JOSÉ MARÍA SANTOS HERA PUENTE
1º VIZCONDE DE
PORTUGALETE
José María Santos Hera Puente fue
bautizado en Sestao el 1 de noviembre de 1792, y falleciendo en Madrid el 22 de
enero de 1859. Sus padres eran Ramón Hera Balparda, bautizado en Santurtzi el 4
de mayo de 1741 y Francisca Puente y Casares, este matrimonio se celebró en la
iglesia de San Jorge de Santurtzi el 26 de julio de 1777.
José Santos contrajo matrimonio
en julio de 1832, en Cuba, con María de los Dolores Ibarrola y Mollinedo (13 de
agosto de 1807 – 30 de junio de 1841), hija de Miguel Ibarrola González,
marqués de Zambrano y ministro del Ejército, y de Isabel Molledo; el marqués de
Zambrano, Gran Cruz laureada de San Fernando, fue el artífice del Ejército
español durante los últimos años del reinado de Fernando VII.
Estudió en el seminario de
Vergara y a continuación inició su carrera militar, animado por su hermano el
coronel Felipe, quien formaba parte del ejército español en Perú. En su
trayectoria militar se distinguen dos etapas, una primera en la América española,
que abarca de 1810 a 1834, y donde fue a combatir contra los independentistas,
y la segunda en la Península, durante la Primera Guerra Carlista.
Su primer destino fue en
diciembre de 1810 como cadete en el Regimiento de Infantería de Buenos Aires.
Al año siguiente se trasladó al virreinato del Perú, donde luchó durante
catorce años, hasta diciembre de 1824, contra los insurgentes secesionistas; en
estos años participó en numerosas batallas y le ascendieron por méritos de
guerra, en el escalafón militar hasta mariscal de campo (octubre de 1823).
Destacó por sus dotes organizativas y entre los destinos que ocupó destacan los
siguientes: gobernador y comandante general de la provincia de Charcas y
presidente de su Real Audiencia (1816), subinspector general de las tropas de
Infantería y Caballería pertenecientes al Ejército del Alto Perú y jefe del
Estado Mayor del mismo (1821), gobernador político y comandante general de la
provincia de Potosí y superintendente de la Casa de la Moneda de Minas y del
Banco de San Carlos de Potosí (1822), comandante general de División y de la
provincia de Arequipa (1824).
Tras la derrota de Ayacucho
(1825), que supuso la finalización de las esperanzas de mantener la dominación
española en Perú, se le encomendó otra misión pacificadora y así, se le ordenó
traslado a la Capitanía General de Filipinas, donde fue nombrado 2.º cabo y
subinspector general de las tropas de Infantería, Caballería y Milicias de
Filipinas; de allí y por motivos de salud, como consecuencia de las heridas
sufridas durante las acciones del verano de 1824, se le concedió destino en
Bilbao en noviembre de 1827. Tras permanecer hasta 1831 en situación de
cuartel, fue nombrado 2.º cabo de la isla de Cuba y posteriormente gobernador
político y militar del Departamento Oriental.
En 1834 regresó a la Península
habiendo ya comenzado la guerra civil, suscitada por la cuestión dinástica como
consecuencia del fallecimiento de Fernando VII, y el Gobierno resolvió formar
un ejército de reserva, que abarcase las provincias de Burgos, Santander, Soria
y Logroño, para impedir el paso de los carlistas a Castilla; por Real Decreto
de 17 de marzo de 1835 se le confió el mando de este ejército al entonces
general de La Hera, quien se encargó de él en la ciudad de Burgos; al año
siguiente obtuvo el ascenso a teniente general y se le encomendó el mando del
Ejército del Norte; desde este puesto dirigió expediciones y columnas móviles
en persecución de los carlistas destacando su actuación en la ciudad de Bilbao.
Su carrera militar siguió sumando
cargos, como el de inspector general de la Milicia Nacional del reino (de
carácter honorífico), que desempeñó hasta 1837, o el de capitán general de las
islas Baleares en 1839, cargo al que renunció ante la propia Reina gobernadora,
cuando, en 1840, Espartero fue nombrado regente.
En 1841, y de cuartel en el
extranjero disfrutando de una real licencia, volvió por motivos familiares a la
Península: estando en Santander, fue arrestado, arbitrariamente, acusado de
“conato de fuga y complicidad en la rebelión de las provincias vascas”,
remitiéndose su causa al Tribunal Supremo de Guerra y Marina; en marzo de 1842
se sobreseyó el sumario incoado, con la expresa declaración de que este
procedimiento no perjudicase su nombre, reputación y carrera.
De nuevo con los moderados en el
gobierno, fue designado primer vocal de la Junta Consultiva del Ministerio de
la Guerra, consejero de la Sección de Guerra de Consejo Real y vicepresidente
de la sección de Guerra del Consejo Real de España y Ultramar; tras el Bienio
Progresista recuperó de nuevo el protagonismo político, siendo presidente del
Tribunal Supremo de Guerra y Marina en 1856 y vocal de la Junta Consultiva de
Guerra en 1858.
Su actividad parlamentaria se
inició en 1839 siendo diputado electo por Toledo; renunció al acta cuando, tras
ser incluido en la terna de los propuestos a senador, fue nombrado como tal en
octubre de ese mismo año; en la legislatura de 1843 fue elegido senador por
Vizcaya, y a partir de 1845 fue designado senador vitalicio.
Se le concedieron los títulos de
conde de Valmaseda (1846) y vizconde de Portugalete; fue gentilhombre de
Cámara de Su Majestad y se le condecoró con la Gran Cruz de la Real Orden
Americana de Isabel la Católica en 1827; en 1835 recibió la laureada de San
Fernando y en 1837 la de San Hermenegildo y recibió igualmente diversos escudos
y distintivos militares por sus acciones militares.
https://historia-hispanica.rah.es/biografias/21560-jose-santos-de-la-hera-y-de-la-puente
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