HIGINIO APARICIO
ROJO
SAN JUAN DE DIOS
Aparicio
Rojo, Higinio. Husillos (Palencia), 15.VIII.1919 – Santurce
(Vizcaya), 7.I.1995. XLV Superior General de la Orden Hospitalaria de San Juan
de Dios (OH).
Realiza los estudios en algunos
colegios estatales y también con los Hermanos de La Salle. A los catorce años,
el 29 de agosto de 1919, ingresó en la Escolanía de Ciempozuelos siendo
director de la misma el beato Juan Jesús Adradas. Durante tres años completó la
primera enseñanza y se formó en el espíritu de la Orden.
El 3 de marzo de 1923 ingresó en
el noviciado de Carabanchel, realizando la Profesión Simple el 28 de julio de
1924 en dicho lugar. Tuvo como maestro de escolásticos al mártir beato Braulio
M.ª Corres. Destinado a Santurce, volvió a Ciempozuelos como ayudante en
la Escolanía. En mayo de 1928 fue destinado a la Farmacia Vaticana. En el
Hospital San Juan Calibita de Roma hizo el 15 de julio de 1929 la Profesión
Solemne.
En 1931 fue nombrado director de
la Escolanía de Ciempozuelos hasta 1934 en que volvió nuevamente a la Farmacia
Vaticana. Allí permaneció hasta 1939, período en el cual asistió con fray
Faustino Guilini al santo padre Pío XI que había pedido al padre general de la
Orden que los dejara enteramente a su servicio como enfermeros. Permanecieron
atendiendo al papa Pío XI desde diciembre de 1936 hasta febrero de 1939. En
este tiempo, con sus dolencias más o menos agudizadas, nunca quiso que se
separaran de su lado, formando parte de aquella reducida e íntima familia que
tanto en el Vaticano como en la Villa de Castelgandolfo, convivía con la
augusta persona.
Parte del día y durante toda la
noche, deseaba tener un religioso a su cabecera, a quien acudía con la mayor
confianza en todas sus necesidades. Supieron derramar en sus dolencias, como
ángeles tutelares, las medicinas oportunas con el espíritu de caridad de san
Juan de Dios. Los últimos ocho días de su enfermedad fueron para ellos de
indecible trabajo y profundo dolor. No se separaron, día ni noche, los dos
últimos días, muriendo en las manos del padre Higinio, reclinando la cabeza
sobre su brazo izquierdo, mientras que con el derecho le enjugaba el sudor de
la agonía, ya cárdenos, unos alientos artificiales con aparato de oxígenos, con
plegarias y jaculatorias en ese postrer momento para con el encuentro del
Padre; así Pío XI exhaló sus postrer suspiro entre los brazos de un humilde
hijo de san Juan de Dios.
A la muerte del Papa, regresó a
España como prior de la Casa de Palencia, en 1940 y 1946, consejero provincial
y maestro de novicios en Santurce. En el capítulo general de 1947 es
nombrado primer consejero y procurador general. En 1956 es nombrado provincial
de Castilla. En el capítulo general celebrado en Roma en 1959 es elegido XLV
superior general de la Orden y reelegido por seis años más al terminar el
primer sexenio. Fue un momento difícil y a la vez importante para la Iglesia y
para la Orden, el del Concilio Ecuménico Vaticano II. Supo estar a la altura de
los signos de los tiempos en todo momento. Su figura y su personalidad, tanto
humana como espiritual impactaba a todos. Contagiaba su celo, su discreción, su
elegancia espiritual y, sobre todo, la dignidad, la exquisita dignidad con que
siempre trató de desempeñar sus obligaciones como religioso y superior en sus
cargos. En varias circulares transmitió a los hermanos y colaboradores la
doctrina conciliar animando a asumir con espíritu renovado las decisiones de la
Iglesia.
Se preocupó particularmente de
“la renovación interior de cuanto constituye la esencia del estado religioso” y
en especial de promover la formación espiritual y técnica de los religiosos. Se
estableció dos años de noviciado e instituyó el Escolasticazo. Impulsó el
Centro de Espiritualidad y Misionología de Roma.
Se caracterizó por la formación
pastoral y vocacional de la Orden. Convocó a este fin un capítulo general
extraordinario para renovar las Constituciones.
Se distinguió como persona de
fina sensibilidad en la asistencia a los enfermos, muy delicado y afable con
todos en el trato personal con un estilo muy sencillo.
Artículo publicado en: Real
Academia de la Historia
Aurelio Gutiérrez Martín de
Vidales
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