobre los cuartones que han de formar el vuelo o alero, se colocará otra solera en el centro del grueso del vuelo a catorce centímetros de ancho con once de altura, para asegurar todo el vuelo del edificio en los puntos que se construya como primer remate o cornisa. Sobre esta última, se colocarán los pies derechos de marcos de todas las ventanas de este piso del mismo material, dimensiones, trabajo y circunstancias que las demás ventanas de los pisos inferiores, con el ancho y alto de un metro claro cada ventana, siendo el número de estas, el mismo que en cada uno de los pisos inferiores y a plomo con dichos huecos. Colocando los travesaños después de haber puesto el tejado o cubierta.

Elevados los muros o paredes, a la altura de dos metros cincuenta centímetros des del piso o suelo, se colocarán los cuchillos de armadura precisamente como se manifiesta en la sección o perfil o plano demostrado por el plano de la planta. Estos armazones de madera serán doce sobre los postes de las tres fachadas compuestos de una pieza tirante, un pendolón, dos tijeras empalmadas al mismo, dos soleras o bandas cumbre o gallur con tornapuntas. Los tirantes o maderos horizontales han de tener veinte y tres centímetros de altura con veinte de grueso. Las mismas dimensiones ha de tener la pieza pendolón, ambas de pino rojo de Riga. Las tijeras o pares han de ser cada una de dos tablones pareados y atornilladas a sus jetas con tarugos de pino del mismo material, con tornillos pasantes y ensambladas por sus dos extremos al tirante y pendolón, formando las mismas dimensiones que estos las dos soleras de cada cuchillo, o sea bandas que han de recibir cabrios. Se han de formar con dos tablones de diez y ocho centímetros de altura y ocho de grueso, empalmados a juntas encontradas con los mayores largos posible para formar una sola banda sobre los cuatro cuchillos o tramos de cada fachada, sujetando bien todos los tablones con los tornillos de hierro necesarios para que formen una sola pieza en todo su largo.


Colocado el armazón principal en la parte del edificio Colegio, se asentarán los cabrios o contra pares de material de pino de Holanda en medio tablones de la madera más consistente posible, siendo sus dimensiones diez centímetros de altura con ocho de grueso y con la distancia o intervalo de uno a otro de cuarenta y dos centímetros, y todos perpendiculares con las líneas de fachada desde el alero hasta la cumbre. Poniendo a continuación los listones necesarios del mismo material de pino de siete centímetros de ancho con tres centímetros de grueso para cubrir dicho tejado con tejas planas de Marsella de la mejor calidad, todo bien asentado, unido y clavado con clavos de las dimensiones necesarias o que disponga el director de las obras en todos los casos que ocurriese alguna duda.

Cubierto con la teja esta parte del edificio o Colegio, se colocará el armazón principal del tejado de la Iglesia, asentando sobre sus paredes o muros a la altura conveniente las dos soleras o zapatas como se manifiesta en su sección o perfil. Estas soleras serán de material de roble de veinte centímetros de grueso cuadro o lado, del mayor largo posible, bien unidas o empalmadas y clavadas con clavo de seis pulgadas reforzado. Enseguida se colocarán ocho tramos de cuchillos de armadura con dos tijeras empalmadas para sostener la cumbre. Estas tijeras se formarán con dos tablones cada una, empalmadas y sujetas con tornillos de diez y ocho centímetros de altura, con quince de grueso entre las dos, de manera que con la abertura que formen por su parte superior, se colocará un tablón de la misma altura y emplomado en ellas para formar la cumbre de la cubierta. Colocando al mismo tiempo sobre la parte circular del Presbiterio otras cuatro tijeras que vayan a rematar de la misma cumbre como se especifica en el perfil o sección de la Iglesia. Puestas todas estas tijeras bien aseguradas, empalmadas y clavadas, se colocarán dos bandas por cada lado del armazón o plano inclinado de los mismos tablones de pino de Holanda, empalmados con tornillos uno con otro y cajas sobre las tijeras. Enseguida se colocarán los cabrios o contrapares del mismo material de pino de cuyas dimensiones serán doce centímetros de altura con ocho de grueso y con la distancia o interior de cuarenta y dos centímetros de uno a otro, y todos perpendiculares en sus planos inclinados, con las líneas y fachadas desde el alero hasta la cumbre. Poniendo a continuación sobre los cabrios y su correspondiente ancho y grueso para asegurar sobre ellos las hojas de pizarra con la cual, desde la cubierta, todo el tejado de la Iglesia, todo este conjunto de armazón bien asentado, unido y clavado, conforme se especifica para la parte de cubierta del Colegio.


Puesta la cubierta de todo el edificio, se embonará sus dos aleros en toda la parte que se hallen colocados los cuartoncitos volados. El alero principal colocando una tabla de diez y siete centímetros de ancho con tres de grueso, forrando por su frente todos los canes o maderos de suelo volados, y por la parte inferior de estos canes se forrarán con tabla de dos centímetros de grueso y cuarenta de ancho. Colocando en la parte superior de dichos cuartones una tabla moldurada con junquillo y filete, y su vuelo correspondiente de once centímetros de ancho y cinco de grueso, bien asegurada y clavada. Por la parte superior a todos los canes, colocando sobre dicha tabla moldurada la canal maestra de material de cinc planchas nº14, con treinta y tres centímetros de desarrollo, figura de gola y asegurada esta con los hierros necesarios de ochenta centímetros de distancia… “

Interesante consultar los  enlaces siguientes, de los cuales se han recogido varias imágenes:

COLEGIO-IKASTETXEA NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN 1892-2012

REVISTA DE ARQUITECTURA

Blog EL MAREOMETRO

Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales.