domingo, 26 de mayo de 2019


CANICAS


Llevaba meses intentado comprar canicas de colores, no esas bolas de cristal todas idénticas que se venden como complemento de adorno, principalmente para jarrones.

Yo quería canicas de las de antes, de cristal, de barro, cerámicas, etc., pero de colores y tamaños diferentes. Y por fin en un rastrillo, una persona me dice que  tiene una bolsa de ellas, guardadas, sin que nadie salvo ella se acuerde que están allí, apretujadas en una bolsa, en el oscuro rincón del baúl del olvido, y que todo el contenido de la bolsa las vendería por 10 euros.

Hecho el trato, al día siguiente me hago con la bolsa, (184 canicas) y con los recueros de la vendedora. Sus recuerdos que vuelan parejos a los míos. Recuerdos, que como las canicas se las pasaré a mi nieto, unas de modo físico, los otros con historias a modo de cuentos, bálsamo de los felices sueños.

 Nuestra infancia a diferencia de esta actual, éramos más de juegos asociativos, y las canicas no tenían tope de jugadores. Yo recuerdo de llevar siempre una canica en el bolsillo, no la misma, la que más me gustaba en ese momento. Vivimos en una etapa que no es ni mejor ni peor que otras pasadas, sin nostalgia alguna, pero siempre con el recuerdo de lo que a cada uno le ha hecho feliz. Y a mí las canicas me trasmiten felicidad.

Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales

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