El
prestigio de J.A. Zunzunegui
Al acercarse el 40 aniversario del fallecimiento
de Juan Antonio Zunzunegui y Loredo (nieto de Miguel Loredo y Rola), un sobrino
suyo, (Javier García-Borreguero y Ondiz) le dedica cordialmente este sincero
recuerdo para realzar el gran prestigio que siempre ha mantenido la calidad de
su obra.
Es un tópico repetir que Juan Antonio de Zunzunegui (Portugalete, 21 de diciembre de 1901 - Madrid, 31 de mayo de 1982) tuvo fama de gafe.
Sorprendentemente, para algunos fue evidente que
su novela carecía de prestigio. Y la cuestión del prestigio literario también resultó bastante misteriosa. Poco tiene que ver con la calidad intrínseca
de la obra. Ni siquiera con la venta de sus
libros. Es una especie de nube de silencio que se cierne sobre un
escritor sin que nadie lo niegue, pero también y a su vez, sin que nadie presente
un análisis completo sobre el tema, tal como lo haremos ahora.
Zunzunegui
tuvo una presencia importante durante los años 40 y 50 del pasado siglo hasta
el punto de que, pese haberse iniciado en el decenio anterior a la guerra civil
y haber recuperado la narración realista junto a su coetáneo Ramón J. Sender,
no se lo considera habitualmente miembro de la generación del 27, sino autor de la primera posguerra.
Con un gran prestigio obtuvo el premio “Fastenrath de la R.A.E. en 1943, y dos veces el Premio Nacional de Literatura,
una por “La úlcera” (1948) y otra por “El premio” (1961), además de otros galardones, obtuvo la Medalla de Plata del Ayuntamiento de
Portugalete en 1949, y el Premio
Circulo de Bellas Artes de Madrid en 1952.
Era
requerido con frecuencia para que opinase sobre la vida literaria, y sus
novelas se sucedieron una tras otra hasta hacerlo merecedor del sillón de la letra "a" en la
R.A.E. en 1960. Sucedió a nuestro
Pío Baroja, vasco y realista, que había sido precisamente el patrón por el que
midiera su propia narrativa y sobre quien pronunció su discurso académico.
El descrédito de sus enemigos no puede
argumentarse porque fuese un escritor
surgido de la España vencedora de la guerra civil, pues otros también lo
fueron y resistieron al tiempo como Cela o Torrente. Tampoco porque su obra se
alejase de los problemas reales, pues en 1956 defendía con fuerza la necesidad de una novela social.
No se le tuvo en cuenta cuando fue castigado por la censura debido a sus creencias socialcristianas, ni tampoco cuando manifestaba un distanciamiento paulatino con el franquismo sufriendo un claro desprecio del régimen, lo que le conllevó cierto desprestigio.
El periódico El País, en la necrológica de 1982, recordaba cómo J. A. Zunzunegui pidió públicamente la abstención a un Referéndum de 1966 en el que Franco ofreció modificaciones en una Ley Orgánica del Estado, e incluso cuando llegó a decir que no merecía respeto un régimen que trataba a los escritores como carreteros.
Si
Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en “El gatopardo” (1958), planteó
la decadencia de la aristocracia italiana”, Zunzunegui retrató la decadencia de una
burguesía que habría tenido
la obligación de gobernar y modernizar
el país.
Pero
también hizo dejación de cierta responsabilidad
para propiciar la llegada de otros arribistas de todo tipo, y de colaboradores
de un régimen constituido a través de una sociedad de corruptos y tramposos por
encima de los valores tradicionales de la burguesía empresarial vizcaína.
Precisamente, una de las novelas preferidas que más le agradaba a Juan Antonio, llamada “El mundo sigue” (1960), fue adaptada al cine en 1964 por Fernando Fernán-Gómez a través de la película titulada “La vida como es “, mostrándonos precisamente la cruda miseria, material y moral de la sociedad española de aquellos años.
Pasada
esta época J.A. Zunzunegui no se atreve a las grandes denuncias. Quizás tampoco
era ya el momento de hacerlas. Ya eran momentos en que las clases medias se
imponían sobre una burguesía tradicional, y se establecía un tipo de moral que,
por otra parte, Juan Antonio solía acabar expresando con discursos más sentimentales
que agrios.
Zunzunegui
se quedó entonces encerrado en medio de una sociedad burguesa a la que
criticaba, y una clase media que ya no le entendía. En esta situación, y de clasificarse
en algún tipo de literatura, hubiese sido en la de novela de la tercera vía (la
de Bosch o Prieto), o dentro del tipo del realismo crítico de una nueva
generación (la de Fernández Santos, la de Juan Goytisolo, o la de Martín
Santos…).
Pese
a algunos atrevimientos formales, el prestigio de la novela de J.A. Zunzunegui quizás
decayó rápidamente para algunos, pero solamente para aquellos españoles que no
supieron leerla correctamente.
(Basado en un artículo publicado en El País
en 2015, por Jorge Urrutia)
Lo he compartido en facebook, no eres de sestao dino y en portu. Vivo en el barrio y no lo habia visto.
ResponderEliminarA diferencia de otros franquistas portugalujos, Zunzunegui tiene algo que lo hace aceptable a derecha e izquierda: su calidad literaria. Por lo tanto, no necesita ningún "blanqueo", cosa que suele servir para adaptar la realidad a los deseos del que lo practica. Y, si su obra ha envejecido peor que la de Cela, la razón puede ser tan sencilla como que este era mejor escritor, o supo adaptarse a la evolución de la sociedad.
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