NAUFRAGIO
BERGANTÍN WILLIAM 1854
EL DIARIO ESPAÑOL, 5 de enero
1854. Artículo publicado anteriormente en el BOLETÍN DEL COMERCIO DE BILBAO el
31 de diciembre de 1853.
El bergantín William, que
hace tres meses salió de Londres con destino a Limpias-Cantabria para cargar
trigos, y después de haber arribado a diferentes puertos, se presentó en el Abra
el 17 del actual, donde se fondeó. Ya desapareció para el siguiente día, y
arribando a Castro-Urdiales, volvió a salir para Limpias el 26 con viento
fresco del Nordeste. A las ocho y media del miércoles se presentó a la vista
por el Oeste con viento muy duro, y antes de la hora de marea que era entre 11
y 12 horas, se abocó a la barra.
El piloto mayor le hizo las
oportunas señales desde los sitios acostumbrados, es decir, el castillo allende
Santurce y la torrecilla del muelle de Portugalete. Como el buque salido el día
anterior de Castro para Limpias no llevaba práctico de nuestro puerto, y a la
sazón era imposible suministrarle por el viento impetuoso y la marejada que
levantaba, venia sin este importante auxilio, de consiguiente su capitán no
debió comprender bien las señales que se le hacían.
Así fue como arremetió a Santurce
hasta que se persuadió de que la bandera le capeaba hacia el Nordeste, y
virando en rumbo a Algorta, fue a meterse en las rompientes de Guecho, las que
le envolvieron de tal modo que no tuvo más recurso que tirarse a embarrancar, por
donde divisó más agua y menos mares. Las lanchas de Portugalete que habían
salido a la piquera de la barra lo estuvieron llamando desde muy cerca, para
dirigirle al canal, y aun los marineros le capeaban con los chaquetones. En
Santurce se tripuló la bolisa con 15 hombres, pero al intentar auxiliar al
buque, les fue impedido salir por juzgarse azarosa la empresa. Lo propio
sucedió en Algorta, en cuyo puerto se hallaba preparada otra lancha.
Tuvo la suerte el buque varado de
quedar en buena posición para que al bajamar permaneciera completamente en
seco, de modo que recibiese todos los auxilios desde tierra y desembarcara la
tripulación con toda seguridad. Por la noche se le bajaron los masteleros y
vergas, recogidos en la jarcia, velas y enseres. Y considerábase ya que el
casco no tenía más aprovechamiento que el de romperle en su cama, para lo cual
fijó el cónsul de su nación un anuncio de remate, cuando nos aseguran que
habiendo propuesto el constructor Sr. Unzueta, director de los trabajos,
sacarle a flote por una cantidad alzada que no ha de serie satisfecha si no
cumple el objeto, ha convenido en ello el Sr. cónsul inglés.
Aurelio Gutiérrez Martín de
Vidales



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