lunes, 25 de agosto de 2025

 

TAL DÍA COMO HOY 25 DE AGOSTO 1897



PORTUGALETE: Todo aquel a quien guste mar franca y oír de noche desde el fondo de su habitación antes de conciliar el sueño, el ruido de las olas puede hallar muchos puntos en la costa Cantábrica, pero ninguno como Guetaria y Portugalete, y quien dice Portugalete, dice las Arenas. El turista debe elegir punto de partida a Bilbao, y cuando se canse del Nervión y de sus cinco puentes y de las calles amplias y de su formalidad inglesa, debe buscar la estación medio subterránea y tomar el tren que en pocas horas recorre los 10 ó 12 kilómetros que le separan del mar.

Allí a los lados de la vía late la existencia fabril y febril del Bilbao minero y metalúrgico, ostentando las infinitas chimeneas de Altos Hornos, en el Desierto y las fábricas de Sestao con sus rumores de trenes que se cruzan llenos de animación constante y dejando a un lado y otro y tomando de estación a estación infinidad de obreros, hallándose por todas partes una actividad que recuerda las cercanías de Nueva York y que deja en el ánimo del viajero español poco acostumbrado a las grandes industrias una impresión inolvidable.

Al fin, y en la desembocadura de la ría cuya margen derecha ha venido siguiéndose desde Bilbao, se ven dos pueblos alegres, llenos de hoteles y puestos en comunicación por el magnífico puente de Vizcaya, bajo el cual se cruzan los buques de mayor calado y de las más distintas nacionalidades. Pero al llegar a Portugalete no sólo se ven los altos palos y los mastileros con sus velas plegadas, sino también las olas gigantescas que cruzan sus espumas irritadas bajo la trabazón de hierro del muelle de Churruca y que se interna cerca de 1oo metros en el mar.



Allí la majestad del océano se presenta en toda su magnitud a los ojos atónitos que vuelven a contemplar el teatro de tantos dramas ignorados, de tantas angustias desconocidas; en aquel paseo donde en las noches de verano se oyen sonar alegres músicas, suenan en invierno, en los días de temporal, gemidos y llantos por los que no lloran.

SANTURCE: Otro de los pueblos más simpáticos de la costa Cantábrica es Santurce; a él acude una distinguida colonia veraniega que quiere gozar de los encantos de la vida de la costa, sin las exigencias que la moda impone en otras playas.

Es un pueblo pintoresco, que ofrece al veraneante todo género de comodidades, por el agradable trato de sus moradores, la limpieza y desahogo de sus casas, lo bien surtido de su mercado y, sobre todo, por lo económicamente que allí puede hacerse la vida.

Santurce es una de las playas escogidas por los verdaderos bañistas, para quienes el principal y único objeto es cultivar la hidroterapia. También al hablar de este pintoresco rincón de la costa Cantábrica es preciso recordar a los pescadores que forman la mayor cantidad de la población.



Ahora en verano cuando se ve por doquiera más que fiestas, regocijos, alegrías, no se puede comprender cuántas trágicas escenas presenciarán aquellas playas en invierno, cuando las tempestades se suceden sin interrupción, cuando las frágiles barquillas van danzando sobre las olas, suspensas entre el cielo y los abismos.

Santurce ahora, como todas las playas del Norte, se llena entonces de mortales angustias. En las casas laten los corazones de las infelices mujeres que aguardan a sus maridos, a sus hijos, hermanos, novios lanzados en busca del pan de cada día sobre los mares enfurecido. Entonces el pueblo tan alegre esta época veraniega, extiéndese un cielo triste, cubierto de negrura, no tan triste ni tan negro, sin embargo, como el alma de sus habitantes, Pero hay que luchar, que ganarse la vida, y todos los días salen de Portugalete embarcaciones que Dios sabe si volverán. (Nuevo Mundo, 25 agosto 1897)

 Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales

1 comentario:

  1. Recuerdo que en mis años de infancia había una playa en Santurce situada por detrás del antiguo edificio de la Cofradía de Pescadores y en la zona de los actuales pabellones y terrenos ocupados ahora por A. Zamacona. Después mis recuerdos se trasladan al Rompeolas adonde se podía llegar andando o en tren, cuando llegaba éste hasta la estación termino próxima al antiguo Depósito Franco y debajo de dónde estuvo el Merendero del " Lucas".

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