NAUFRAGIO
LANCHÓN “INOCENCIA” SETIEMBRE 1860
Los días 20 y 21 de setiembre en
la caseta de Banderas del Muelle de Portugalete se notifica el naufragio del
lanchón “Inocencia” con los siguientes despachos telegráficos:
Día 20, «Un lanchón ha sido arrastrado
por la mar en su entrada a la playa de N. E. Las lanchas están auxiliando su
tripulación, han sacado dos hombres en muy mal estado, otros dos se han
abogado, y aun se ven abordo otros dos o tres en mucho peligro, pues la mar es
bastante, e imposible el aproximarse a salvarlos.»
Día 21, «El lanchón que ayer
tarde fue arrastrado por las mares la playa de N. E. era el nombrado Inocencia,
procedente de Santander, con materiales para el ferrocarril, (Bilbao-Tudela).
Su tripulación se componía de siete hombres, de los cuales dos han
desaparecido, uno ha muerto en tierra, y de los cuatro restantes dos se hallan
en mal estado.»
Uno de los desaparecidos al que hace referencia el artículo era José Urioste, vecino de Bermeo, casado y de 40 años. Su funeral se celebró en la parroquia de Portugalete el 22 de setiembre.
Posteriormente el periódico
Irurac Bat el día 22 publica en sus páginas dicho naufragio.
“El lanchón Inocencia que
navegaba desde Santander para Bilbao y que hoy mismo ha salido de Castro,
cargado de railes para el ferrocarril del Norte, se presentó al frente de esta
barra a cosa de las 4 de la tarde. La barra no estaba buena, la mar era
bastante grande, y el piloto mayor que comprendía el peligro, hizo señal al lanchón
para que no acometiese a la barra, la que este no obedeció. Llegó a ella,
cuando recibiendo un golpe de mar derriba al timonero y saca la caña del timón,
se levanta, intenta colocar la caña en su sitio, pero entretanto se atraviesa
el lanchón, recibe algunas gruesas mares y vara a la parte del N.E.( Guecho)
pero antes de que este caso sucediera, el piloto mayor desde la torre de
señales de Portugalete, avisa que salgan lanchas a la Piquera y que se aproximen
a la nave náufraga, más estas no salen con tanta celeridad como para impedir
que dos de los náufragos se arrojen al mar y se ahoguen a vista de todo el
mundo.
De los cinco infelices que se
mantenían a bordo, tres se sujetan al palo de proa y dos al mayor, asiéndose de
las drizas algunos de ellos. En aquel monumento el cuadro era desconsolador.
Los náufragos que clamaban al cielo pidiendo auxilio y arrojándose al mar así
que empezaron a perder toda esperanza. Centenares de almas en las peñas y los muelles,
todas sufriendo. Por fin, salieron cinco lanchas y después de esfuerzos
inauditos consiguen acercarse al lanchón, pero no les era posible atracarlo,
sopena de perecer todos. En este estado arrojase un náufrago de los del palo,
de proa, y es salvado y conducido al hospital de la villa. Poco después se
arroja otro y es arrebatado por las olas, y cuando se le veía sumergirse un
valiente marinero de una de las lanchas arrojase también al mar, lo abraza y
consigue envuelto en un torbellino de espuma y agua, traerlo cerca de una
lancha que recoge ambos.
Así fueron echándose al mar uno
tras otro los náufragos y recogidos todos, muriendo uno de ellos en el
hospital, hasta que no faltaba de salvarse más que uno. Era este un niño que
permaneció 2 horas agarrado al palo de proa, en su mitad de altura, y que no se
atrevía a tirarse por mucho que se le gritaba. Las olas crecían, el lanchón se
deshacía, la noche comenzaba a oscurecer los objetos, y el muchacho no quería
arrojarse al mar. En este estado y cuando no se sabía que partido tomar,
derribas cae el niño al agua, en el acto y con gravísima exposición se abalanzan
dos lanchas, y logran salvar al imberbe náufrago, en medio de los aplausos de
la multitud. Si las lanchas hubieran salido más a tiempo hubieran salvado a dos
de los náufragos que vinieron a ahogarse al pie del muelle del Nordeste. No
obstante, algunos de los que las montaban obraron con mucho corazón,
descollando el Sr. Arechavala antiguo guardia-ría, Carranza, patrón de una
lancha, Aspiazu y otro por sobrenombre el Fuerte, todos marinos que merecen las
mayores alabanzas.
Dos lanchas se adelantan a las
otras salvando el hervidero de mares, cuya espuma barre la cabeza del muelle
del N. E., y se aproximan valientes al destrozado casco, logrando salvar a cinco
de sus tripulantes, pues los dos que primero se arrojaron desaparecieron para
no volver más. Los últimos que abandonaron el lanchón fueron su patrón Cortázar
y un muchacho de 15 años. El primero en los oberquillos del palo mayor basta
que la mar lo arrastró envuelto en sus olas. El desventurado niño, desnudo, se agarraba
a la relinga de la vela de trinquete, teniendo sus piernas pasadas por una
rifadura de la lona, sobre cuya rotura cabalgaba.
Cerca de dos horas permaneció en
tan angustiosa situación, balanceándose violentamente e las sacudidas de la
vela, viendo arrancados por las olas uno, a sus compañeros...... a su padre,
llevado por la mar que rujía a sus pies, amenazando arrancarle su recurso
único, ¡el palo trinquete! En medio de tan desgarradora agonía, ve la noche
próxima y las lanchas que se aprestan a abandonarle, y se arroja al mar,
corriendo un nuevo e inminente peligro, pero el cielo se apiada del joven
marino y juntamente con el patrón es llevado a tierra en donde el señor alcalde
atiende cuidadosamente las desgracias de todos.
El pobre joven ignora todavía que
es huérfano. Su desgraciado padre es uno de los cadáveres.
La primera vez que se movieron
sus labios cuando era conducido en (a lancha, fue para reclamar: «¡aita! ¡aita!
(padre, padre), palabras que pronunció trabajosamente.
Las lanchas salvadoras se llaman Los
dos amigos y La Grulla, y los valerosos marinos que las patroneaban
eran de la primera, José Ramón Fernández y Domingo Azpiazu, y de la segunda,
Braulio Carranza. En Los dos amigos iba así mismo Arechavala,
infatigable en estos casos.
Los nombres de los tripulantes de
las dos dichas lanchas son los siguientes:
Lancha dos amigos, José
Ramón Fernández, Juan Domingo Azpiazu, Manuel Eguia, Manuel Astuy, Braulio Pérez,
Benito San José, Eustaquio Landavaso, Víctor Barbat, Gabriel de Egusquiza,
Sandalio Urioste, Carmelo Eguía, Restituto Egusquiza, Santos de Iruza y Manuel
Antonio Naverán.
Lancha Trainera. Braulio Carranza,
Mariano Barbat, Antonio Echevarría, José Ramón, que fue el que se tiró al agua,
Juan Bautista Sarria, José Antonio Costa, Juan Corrageri, José Ignacio
Chacartegui, Pablo de Arreche, Antonio Orue, José Goicoechea, Juan Cruz Aguirre”.
Sentimos no saber el nombre de un
caballero forastero que impresionado ayer por la heroica conducta de les
lancheros que acudieron al socorro del lanchón Inocencia en Portugalete,
dio doce duros a la que montaba el valiente Arechavala y cuatro más a la de
Braulio Carranza.
Aurelio Gutiérrez Martín de
Vidales
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