JOSE ANTONIO GARMENDIA, 28
DE JUNIO DE 1873
IN MEMORIAM
José
Antonio Garmendia, formó parte de una generación de siervos de la gleba que, en
la Revolución Industrial del siglo XIX, jamás pudieron inclinar la balanza a su
favor, por contra de los dueños del oro del Perú y los billetes del banco de
España. Estos con ser menos siempre sumaban más que la vida de millares de trabajadores
que dejaron su vida, su valor más preciado, por poner en valor la ostentación
del nuevo capitalismo industrial.
Su muerte
no sería reconocida con grandes agasajos, ni monumentos populares, un oscuro
rincón del campo santo, quizás fuera de la tierra santa que le daría aposento y
sudario, sería su última morada.
A partir de hoy, su recuerdo, es su monumento.
“En el
Concejo de Sestao, Señorío de Vizcaya y
obispado de Vitoria a veinte y ocho de junio de mil ochocientos setenta y
tres,, yo Don francisco de Salazar, cura beneficiado de la iglesia parroquial
de la Transfiguración del Salvador del Concejo de San Salvador del valle de
Trápaga, aneja de la de San Jorge del Concejo de Santurce, por encargo de Don
Francisco de Ydoyaga, Cura Párroco de Santa María de este Concejo, mandé dar
sepultura eclesiástica en la sepultura que dista siete pies de la pared del sur
y diez y siete de la parte norte del camposanto de esta parroquia al cadáver de
José Antonio de Garmendia de edad de unos 44 años de edad, natural de Lazkano,
de oficio de trabajador en los desmontes del camino del ferrocarril al Desierto,
finó a las seis de la tarde del día anterior
aplastado por una peña y terrazo del mismo desmonte, sin poder ser
socorrido por ningún santo sacramento, ignorándose tenga hecho testamento, ni
otra disposición, ni hay más noticias de sus padres.
Fueron testigos Ramón de Loredo y José Serna, de
Portugalete, y de oficio labradores.
Y para que conste autorizo esta. Firmado Francisco
de Salazar.
Fondo AHEB-BEHA,
“libro de registro difuntos de Sestao, 1871/1875”
Aurelio Gutiérrez Martín
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