martes, 12 de agosto de 2025

 

HIGINIO APARICIO ROJO

SAN JUAN DE DIOS

Imagen publicada en: Joan Vendrell i Campmany, blog

Aparicio Rojo, Higinio. Husillos (Palencia), 15.VIII.1919 – Santurce (Vizcaya), 7.I.1995. XLV Superior General de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios (OH).

Realiza los estudios en algunos colegios estatales y también con los Hermanos de La Salle. A los catorce años, el 29 de agosto de 1919, ingresó en la Escolanía de Ciempozuelos siendo director de la misma el beato Juan Jesús Adradas. Durante tres años completó la primera enseñanza y se formó en el espíritu de la Orden.

El 3 de marzo de 1923 ingresó en el noviciado de Carabanchel, realizando la Profesión Simple el 28 de julio de 1924 en dicho lugar. Tuvo como maestro de escolásticos al mártir beato Braulio M.ª Corres. Destinado a Santurce, volvió a Ciempozuelos como ayudante en la Escolanía. En mayo de 1928 fue destinado a la Farmacia Vaticana. En el Hospital San Juan Calibita de Roma hizo el 15 de julio de 1929 la Profesión Solemne.



En 1931 fue nombrado director de la Escolanía de Ciempozuelos hasta 1934 en que volvió nuevamente a la Farmacia Vaticana. Allí permaneció hasta 1939, período en el cual asistió con fray Faustino Guilini al santo padre Pío XI que había pedido al padre general de la Orden que los dejara enteramente a su servicio como enfermeros. Permanecieron atendiendo al papa Pío XI desde diciembre de 1936 hasta febrero de 1939. En este tiempo, con sus dolencias más o menos agudizadas, nunca quiso que se separaran de su lado, formando parte de aquella reducida e íntima familia que tanto en el Vaticano como en la Villa de Castelgandolfo, convivía con la augusta persona.

Parte del día y durante toda la noche, deseaba tener un religioso a su cabecera, a quien acudía con la mayor confianza en todas sus necesidades. Supieron derramar en sus dolencias, como ángeles tutelares, las medicinas oportunas con el espíritu de caridad de san Juan de Dios. Los últimos ocho días de su enfermedad fueron para ellos de indecible trabajo y profundo dolor. No se separaron, día ni noche, los dos últimos días, muriendo en las manos del padre Higinio, reclinando la cabeza sobre su brazo izquierdo, mientras que con el derecho le enjugaba el sudor de la agonía, ya cárdenos, unos alientos artificiales con aparato de oxígenos, con plegarias y jaculatorias en ese postrer momento para con el encuentro del Padre; así Pío XI exhaló sus postrer suspiro entre los brazos de un humilde hijo de san Juan de Dios.



A la muerte del Papa, regresó a España como prior de la Casa de Palencia, en 1940 y 1946, consejero provincial y maestro de novicios en Santurce. En el capítulo general de 1947 es nombrado primer consejero y procurador general. En 1956 es nombrado provincial de Castilla. En el capítulo general celebrado en Roma en 1959 es elegido XLV superior general de la Orden y reelegido por seis años más al terminar el primer sexenio. Fue un momento difícil y a la vez importante para la Iglesia y para la Orden, el del Concilio Ecuménico Vaticano II. Supo estar a la altura de los signos de los tiempos en todo momento. Su figura y su personalidad, tanto humana como espiritual impactaba a todos. Contagiaba su celo, su discreción, su elegancia espiritual y, sobre todo, la dignidad, la exquisita dignidad con que siempre trató de desempeñar sus obligaciones como religioso y superior en sus cargos. En varias circulares transmitió a los hermanos y colaboradores la doctrina conciliar animando a asumir con espíritu renovado las decisiones de la Iglesia.

Se preocupó particularmente de “la renovación interior de cuanto constituye la esencia del estado religioso” y en especial de promover la formación espiritual y técnica de los religiosos. Se estableció dos años de noviciado e instituyó el Escolasticazo. Impulsó el Centro de Espiritualidad y Misionología de Roma.

Imagen publicada en: Joan Vendrell i Campmany, blog. En una calle de Palencia

Se caracterizó por la formación pastoral y vocacional de la Orden. Convocó a este fin un capítulo general extraordinario para renovar las Constituciones.

Se distinguió como persona de fina sensibilidad en la asistencia a los enfermos, muy delicado y afable con todos en el trato personal con un estilo muy sencillo.

Artículo publicado en: Real Academia de la Historia

Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales

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