sábado, 3 de marzo de 2018

RICARDO VILDOSOLA Y EL NAUFRAGIO "EL GALLO"







           DENUNCIA DE RICARDO VILDOSOLA NAUFRAGIO BUQUE " EL GALLO"
A consecuencia de la carta denuncia que Ricardo Vildosola remitió a los periódicos, El Noticiero Bilbaino e Irurac-Bat, con la intención de denunciar este tipo de accidentes y las pocas ganas que  existían en invertir en la seguridad de los buques y sus tripulantes, y además con la intención futura de recaudar fondos para las viudas y huérfanos de los marinos fallecidos, en Bilbao se realizaron diversos actos con dicho fin.
En esta labor fue partícipe el propio Ayuntamiento de Santurtzi, la Diputación General de Bizkaia, el empresario Felipe Revuelto y de manera especial Estalisnao de Urquijo, Marqués de Urquijo, que en el año 1881 por la generosidad mostrada hacia las familias del naufragio de la lancha "El Gallo", por acuerdo municipal del Ayuntamiento de Santurtzi recibió el título de hijo adoptivo.
Muy señor mío y amigo.
 A consecuencia del doloroso naufragio de la lancha de esta Cofradía de mareantes nombrada “El Gallo” el día 16 del actual, del cual di noticia a V, señor director del Irurac-bat, en mis cartas de la misma fecha con los detalles de aquella desgracia ocurrida a su patrón y práctico D. Clemente de Ostria y de los diez hombres más que la tripulaban, quedando sepultados en el Océano nueve de aquellos infelices cuyos nombres y estados participaba en las mismas, que no dudo ni debemos dudar que todas aquellas almas hayan sido recogidas y llevadas al Hacedor del Universo a su eterna mansión, se ha puesto tanto en el periódico que tan dignamente dirige V. como en el citado Irurac-bat, correspondencias, unas de la redacción de estos diarios, otras de su ilustrado corresponsal de Deusto, y otra de la villa de Portugalete con las iniciales I.S. y todas tienden a hacer ver con verdad lo necesario y urgente que es poner remedio al abandono en que se encuentran estas Cofradías de Algorta, Portugalete y Santurce, que sus lanchas se dedican al honroso, aunque penoso y expuesto ejercicio de abordar buques o embarcaciones que se dirigen a la ría de Bilbao y echarles a este efecto sus prácticos en alta mar o a gran distancia de tierra; en las que emite pareceres u opiniones movidos de la más buena fe y sentimientos, todos dirigidos remediar en lo posible el abandono, olvido o desprecio marcadísimo e injustificable en que se hayan estas Cofradías, y que de haberse pensado en ello como debiera haberse hecho hace más de veinte años que se inició y se ha estado iniciando en todo este periodo de tiempo diferentes veces, y aún antes por la prensa de esa localidad y por el que suscribe, se hubieran evitado no solamente la desgracia acaecida últimamente sino también  la de la lancha nombrada “ Tía y Sobrino” y otras más.
Ahora bien, señor director, ya que nada se ha hecho para poner remedio y haber evitado aquellas desgracias, desde el momento puede ponerse dejándolas a salvo en lo sucesivo, como salvadas hubieran estado con solamente el que la autoridad de Marina, jefe superior de los patrones y prácticos de estas Cofradías a quienes hace obedecer sus mandato y órdenes en ele ejercicio de sus funciones y que si a estas faltan según el caso más o menos graves son reprendidos, multados, suspensos más o menos tiempo en el desempeño de sus cargos  y a veces sumariados y castigados, pues bien, si esta autoridad de Marina tiene tales facultades como es indudable, como tiene que ser, porque las leyes así lo establecen, y la conciencia así nos lo dicta, las mismas y mayores facultades tiene y debe de tener para que de una orden irrevocable y terminante bajo severas penas, a fin de que ninguna lancha de las dedicadas a pilotar pueda echar sus prácticos ni ejercer tal servicio como no sea dentro de las demarcaciones de las puntas del Lusuero, (Lucero) y de la Galea, distantes de la barra más de tres millas y fuera de las cuales los buques de alto bordo pueden aguantarse sin dificultad alguna en tiempos que no sean bonancibles, y si estos cargasen, obligándoles a  hacerse a alta mar, donde para nada necesitan los prácticos de estas Cofradías, o por lo contrario a tomar por precisión puerto fuera de tales puntas, ya sea el de Castro, Santoña, Santander u otros de la costa del Oeste o el de san Sebastián, Pasajes y otros de las el Noroeste, prácticos en todos ellos tienen reglamentados guardando turno y precisamente de un modo seguro, que es lo que falta hacerse en estas Cofradías.
Establecida como punto esencial y principal de pura y urgente humanitaria necesidad esta demarcación, dentro de ella habría constantemente diez, doce y veinte lanchas de las mismas que hoy existen, y reglamentadas serían más que suficientes en seguridad y sin exposición de las vidas de sus tripulantes, para prestar aquellos servicios; y suponiendo el caso remoto, que no es creíble, del naufragio de alguna de ellas sería vista por todas las demás lanchas y desde las costas de Algorta y Santurce, y el socorro en el acto sería dado, y sí a esto se agregara la obligación  de que cada tripulante tuviera un chaleco salvavidas, evitadas estarían para en lo sucesivo por completo nuevas desgracias, lo cual no requiere ni gastos o dispendios de consideración ni trabajo lo más mínimo; y si solamente se precisa una  buena voluntad como la que en este momento me induce en bien de la humanidad, sin que esta tampoco se expondría en embarcaciones de vapores y que en el número 46 del Irurac-bat  de fecha del 18 del actual en su artículo sobre prácticos se dice; así como tampoco en embarcaciones mayores y de cubierta, como lo indicó el Sr. D. I.S. de Portugalete en el número 1.693 de su citado periódico El Noticiero, del 19 del corriente; y que ambas comunicaciones son de apreciarse en mucho, porque también tienden a mejorar el anómalo abandono en que se tienen a todas luces y a ciencia y paciencia de las autoridades superiores en este particular, a las cofradías de Portugalete, Algorta y esta de Santurce.
Más puestas las demarcaciones ya dichas en esta Abra, o sea de las puntas del Lucero y de la Galea, se haría el servicio de practicaje o pilotaje sin que nada quedara que desear, con tanta puntualidad y esmero como se  ha hecho hasta aquí, y del que no hay ejemplar en ninguno de los puertos de España ni del extranjero, evitándose al mismo tiempo, cual se ha demostrado, desgracias personales; y cuyo servicio reglamentario ya por turno o en otra forma dentro de las demarcaciones o puntos señalados, se haría por estas lanchas que para el servicio de practicaje lo han hecho indebidamente a más de diez y veinte millas de tierra, por lo que son más que suficientes y seguras para el caso en este Abra; las que en muchísimas ocasiones han salvado en naufragios de buques de alto abordo y de embarcaciones más o menos grandes de cubierta o sin ella, a innumerables personas que hubieran sido víctimas de semejantes naufragios; y cuyos hechos y de arrojo denodado han efectuado inteligentes y valientes marinos, de los cuales recordamos y somos testigos muchos de los que hoy vivimos en los puertos de estas cofradías, y que hoy vivirán algunos de los salvados por los señores D. Mariano de Murrieta, D. Antonio de Musques, ya difuntos, D. Juan de la Quintana, y D. Juan Simón de San Pelayo, entendidos pilotos mayores que han sido de la barra; y de los capitanes marinos mercantes D. Juan Gómez, el finado don José María de Arechavaleta, y los señores prácticos y patrones de lanchas D. Gregorio Urrestisala, D. José García, D. Dionisio Lambarri, y señores Aspiazu, Merladet,  Ascorras  y otros muchos que es difícil de enumerar, de los cuales algunos ostentan por tan arriesgados y humanitarios servicios o salvamentos dentro de esta abra, cruces y condecoraciones que hablan muy alto y bien de ellos. 

Si el servicio de que nos ocupamos, Sr. Director, se consintiera hacerse por medio de vapores o embarcaciones mayores con cubierta, para poder dirigirse fuera del abra y de las demarcaciones que he fijado, claro está que de los puertos de Algorta y Santurce desaparecerían toda clase de embarcaciones y no existirían más lanchas como las que hay hoy, sino dentro de barra o sea en la ría para prestar el servicio de tender anclas y traer y llevar calabrotes o amarras a los pilotes destinados al efecto en los surgideros o puntos señalados en la ría, como dice el Sr. D. I.S.  de Portugalete. Y hecho esto, ¿Qué sucedería con los náufragos que continuamente, por desgracia, ocurren en la barra y fuera de la barra, así como en las dos costas de punta de la Galea, y de la del Sudoeste hasta la del Lucero? ¡! ¡Que todos los náufragos perecerán por necesidad!!
Y esto ante todo es lo que debe evitarse para lo cual exclusivamente han sido movidos mis sentimientos y deseos, ocupándome en este corto momento en asunto de tan grandes trascendencias en bien de la humanidad, aunque ajeno completamente a mi profesión y carrera que en nada se roza con la de la marina o de la navegación; pero que nacido en el centro y costa de estas tres cofradías y pasar en ellas casi sin separarme día por día los años que ya sobre mi pesan y testigo ocular de tantas y tan repetidas desgracias que con solo un pequeño mandato, una orden más o menos fuerte, un si de querer hacer algo las autoridades a quienes corresponde no solamente en justicia, sino en conciencia, es el todo de mi pensamiento, para que en el orden jerárquico, desde el ministro de la Marina hasta el último ayudante de ella, traten de llevarlo a puro y debido efecto, con lo que se conseguirá se cierren de una vez para siempre las páginas escritas con lágrimas de ayes lastimosos y de dolor.
Concluido y arreglado el principal asunto, que es lo que queda manifestado con tan buena intención por las autoridades de marina, sería muy conveniente que estas se ocuparan a la vez que de las demarcaciones, turnos y mejoras para salvar las vidas de los prácticos y tripulantes, de lo poco retribuido o pagados que son el los trabajos que prestan, porque francamente, estas lanchas salen tripuladas de las respectivas cofradías con diez o doce hombres y hasta con trece o catorce; llevan a bordo de los buques a sus prácticos, y para todo se les paga con solamente diez reales por cada pie de calado de lo que cada uno de aquellos tenga; y esta retribución es insignificante o de ningún valor para proporcionarse el sustento necesario para ellos y sus familias. 

Y ¿qué diremos con lo que sucede con los prácticos que sin tener más derechos que los enumerados, después de estar a bordo de los buques y haberse retirado de las lanchas en busca de otros o a sus puertos, los buques abordados no tienen entrada en Bilbao por espacio de diez, quince, treinta y más días como con frecuencia sucede? Que aquellos prácticos nada se les abona, y están sin una retribución diaria, aunque pequeña, de tres o cuatro pesetas; casos de estos ocurren a todas horas, y últimamente me consta que el práctico de la cofradía de Portugalete, D. Mateo Zamora, se ha embarcado en un buque en el que se a su bordo ha hecho servicios por espacio de veinte y dos días; que lo mismo ha sucedido al práctico de esta cofradía D. Leonardo Hurtado; en otros diez y nueve días, y ambos al cabo de tanto tiempo han entrado en el puerto de Bilbao sin utilizar un solo céntimo, al paso que otros de sus compañeros en tal periodo, habrán utilizado más de doce o trece entradas o salidas.


 Estos hechos han pasado a todos los prácticos de las tres cofradías y sin embargo de ser también muy frecuentes, han pasado y están pasando como desapercibidos y cuya práctica, aunque muy antigua, es enteramente injusta e ilegal, y de aquí la necesidad, por lo tanto, de que los demás de los derechos establecidos o de que estos se aumenten que nada se haría de más, se señalen a los prácticos las tres o cuatros pesetas diarias desde el momento que suban a bordo de un buque y entren con él al puerto de Bilbao, y de este modo también se eviten el que como es muy lógico, los practico abandonen muchas veces teniendo a su vista buques de vapor o de vela a estos últimos, que estando cerca de unos y otros de diferentes calados, no se embarquen más que en aquellos que no lo tienen grande o excesivo; porque, como es natural, en los unos tiene la duda, más bien seguridad, de no poder entrar seguidamente y de estar largas temporadas sin poder ganar un solo real, y que en otros tienen la convicción de entrar en el momento al puerto y quedar en libertad de poder volver a hacer lo mismo. En aseveración de esta verdad conmigo no solamente los prácticos de estas cofradías, todos los señores capitanes y pilotos retirados que viven en estos puertos, sino hasta el mismo señor piloto mayor D. Angel de Balparda, que se ha visto en la necesidad y caso crítico de tener que oficiar a los mayordomos de estas tres cofradías, para que tuvieran a bien si les era posible obligar a sus prácticos a abordar o embarcarse en un buque de vela que a pocos días estaba dentro de esta abra demandando práctico y que era destendido por el motivo que dejo expuesto.
A la consideración de V, Sr. Director, y del público, dejo la fuerza que podrá hacerse por el señor piloto mayor para, obligar a un individuo a que se embarque en un buque ene l que permaneciendo días y días hasta el número de treinta o cuarenta, trabajando con el riesgo y exposición de su vida, con nada sea retribuido más que con solo los diez reales de derechos por cada pie de calado y de los cuales su mayor parte es para los doce o trece tripulantes y la lancha que lo conduce a bordo.
Si el servicio que hemos dicho está mal pagado, más bien nulo por completo, ¿ que diremos respecto a lo que pagan los buques que entran por la barra, como derechos de bolsa que son treinta y seis reales y 72 céntimos los mayores y veinticuatro reales y setenta y dos céntimos los menores e iguales cantidades cuando salen( que por cierto este año pasarán de seis mil, y que según datos dados en su apreciable periódico, el último año franquearon la barra más de cinco mil) y que solamente por este concepto se sacarán pasados los veinte y dos mil duros; y que todos estos derechos solamente quedan para el señor piloto mayor, tripulantes de su lancha conocida con el nombre de bolisa o baliza, que no bajan de veinte y nueve hombres, sosteniendo de esta, enseres, faroles, banderas y otros gastos consiguientes; doce reales y cuartillo más o menos de los mayores buques, y seis reales y algunos céntimos en los menores, así es que los tripulantes infelices que tanto trabajan en aquella lancha suelen repartir por mayor de cada barco dos cuartos y cuando llega a un perro grande lo consideran como un milagro. Y ¿porque a estos desgraciados no se les ha de dar una retribución más suficiente y no considerarlos como si fueran pobres pordioseros? Porque el producto a todo se presta como claramente se ve, sin que el señor piloto mayor tenga en esto la más mínima culpa, porque después de prestar a sus veinte y nueve tripulantes y satisfacer los demás gastos, a él solamente le quedan libres como recompensa de su inmenso asiduo y penoso trabajo, lo más seis reales de los derechos, explicados, en cada buque.
Si lo expuesto sirviera a reglamentar el abandono, y de aquí indudablemente la seguridad de vidas tan expuestas hasta hoy, y afianzar intereses y derechos cual corresponde, daría la más completa enhorabuena en nombre de la s tres cofradías pues a su bien la ha indicado su afectadísimo S.S. Ricardo Vildosola
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales.





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