LA VIDA
PASA - RELIGIOSOS Y CALLES DE PORTUGALETE
Mi experiencia con la iglesia y
su educación comienza a la tierna edad de tres años, cuando acudo a la escuela
de las monjas que había junto a la Parroquia y de los que tengo recuerdos de pasar
las mañanas estando calcando palitos y ceros. Mis padres y hermanos me
comentaron en su día, que parece ser que era muy movido, y las monjas recurrían
a una cuerda con la que me ataban a la pata de la mesa. Hoy reconozco que
dichas monjas de pedagogía infantil entendían muy poco, siendo nulos y nefastos
esos métodos educación.
Mi relación con la Iglesia
oficial termina el 2 de junio de 1970 cuando en el colegio de los frailes de
los hermanos de la Salle de Sestao, colegio al que íbamos de forma gratuita los
hijos de los productores de A.H.V. me expulsan por acumular tres puntos de conducta.
Dichos puntos conseguidos por no asistir los domingos o en es algún caso
sábados a misa. Ese día, martes para más señas, al querer entrar en clase, 4º
bachiller el fraile de nombre Miguel Angel Albisu, me impidió la entrada e indicándome
que recogiera los libros que estaban en el pasillo, puesto que él los había
retirado de mi pupitre, me dijo que partir de ese momento estaba expulsado y
que no quería verme más por el colegio. El idilio con estos frailes que había comenzado cuando tenía 7 años, y después de acudir casi diariamente a misa los días de clase, se vió interrumpido 8 años después.
Aquel año me tuve que examinar “por
libre en el instituto de Bilbao”. Estos eran Hermanos que decían que la Caridad
era una virtud.
Sin ellos pretenderlo, con esta decisión me
afiliaron de forma gratuita a defender el laicismo el resto de mi Vida.
Pero mi caso en particular no dejaba de ser
uno más de los encontronazos que en mi familia hemos tenido con los religiosos.
Mi abuela María Soledad “ La Navarrilla” durante el tiempo que estuvo presa en Saturrarán
durante el periodo de la guerra civil española, debido a su rebeldía a no
asistir a los actos religiosos en el penal, fueron frecuentes los castigos
severos que sufrió por parte de algunas religiosas del centro, y mi padre perdedor de la guerra, siempre estuvo en el
punto de mira del párroco Angel de
Chopitea, llegando este individuo a querer boicotear la boda de mis padres en
la parroquia, cuestión que no consiguió.
Una simple anécdota de la maldad
al prójimo o del servilismo al franquismo del párroco. Estoy convencido que
muchos vecinos de Portugalete tendrán más anécdotas y de lo más variado para
darnos un perfil de Chopitea.
Llegados a este punto y en lo referente
al individuo Angel de Chopitea, no entiendo como en la actualidad una calle de
Portugalete pueda llevar su nombre, individuo tal que fue el testigo principal
del nacionalcatolicismo en la Villa de Portugalete de la posguerra. Durante años la jerarquía católica,
a nivel local o nacional dieron el apoyo sin bagajes a la dictadura franquista.
Y hay que recordar que dicha dictadura se mantuvo gracias a las armas militares
y al temor a la iglesia.
Me sangran los ojos cada vez que
veo su nombre en la calle con su placa, calle por la que alguna vez paso camino
de Repélega, y no entiendo porque el Ayuntamiento no retira esta placa y la
sustituye por otra que su protagonista sea más digno.
“ De alguna manera, se puede
decir que el nacionalcatolicismo fue en el
caso español el consentimiento estatal que el franquismo dio a la Iglesia
Católica, en tanto que legitimadora por excelencia del régimen, para que
pudiera ejercer el control de decisivos espacios sociales, pero también
políticos.
La moral pública y los
comportamientos sociales, la Educación y en general cualesquiera expresiones
culturales quedaban sometidas a la autoridad y las normas eclesiásticas de la jerarquía
católica, incluso a su censura previa“.
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales
Eran otros tiempos. No existía la ley del pataleo.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu labor de recopilación histórica, compañero en aquellos tiempos de "la letra con sangre entra ".
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