MORCILLLAS
DE ABATXOLO
Cuando en fechas cercanas
escribí y publique un artículo sobre las salchichas de Abatxolo, las de la
carnicería de Estancona para más datos, acabé dicho artículo con la referencia,
que no amenaza, que lo próximo sería hablar de las morcillas, que al igual que
las salchichas, es difícil de encontrar en la Villa, tan ricas y deliciosas.
Salchichas y morcillas con label arte-sanas.
Más de uno, entre ellos los
propios interesados, me comentaron que unas morcillas no podían dar para tanto,
y menos para un artículo dignamente extenso. Lo que ellos desconocían de este
reto, al igual que de muchos anteriores que hacen referencia a nuestro Barrio
de Abatxolo, hablar de estas morcillas, es también hablar de recuerdos y
vivencias.
Es volver la vista atrás, y recordar
que el cocido era la comida más habitual en las casas donde se podía ser pobre
y feliz a la vez. En aquel entonces, en mi
casa éramos tantos los que nos sentábamos a la mesa a comer, yo el décimo
hermano de once, que a modo de chanza suelo decir que “en casa siempre comíamos a la carta, mi Ama Vicenta
repartía, y al que le tocaba la sota de oros, no le llegaba el postre”.
Por supuesto que los cocidos siempre iban
acompañados de sus tropiezos: tocino, chorizo y morcilla, con las pagas solía
aparecer la costilla. Sin género de duda alguna, que estos sacramentos eran
comprados en la carnicería de Adora. Cocido, siempre acompañado de mucho pan.
Las comidas se realizaban por turnos, primero los pequeños, después los mayores,
no había mesa para tantos comensales. Para aligerar la comanda, la morcilla se
metía en un trozo de pan, bocadillo y a la calle, todo esto con el
acompañamiento del dicho de la Ama, “a cagar a la huerta de Angelita”.
Hoy en día sigo con los mismos
hábitos, elimino lo de la huerta y comer el bocadillo en la calle, el resto lo
hago todo en casa, y mientras como el
bocadillo de morcilla, me relamo de gusto recordando esa época. Recuerdos de
verme jugar con Edu en el patio de su casa, y ver a sus padres elaborar las
morcillas, con la suerte añadida de que si se rompía alguna, nos la ofrecían
para poderla comer allí muy calentita. Esto es imposible olvidar, y de este
gesto siempre estaré agradecido.
Su aroma inconfundible cuando
las estaban elaborando inundaba todo Abatxolo, y cual imán,
atraía a la mujeres del barrio para que dadas las horas de cortesía,
fueran compradas y cocinadas en las casas. En cocido, asadas, o fritas con
tomate, igual de ricas.
Hoy Txerra y Edu, siguen alimentando
grandes recuerdos futuros a esta generación, que seguro el día de mañana, al
igual que yo hago hoy, recordarán aquello que en su paladar está marcado desde
la más tierna infancia.
Quizás en junio, toque hablar
de los perucos de San Juan.
Aurelio Gutiérrez Martín
Gracias Aurelio por narrar con tanta exactitud y sentido del humor a través de las morcillas, una época pasada, de estrecheces y renuncias pero también de ilusiones y alegría. La frase "Las casas donde se podía ser pobre y feliz a la vez" es absolutamente genial. Un abrazo compañero
ResponderEliminarRecuerdos de un barrio solidario, de proletarios con vocación de llegar a ser clase media, y sin querer, con ello perder esa solidaridad que tanto nos hizo ser felices. Un abrazo y gracias por tus palabras
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