miércoles, 6 de diciembre de 2023

 

CELEBRACIONES DE FÁBRICA



Llegadas estas fechas, días de celebraciones, me viene a la memoria la última vez que participé en una comida de fábrica, y de ello ya han pasado más de 15 años.  En ella estábamos citados trabajadores de diferentes plantas de Arcelor Mittal, a muchos de los cuales desconocía.

Vaya por delante que siempre he sido reacio a compartir mi tiempo con personas desconocidas y si hay alcohol de por medio menos todavía, será por que uno tiene el culo pelado de ir a bodas y bautizos. En esta ocasión en la que mi postura era de silencio moderado en los debates recurrentes en la mesa, una persona que tenía junto a mí de apellido Gorostizabal, viendo que yo no participaba en las discusiones, y siendo el turno de si ser o no ser vasco, me preguntó si yo me sentía vasco. Y cual era mi apellido, entonces, Gutiérrez Martín, poco para vasco.

Tal y como decía mi amigo Eugenio que a los cojos les reconocía sentados, le respondí que yo me sentaba recto, más que nada por las lumbares. No le pareció al contrario de quienes me conocían una respuesta con sentido, y el dicho Gorostizabal vuelta la burra al trigo. Mis conocidos viendo que me rascaba una ceja, y anticipándose a lo que venía exigieron un silencio absoluto.



Entonces y desde aquello paso de dar simples explicaciones a simples, así que le dije: Creo que como yo tienes una madre y un padre. Mi madre, Martín de Vidales Millas, hasta su cuarta generación anterior son de un pueblo de Toledo, de Mora en concreto. De lo que me considero muy orgulloso.

Sin embargo, mi padre, Gutiérrez del Moral, hijo de un santurzano en la que su línea paterna se remonta hasta 1700 como radicados en Santurce. Anterior a esta fecha los Gutiérrez de tierras castellanas. Sin embrago por su línea materna, hay cruce de Cantabria y Burgos entre sus ascendientes. Por lo cual mi cuerpo es un batiburrillo de genes de todos los cuales me siento orgulloso. Más puros los de Toledo. Y si me das a elegir entre las ciruelas, o el trigo, me quedo con el pan, o sea que si me llamas moracho tampoco me enfado, todo lo contrario.

Todavía el susodicho preguntón lo está pensando.

 Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales

 

 

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