domingo, 15 de septiembre de 2024

VICENTA MARTIN DE VIDALES


VICENTA MARTÍN DE VIDALES MILLAS, MI AMA


Ama, como no tengo momentos para olvidarte, te recuerdo el tiempo de todos los días, y los 14 de setiembre más.

Mi Ama, Vicenta Martín de Vidales Millas, nace el 14 de setiembre de 1914 en Mora (Toledo) y fallece en el hospital de Santa Marina de Bilbao el 12 de octubre de 1995. Sus padres fueron Vicente Martín de Vidales García Carretero, nacido en Mora en el año 1886, y que falleció en Toledo, el 21 de enero de 1927, y Juana Millas García, nacida en Mora en el año 1882 y que falleció en el mismo pueblo toledano el 22 de enero de 1971. 
 

Como buena moracha que fue, en los cincuenta años que vivió en Portugalete jamás olvidó a su pueblo, y a sus hijos todos los días nos regalaba un dicho o un recuerdo de Mora.

Sus abuelos por parte paterna fueron: Juan y Manuela y por parte materna: José y Juana. Todos ellos nacidos en Mora, y de profesión labradores. Esta saga familiar era conocida en el pueblo de Mora como “los Calaveras”. Así que sus hijos bien podemos presumir de ser "Navarrillos" por parte paterna y "Calaveras" por la materna



Sus hermanos fueron: Francisco Martín de Vidales Millas, (Mora 1910), Natividad, (Mora 1912) y Sagrario, (Mora, 1917).  

Mi ama Vicenta estuvo casada en primeras nupcias con, Amalio Rodríguez Jiménez, de profesión labrador, nacido en Mora el 11 de junio de 1911, y que falleció fusilado en la cárcel de Ocaña, por mandato de Franco el 31 de enero de 1941. La boda se celebró 10 de setiembre de 1935.


Amalio era hijo de Ascensión Rodríguez Jiménez y de Baldomera Jiménez Salamanca. Todos nacidos en Mora, y de profesión, labradores. Amalio solo tuvo una hermana de nombre Ascensión nacida en Mora en el año 1913.



En el año 1945 llega a Portugalete mi Ama Vicenta Martín de Vidales Millas, anteriormente, su marido, Amalio Rodríguez Jiménez, condenado por un tribunal militar franquista había sido fusilado en la cárcel de Ocaña, y ella a su vez expulsada del pueblo durante un periodo mínimo de diez años.  Su vida era insostenible en el pueblo que la vio nacer.

Viuda y con tres niñas pequeñas, aconsejada por familiares que realizaron los trámites oportunos, se desplaza a Portugalete, puesto que sus tres hijas nacidas en Mora: Ascensión, Vicenta y Carmen, eran ingresadas en la Congregación de las Esclavas del Amor Misericordioso de Sestao.

La Congregación de las Esclavas del Amor Misericordioso, había sido fundada en Madrid por La Madre Esperanza en la Nochebuena del año 1930, y en 1933 ya había una congregación en Santurce y en el año 1935 otras en Sestao y Bilbao. Esta fundación se distinguirá por su sensibilidad social. La Madre Esperanza ve con claridad la guerra que se avecina. Víctimas particulares e inocentes serán los niños que en gran número se verán huérfanos y abandonados, disponiendo las monjas el papel de madres. Disponían sus estatutos expresamente que las hermanas comieran lo mismo que los niños, y solo después que estos hubieran acabado, y que por lo menos un 25 por ciento de los internos tuvieran estancia absolutamente gratuita.

Estas serían las buenas voluntades de todas las congregaciones religiosas que acogieron a los niños en la posguerra, pero la realidad total fue bien distinta, tal y como lo relata Almudena Grandes en su libro “Las tres bodas de doña Manolita”

Vicenta, como muchos de los emigrantes que con escasos recursos llegaron a Portugalete a partir de la terminación de la guerra, compartió con ellos la práctica habitual de buscar alojamiento en una casa particular que les alojara como pupilos con derecho a cocina. En el caso de mi ama, su destino la llevó a la calle del Medio, en la casa de Florencio “Negus” e Isabel.

Su vida con la familia del “Negus” transcurre hasta 1948, año en el cual se casa con mi aita Patricio, pasando desde entonces a vivir a la casa de Abatxolo, donde nacimos los cinco pequeños. Durante este tiempo su medio de vida y sus ingresos económicas provenían de trabajos del hogar en casas. Con dichos ingresos pagaba el alquiler y lo que le llegaba para ayudar a sus hijas.




El cómo pudo llegar a conocerse Vicenta y Patricio, pudiera ser de la siguiente manera: las hijas de Vicenta estaban internadas en Sestao en el Amor Misericordioso, Araceli que hasta los 11 años había vivido en Ortuella y que estaba ingresada en el preventorio José Antonio de la sección femenina de Gallarta, es llevada en enero de 1947 al mismo centro sestaotarra, al igual que Purificación la hija de Florencio e Isabel.

Mis hermanas Carmen y Araceli estarían en Sestao hasta cerca del año 1951, sin embargo, mis hermanas Ascensión y Vicenta, antes de ir a vivir a la casa de Abatxolo, estuvieron unos años en la Congregación que las Esclavas del Amor Misericordioso tenía en Bilbao.

Esto posibilitó con toda seguridad que las tres familias se conocieran entre sí en las visitas a sus respectivas hijas a Sestao, y que la consecuencia final fuera el matrimonio de Vicenta y Patricio. Con esta unión, Vicenta recogió entonces el apodo de su suegra María Soledad “La Navarrilla”, y desde entonces fue conocida en Portugalete como Vicenta “La Navarrilla”, apodo que a su vez trasmitió a sus hijas e hijos.



Mi ama con tres hijas, mi aita con tres hijos, y los cinco restantes que tuvieron entre ellos, y que llegamos a este mundo de una manera escalonada, Nieves en 1949, Blanqui en 1951, Javier en 1953, Aurelio en 1955 y Arantza en 1957, formamos una familia en total 11 hermanos. En aquella casa que como me contó mi hermana Carmen, cuando no había agua potable, cosa corriente, había que bajar hasta la fuente de la Canilla, y subir los baldes a casa tapados con hojas de higuera para que no se desparramara el agua. Un millón de anécdotas nos trae esta casa a sus antiguos moradores……

A partir de entonces, la vida laboral de Patricio es como marinero en el Sporting y en AHV. La pesca, es un recurso para ayudar la economía familiar de tanta prole.

Vicenta que con 12 años servía en una casa en Madrid, y que se doctoró bien pronto arenando escaleras, fue una  incansable trabajadora como bien lo atestiguan sus diferentes carreras laborales, esas que no dan para poner un diploma en la pared, pero si para sobrevivir.

Mi ama Vicenta, titular indiscutible y honorífica de todos los calendarios que quieran glosar a la mujer trabajadora, desempeño infinidad de actividades laborales para sacar a sus hijos adelante. Sea lo siguiente una muestra, que no la totalidad:



En el mismo portal donde compartía vivienda con Isabel y Florencio “Negus” estaba la confitería de Barriocanal, lugar donde se dedicó a realizar tareas de limpieza bajo el auspicio de Aurora. Lo mismo que en el portal que estaba  enfrente del suyo, en la casa de Rosaura Alberdi, que yo conocí y tengo un recuerdo de ser una mujer buena y cariñosa. Más adelante trabajaría en casa de Pepita, igual de buena persona, ambas mujeres y su familia con mi ama se portaron extraordinariamente.

En el centro de la calle del Medio o Víctor Chavarri, la sastrería de Juan de la Fuente. Aquí mi madre trabajaba limpiando y con el tiempo mis hermanas Carmen y Vicenta de costureras, junto a Nieves Larrea, Lauri, Felisita, Ana Mari etc., buenas trabajadoras, y si no lo fueran, la hija de Franco, Carmen Polo, no hubiera encargado a esta sastrería hacerle un abrigo.

Cuantos retales no habrá recogido, guardados en la faldiquera Vicenta en la sastrería. Con estos después nos haría apaños en la ropa. Arte, ganas y estilo la sobraba para regalar.



Frente a la sastrería, la pastelería de Mendizábal, lugar donde trabajó junto a Araceli. Cada una en sus tareas, bien diferentes, pero oportunas para sacar la casa adelante. ¡Qué buenos estaban los manolitos de mantequilla! También trabajó en el matadero municipal limpiando vísceras, y en el Ojillo, en la carnicería de Lucita donde se ganaba el jornal picando cebolla. En ello estaba el día que muy embarazada de mi o de mi hermana Arantza se resbaló y casi nacimos en el intento.

El lavadero era otro de los lugares donde sacaba otro jornal, lavando nuestra ropa y la de aquellos que se lo solicitasen. Lavaba para la familia Ibarmia, para Ramonita, también para Felisa, una familia que vivía al comienzo de las escaleras del tren y otras que no recuerdo su nombre. Ropa blanca que en algunos casos entregaban mis hermanas los domingos por la mañana antes de ir a misa, puesto que la iglesia nos pillaba de camino. En otros casos, el día de labor que lo solicitasen.



El estraperlo y el tren de la Robla en el que viajaba, fueron medios para sacar provecho al excedente de pesca que Aita traía a casa. Ir hasta Valmaseda para traer algo al cambio y engañar a los del fielato, era un arte que manejaba con suma maestría. Sin embargo, las mejores piezas, sobre todo jibiones, eran destinadas a equilibrar la balanza del fiado de las tiendas de comestibles del barrio. Entonces, en los ultramarinos, las familias con sueldos escasos se compraban y se apuntaba la compra para liquidarla el día de paga.

Otra fuente de ingresos fueron los colchones. Si Vicenta era buena en todo lo que hacía, como colchonera no tenía precio. Las campas del lavadero y de Repélega son testigos de ello. Primavera y verano las mejores épocas para la realización de esta actividad. Era ponerte en la campa a varear, y pronto una mujer te preguntaba si se vareaba para casa o para fuera. Si la respuesta era lo segundo en seguida se llegaba al acuerdo del día y precio. Vicenta era tan honrada, que jamás por más que quisiera podría llegar a rica con este trabajo.


Cuantas vacaciones escolares a partir de cumplir los 15 años, me hacía acompañarla a varear colchones. En aquel entonces me decía: Aurelito, hoy tenemos faena, y una Fanta ese día me llevaba al gaznate. Hoy en día en mi casa siempre tengo una vara de avellano, es mi fiel compañera en mis paseos por el monte, y además me regala muy buenos recuerdos.

También estuvo hasta que alcanzó la edad de 65 años, unos quince años trabajando en el bar Paco o “Casa Vicente” de Portugalete. Ni de esta actividad, ni de las anteriores le quedó pensión alguna, unas porque ella no se dio de alta y en otras, porque no la dieron.

Vicenta hasta su fallecimiento en 1995, en los 50 años que vivió en Portugalete tuvo tiempo suficiente para dejar una huella, de la que estamos orgullosos sus descendientes. Trabajadora, cariñosa y amante de su marido Patri e hijos, nos enseñó con su ejemplo, que la Vida es más sencilla si lo que hacemos, es con Amor.

Esto, y muchas cosas más fueron posibles a causa de que el destino trajera a mi Ama a Portugalete, que viviera en casa de “Negus”, que pudiera conocer a mi Aita, y yo, que lo pueda contar, para homenajear a todos y todas, que hicieron de su vida un sacrificio por sacar a su prole adelante.

AMATXO, MAITE ZAITUGU.

Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales.


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