CRÓNICA E
IMÁGENES DE LA BOTADURA
CRUCERO ACORAZADO INFANTA
MARÍA TERESA, 30 DE AGOSTO 1890
El 30 de Agosto de agosto ha sido
un día fausto para la patria española y la invicta villa de Bilbao, no por
lauros de guerra, siempre manchados de sangre, sino por brillante victoria de
la industria marítima nacional; de los Astilleros del Nervión, creados ayer,
por decirlo así, porque en el sitio donde ahora existen los principales y más
importantes elementos para una poderosa industria, sólo había hace nn año una
extensión de terreno cubierto de hierba y maleza, fue botado a la histórica ría,
con éxito felicísimo, el soberbio casco del crucero Infanta María Teresa,
primero de los tres que en aquellas gradas se construyen.
No vamos a representar hoy, por
medio del grabado, la brillante fiesta celebrada, porque es tarea imposible
describirla gráficamente en tan breve tiempo, con sus magníficos detalles, con
la grandiosidad y verdadera magnificencia de que ha sido revestida: hoy sólo
inauguramos la serie de grabados que tenemos dispuesta, referentes al solemne acto
de la botadura del Infanta María Teresa, publicando en el de la plana primera
un dibujo del natural, del colaborador artístico y representante de este
periódico en aquel acto, Sr. Comba , y el cual representa la llegada de S. M.
la Reina Regente al templete levantado frente al colosal casco del crucero,
para la regia ceremonia de inauguración.
Y para describir ésta, séanos lícito
guiar nuestra pluma a través de las hermosas y entusiastas reseñas publicadas
por nuestros colegas El Noticiero Bilbaíno, El Diario de Bilbao, El
Norte y otros periódicos de la invicta villa.
Indescriptibles eran el
movimiento, la animación que desde las primeras horas de la mañana comenzaron a
reinar en Bilbao; los trenes, los tranvías, los remolcadores, las embarcaciones
de todas clases marchaban a los astilleros del Nervión y sus cercanías,
materialmente atestados de expedicionarios; !os balcones de muchas casas de la
villa estaban engalanados con colgaduras; la estación del ferrocarril de
Portugalete se hallaba al mediodía invadida por un gentío inmenso que esperaba
la salida de los trenes, y por la tarde podía decirse que Bilbao entero guardó
fiesta para asociarse al fausto acontecimiento de la botadura del crucero Infanta
María Teresa, el cual fue bendecido solemnemente a las once de la mañana
por el Sr. Obispo de la diócesis, sobre la cubierta del buqué, adornado con
multitud de banderas.
Añadiremos que todo el trayecto, desde la estación de Portugalete hasta los astilleros, aparecía engalanado con mástiles y gallardetes; que en Luchana la compañía de este nombre había erigido un arco lindísimo; que las locomotoras y carruajes de los ferrocarriles mineros, así como los coches de los tranvías, ostentaban coronas y guirnaldas de laurel, banderas y flámulas
El tren Real, que había salido de
San Sebastián por la mañana, llegó a la
estación del Norte, de Bilbao, a las dos de la larde, resonando al punto los
acordes de la marcha Real y vivas al Rey y de la Reina Regente; en la estación
esperaban el Ayuntamiento, Cámara de Comercio, claustro de profesores del
Instituto de la Escuela Normal, de la Escuela de Comercio y de la Escuela de Artes
y Oficios, Junta de obras del Tuerto, señor Obispo de la diócesis, generales
Cappa y Aguilar, cónsules de las diversas naciones y representantes de lodos los
cuerpos e institutos de la guarnición y
de todas las oficinas del Estado y de las corporaciones; S, M. llegaba con el Sr.
Cánovas, el señor Ministro de Fomento, los generales Loma, Manríquez y Cátala, los
ayudantes de! cuarto militar de la Reina, el capitán de fragata Sr. Revuelta y
el coronel Ezpeleta, la Sra. Duquesa de Bailen y la Sra. Condesa de
Villapadierna; la Reina vestía traje de faya negra con encajes y pasamanería de
oro, y riquísima botonadura de brillantes y perlas.
La Regia comitiva se dirigió a pie
a la estación de Portugalete, marchando la Reina entro el Sr. Obispo de la
diócesis y el alcalde de Bilbao, Sr. Marqués de Casa-Torre; y mientras, las
tropas de la guarnición tributaban a S. M. los honores de ordenanza, las
señoras saludaban agitando los pañuelos y arrojando desde los halcones ramos de
flores y blancas palomas, y la muchedumbre prorrumpía en vítores y aplausos.
Llegó la Reina a los astilleros
en el tren de Portugalete, a las dos y cuarenta de la tarde, y a la salida del
taller de máquinas esperaba un hermoso coche abierto, arrastrado por ocho
robustos mozos vestidos de blanco y con boinas rojas: en este coche tomó
asiento la Reina, con la Duquesa de Bailen, la Condesa de Villapadierna, los
Sres. Cánovas e Isasa, el Duque de Medina Sidonia, el Marques de la Puente y
Sotomayor, el Sr, Obispo de la diócesis y el Sr. Martínez Rivas, que marchaba
al estribo derecho.
En esta forma llegó la comitiva
hasta el hermoso templete levantado frente al crucero, y allí le fueron
entregadas a S. M. las preciosas tijeras con que había de cortar la cinta de
lanzamiento; y cuando todo estuvo dispuesto, y separadas ya las cunas en que se
sostenía el enorme casco del crucero, adelantase hacia el saliente de la
tribuna el Sr. Martínez de las Rivas, y vitoreó tres veces a S. M. el Rey, a S.
M. la Reina Regente y a S. A. R. la infanta Doña María Teresa, siendo
contestado con indescriptible entusiasmo por la innumerable concurrencia
Izóse entonces en lo alto del templete el
pendón morado de Castilla; rompió a tocar la marcha Real la música de los
astilleros; a las tres en punto de la tarde cortó la Reina Regente la cinta de
la botadura y el colosal casco del crucero, después de cortos instantes de
quietud, se deslizó majestuosamente hacia la ría y se irguió luego imponente y
soberbio en las tranquilas aguas.
Resonó entonces un ¡viva España!
atronador, inmenso; aclamación imponente de las 50.000 personas que
presenciaban la ceremonia, en los astilleros, en las márgenes del Nervión, en
los buques surtos en la ría, en las alturas cercanas; espectáculo sorprendente,
sublime, que era como la consagración del gran triunfo ganado en aquel momento
por la industria marítima nacional, allí representada por los infatigables
constructores de los astilleros y del crucero, Sres. Martínez de las
Rivas-Palmer.
Terminado con felicísimo éxito el
acto de la botadura, izaron se en el nuevo y poderoso buque el pendón de
Castilla y dos grandes banderas nacionales, así como el telégrafo de banderas,
y en seguida el Sr. Martínez de las Rivas repitió los tres vítores al Rey, a la
Reina y a la infanta Doña María Teresa.
Inmediatamente se verificó, en el
taller de construcción de cañones, suntuosamente decorado, la recepción regia,
que fue brillantísima, y en el mismo inmenso local se sirvió espléndido
banquete, al que concurrieron más de 500 comensales, bajo la presidencia de la
Reina, a cuya derecha tomó asiento el Sr. Presidente del Consejo de Ministros,
y a cuya izquierda sentóse el Sr, Martínez de las Rivas.
A las cuatro y cinco minutos de
la tarde se levantó S. M., para regresar, con su comitiva, a Bilbao, siendo
despedida con entusiastas vítores, entre los acordes de la marcha Real y el
disparo de innumerables cohetes y salvas.
El tren Real llegó a San
Sebastián a las once de la noche. después del esfuerzo realizado en los
astilleros del Nervión (diremos con el Sr. Martínez de las Rivas) los Gobiernos
españoles no harán más contratos de buques en el extranjero, sino que prestarán
decidido apoyo a las industrias que aquellos representan, hasta que lleguen a establecerse
de manera que constituyan una gran honra para España. La ilustración
española y americana, 8 y 15 de setiembre de 1890
Reseñar que los cruceros:
Infanta María Teresa, Vizcaya y Almirante Oquendo, fueron
hundidos por la flota americana el 3 de julio de 1898 en la
batalla naval de Santiago de Cuba.
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