domingo, 19 de mayo de 2019

MORCILLLAS DE ABATXOLO


MORCILLLAS DE ABATXOLO


Cuando en fechas cercanas escribí y publique un artículo sobre las salchichas de Abatxolo, las de la carnicería de Estancona para más datos, acabé dicho artículo con la referencia, que no amenaza, que lo próximo sería hablar de las morcillas, que al igual que las salchichas, es difícil de encontrar en la Villa, tan ricas y deliciosas. Salchichas y morcillas con label arte-sanas.

Más de uno, entre ellos los propios interesados, me comentaron que unas morcillas no podían dar para tanto, y menos para un artículo dignamente extenso. Lo que ellos desconocían de este reto, al igual que de muchos anteriores que hacen referencia a nuestro Barrio de Abatxolo, hablar de estas morcillas, es también hablar de recuerdos y vivencias.

Es volver la vista atrás, y recordar que el cocido era la comida más habitual en las casas donde se podía ser pobre y feliz a la vez. En aquel entonces,  en mi casa éramos tantos los que nos sentábamos a la mesa a comer, yo el décimo hermano de once, que a modo de chanza suelo decir que “en casa  siempre comíamos a la carta, mi Ama Vicenta repartía, y al que le tocaba la sota de oros, no le llegaba el postre”.

 Por supuesto que los cocidos siempre iban acompañados de sus tropiezos: tocino, chorizo y morcilla, con las pagas solía aparecer la costilla. Sin género de duda alguna, que estos sacramentos eran comprados en la carnicería de Adora. Cocido, siempre acompañado de mucho pan. Las comidas se realizaban por turnos, primero los pequeños, después los mayores, no había mesa para tantos comensales. Para aligerar la comanda, la morcilla se metía en un trozo de pan, bocadillo y a la calle, todo esto con el acompañamiento del dicho de la Ama, “a cagar a la huerta de Angelita”.


Hoy en día sigo con los mismos hábitos, elimino lo de la huerta y comer el bocadillo en la calle, el resto lo hago todo en casa, y mientras  como el bocadillo de morcilla, me relamo de gusto recordando esa época. Recuerdos de verme jugar con Edu en el patio de su casa, y ver a sus padres elaborar las morcillas, con la suerte añadida de que si se rompía alguna, nos la ofrecían para poderla comer allí muy calentita. Esto es imposible olvidar, y de este gesto siempre estaré agradecido.

Su aroma inconfundible cuando las estaban elaborando inundaba todo Abatxolo, y cual  imán,  atraía a la mujeres del barrio para que dadas las horas de cortesía, fueran compradas y cocinadas en las casas. En cocido, asadas, o fritas con tomate, igual de ricas.

Hoy Txerra y Edu, siguen alimentando grandes recuerdos futuros a esta generación, que seguro el día de mañana, al igual que yo hago hoy, recordarán aquello que en su paladar está marcado desde la más tierna infancia.

Quizás en junio, toque hablar de los perucos de San Juan.

Aurelio Gutiérrez Martín

2 comentarios:

  1. Gracias Aurelio por narrar con tanta exactitud y sentido del humor a través de las morcillas, una época pasada, de estrecheces y renuncias pero también de ilusiones y alegría. La frase "Las casas donde se podía ser pobre y feliz a la vez" es absolutamente genial. Un abrazo compañero

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  2. Recuerdos de un barrio solidario, de proletarios con vocación de llegar a ser clase media, y sin querer, con ello perder esa solidaridad que tanto nos hizo ser felices. Un abrazo y gracias por tus palabras

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