LA VIDA PASA ----------NAVARRILLOS
Patricio Antonio "Tontxu" Ascensión
Hace más de un año, y después de reiteradas peticiones de mi hija Lorea para que dejara por escrito y para el recuerdo quienes somos y de donde venimos los Navarrillos de Portugalete, y así, haciéndola caso lo lleve a cabo elaborando una pequeña biografía de nuestra familia. Lo que sigue a continuación es una parte, la relacionada fundamentalmente con mis ascendientes, y recordando sobre todo a mis dos hermanos hoy ya fallecidos ; Ascensión y Tontxu.
Mi abuela era sardinera, pescadera de la plaza de Portugalete, de nombre María Soledad Moral Santa Cruz nacida el 31 de diciembre del año 1882 en Santurtzi en el barrio de Mamariga, lugar donde a su familia tanto en ese pueblo como en Portugalete tradicionalmente se les conocía y conoce como los Navarrillos, apodo que con orgullo llevamos todos sus descendientes. Murió en Portugalete el 7 de marzo de 1944.
Su padre Patricio Moral Santa María, nació en el año 1863 en Soncillo (Burgos) y falleció el 30 de agosto de 1907 a la edad de 44 años en Santurtzi, siendo los padres de este: Pedro Moral, natural de Salas de los Infantes y de María Santa María, natural de Poza de la Sal. Su madre se llamaba María Nieves Santa Cruz Pico, nacida en el año 1850 en Guriezo (Santander) falleció el 28 de octubre de 1938 a los 88 años de edad, morando en la calle Calvo Sotelo, nº 28. Los padres de María Nieves se llamaban Manuel y Carmen.
María Soledad, en la revolución de octubre del
año 1934 participó y destacó activamente en Portugalete y por ello los informes
que constan en su ficha política se la definen “como persona alborotadora, que
incita a sus hijos a provocar altercados con las fuerzas del orden”. En su día a la abuela de Eduardo Estancona,
Adora la carnicera, la escuché como se refería a ella llamándola, María La Roja.
De Patricio Moral Santa
María, su padre, hay constancia escrita de su presencia en el barrio de
Mamariga en Santurtzi, cuando a cuenta de una inspección por una epidemia de
cólera desatada en el año 1885, se le pide que” limpie el portal y se le
indica: que al este tiene los escusados al aire libre, sin cloacas”.
María Soledad tuvo otros cinco hermanos:
Felipe, Camilo, Pedro, Francisca, y Rogelio, todos nacidos en Santurtzi. Su
madre María Nieves llegó a Santurtzi acompañada por su hermana Ruperta que se
casó con José Landera González, y su padre Patricio, cuando llegó a Santurtzi,
estuvo acompañado por su hermano Lorenzo que se casó con Francisca Larena
Urioste. Por ello el aita del cura Román Landera y mi aita eran primos.
El apodo “la Navarilla” o bien “Navarrillo”
que también llevó consigo su hermano Ramón Felipe, que vivió hasta finales de
sus días en un caserío en el barrio de las Viñas, tiene su origen: en que sus
padres llegaron procedentes de Navarra a Santurtzi alrededor del año 1880, con
el fin de trabajar en las minas de Triano, y lejos de vivir en barracones, como
desgraciadamente vivieron muchas familias de inmigrantes, buscaron mejor cobijo
en el pueblo, y en concreto en el barrio pescador de Mamariga. La novedad en el barrio de personas oriundas
de Navarra, tuvo la consecuencia que en adelante se les conociera como los
Navarrillos, y a los hijos de Soledad y de Felipe como los “hijos de los
Navarrillos”. Y así sucesivamente.
La pesca conseguida era
vendida por La Navarrilla. Fueron propietarios de varias lanchas de pesca con
sus respectivos aparejos. En casa conservamos el catalejo que usaba por aquel
entonces en sus faenas, y un aparejo suyo para pescar jibiones. Su padre Camilo
Antonio Gutiérrez Arana falleció a causa de un naufragio siendo patrón de pesca.
Una vez casados León y
Soledad, fueron a vivir al Muelle Viejo de Portugalete, en la ya desaparecida
casa conocida como el “Ataúd”, y en cuyo su solar hoy en día está la casa de
los prácticos y remolcadores. Todos sus bienes desaparecieron una vez acabada
la Guerra Civil, ocasionada principalmente por la vocación comunista y
republicana de la familia. Su medio de vida era la pesca y el alquiler de
tinacos donde se lavaba dicha pesca.
Sus hijos fueron: Antonio, Laura, María,
Patricio, Miguel y Aureliano. Los Navarrillos.
Su infancia como la de
sus hermanos trascurrió como la de la mayoría de los residentes del Muelle
Viejo, ligada al mar y a la pesca, lugar donde recibieron su licenciatura.
En su profesión de
marinero estuvo afiliado a la célula del Partido Comunista de Portugalete y
esto le llevó a militar en el Sindicato Federación del Transporte Pesca e
Industria Marítima de España- UGT. Esta militancia le llevó durante la guerra
civil española a trabajar junto a su hermano Roque Antonio en el bou “Arkale”
que realizaba funciones de práctico en la Ría. Este buque fue hundido a
mediados del mes de junio del año 1937
en Portugalete, coincidiendo con la entrada de los fascistas en la marguen
izquierda. A raíz de estos hechos Patricio, se sumó a las milicias que huían hacia
Cantabria, siendo detenido posteriormente en Asturias. Hasta su regreso a
Portugalete en 1940 permaneció prisionero en el campo de concentración de
Rioseco-Valladolid.
Su pronta salida de
Valladolid, y con sus antecedentes comunistas parece sospechar que su vecindad
con José María de Arielza portugalujo como él, y a la sazón en aquel momento alcalde de Bilbao
por las fuerzas nacionales, facilitó su excarcelación y su posterior trabajo
como marinero en el Sportting Náutico de
las Arenas desde el año 1942. No todos los rojos que una vez acabada la guerra
y fueron excarcelados con antecedentes
republicanos y desafectos al régimen encontraron trabajo, y mucho menos en el
Sportting, lugar que era un símbolo de la burguesía local.
Posterior a su trabajo
en el Náutico, Patricio entró a trabajar como guardia maquinista en la flota de
AHV, en el gánguil de nombre Galindo, desde el 2 de abril del 1951 hasta el 9 de junio del 1969, cuando fruto de una
reconversión industrial fue jubilado anticipadamente con 60 años, con una mísera
pensión y 9 hijos en casa que mantener. De esos días todavía recuerdo como un
drama los lloros y lamentos de mi ama ante el futuro que se avecinaba. Su
pensión era en aquel entonces de 4.340 pesetas mensuales. Para ayudar al
sustento de la casa pronto encontró trabajo en Algorta como marinero de un
empresario local. Por ello durante años iba diariamente andando de Portugalete al
puerto de Algorta, conservándose como un roble.
Su trabajo en AHV no le hizo olvidar su afición y sustento como era la pesca, y así con su bote de remos de nombre” Tres Hermanos”, salía a faenar casi diariamente, no faltando en temporada los buenos jibiones, y demás pesca, cuya mayoría servía para ajustar cuentas con las compras diarias en las tiendas del barrio. La carnicería de Adora, la tienda de Benita, etc. Era gran aficionado a la lectura, periódicos como la Gaceta del Norte y el Hierro no faltaban diariamente en casa, así como tampoco las novelas de vaqueros de Estefanía que cada poco nos mandaba cambiar en el kiosco de la parada del Cristo a la vez que comprábamos un cuarterón de picado para liar cigarros. También era un enamorado de los libros con temática de la II Guerra Mundial. La otra lectura la clandestina siempre la ocultó, y como el decía “la clandestinidad obliga a que ni tu mujer conozca tus actividades”.
De mi aita, a
diferencia de mi ama, por ser persona reservada no guardo grandes recuerdos,
escasas fueron las conversaciones que
mantuve con él, y eso ha dado a lugar el
poco conocimiento que tenemos de su vida personal. También es cierto que cuando
uno sufre en la vida no necesariamente necesita revivirlo para no sufrir por ello.
Parecerá ahora una memez, pero recordar con cierto bienestar el día que aprobé
la primaria y me llevaron al circo de la Casilla y luego a comer pollo a la cervecera
es de lo poco que puedo recoger del armario de mi memoria. Eso y alguna partida
al futbolín que me regalaron por algún cumpleaños. Me acuerdo las noches de comienzos
de la década de los ochenta, juntos escuchábamos radio Pirinaika, que emitía
desde Francia y así poder superar la censura franquista.
Patricio, del
matrimonio con su primera esposa Felipa Aguado Bastida hija de Julián y María
nacida en Ortuella el 20 de agosto de 1911, tuvo tres hijos; Araceli, Antontxu
y Miguel
Mi hermano Antontxu nació
en Caen, en la maternidad de Hombay Francia el 3 de septiembre del año 1937 y fallecido recientemente el 22 de agosto de 2016.
Cuando las fuerzas sublevadas franquistas entraron en Portugalete en junio del
1937, la desbandada de ciudadanos fue total, y si hasta ese momento, el buque
“Habana” desde el puerto de Santurtzi, era el medio de sacar niños y mayores
fuera de la contienda, con la caída de la marguen izquierda, los nuevos
evacuados lo fueron ya a primeros de julio desde el puerto de Santander y
posteriormente del puerto del “Musel” Asturias. En el buque de carga inglés
“Sarastone”, cargó como tripulante Felipa y en el reparto de las personas que
llevaba de carga, 57 correspondieron a la región francesa de Calvados, Caen. En
la actualidad no existen papeles de nacimiento de mi hermano puesto que en la
segunda guerra mundial, coincidiendo con el desembarco de Normandía, verano de
1944, Caen fue fuertemente bombardeada por las fuerzas aliadas y entre los
edificios desaparecidos figuran la iglesia y el ayuntamiento.
Como curiosidad,
indicar que el buque inglés de carga “Sarastone”, tiene un lugar de honor en la historia, y por ello sus restos
están considerados como Bien Cultural por la Junta de Andalucía al haber sido
hundido en la II guerra Mundial, por un avión alemán en octubre del año 1941 en
el puerto de Mazarrón, Huelva
Mientras que la familia estaba desperdigada,
la madre en Francia y el padre preso, Araceli Gutiérrez Aguado, nacida en
Ortuella el 29 de mayo de 1936, hasta el retorno de su madre y hermano encontró
refugio en casa de sus tíos y abuelos, que residían en dicho pueblo minero. Con
el retorno a España, y puesto en libertad Patricio, el matrimonio pasó a
residir en Portugalete donde tuvieron a su tercer hijo Miguel. A causa de una
prolongada enfermedad, Felipa, falleció
en el hospital Civil de Bilbao el
15 de junio de 1944, a la edad de 33 años.
Mi hermana Araceli, dedicó su vida al cuidado
de sus padres, hermanos y la Familia, y si habría un adjetivo para definirla,
la Bondad no refleja totalmente su carácter. De su puesto de frutera en la
plaza del mercado queda un buen recuerdo en todas aquellas personas que tuvieron
el honor de conocerla. Para mí, la considero mi segunda madre. Antes de llevar
la frutería en la plaza del mercado, trabajó en la pastelería Mendizábal de la Calle
del Medio, a donde yo solía asomarme para que me diera un manolito, un bollo
con mantequilla o bien un pastel de arroz. También trabajó con la ama en casa de Pepita. En la plaza del mercado
estuvo hasta que cumplió 60 años, dejando el puesto de frutas por el que toda
la familia hemos pasado en algún momento de nuestra vida. Lorea en su tiempo
también hizo sus pinitos. La frutería a
mi me sirvió como lugar de formación sociológica, donde primaba la máxima “se
tarda un año en conseguir un parroquiano, y un momento para que se vaya”.
Martes, jueves y sábados la plaza del mercado de Portugalete se convertía con
la llegada de las aldeanas de la margen derecha de la Ría, en un hervidero de
personas, hoy ese modelo de actividad
económica está totalmente en desuso.
Ante los bombardeos y entrada de los
nacionales en Portugalete en el verano del 37, María Soledad y su hija María
evacuaron del pueblo, buscando refugio en Guriezo en casa de los familiares de su
madre y abuela, pero poco tardaron los nacionales en apresarlas. María no
olvida cómo tuvo que trabajar para ellos, limpiando, guisando en el convento
requisado a las Hermanas Clarisa y convertido en prisión, hasta el día de
Navidad 24 de diciembre de ese año 1937, y Soledad fue llevada presa a la cárcel
de Saturarán. Lequeitio, hasta el año 1941. Allí algunas monjas no se portaron
correctamente con mi abuela y por ello mi aita siempre tuvo una mala opinión
sobre estas religiosas. Del resto de los hermanos, después de servir en los
Batallones de Disciplinario de Soldados Trabajadores un periodo de tres años,
en el caso de mi tío Aureliano en Compostela, no tuvieron más roces con la
justicia franquista.
La tía María la nadadora o la colchonera, tal
y como se la conocía en Santurtzi, vio truncada por la guerra su carrera de
nadadora, donde destacó desde muy joven en diversas competiciones y travesías marítimas
frecuentes en aquel tiempo, siendo varios años campeona de la renombrada
Travesía Abra, años 1942 y 1944. La guerra la impidió participar en las Olimpiadas
de Barcelona. Durante muchos años ejerció un oficio hoy ya en desuso pero que
entonces muy reconocido: colchonera. Era una escena que llamaba mucho la atención, se exponía la lana
al sol para purificarla, para airearla y después con unas varas de avellano la
apaleaban hasta dejara suelta y vaporosa, como nueva, posteriormente la
introducían en las fundas, cosiendo sus puntos de ajuste hasta dejar un colchón
mullido y cómodo, que trasladaban a la casa de los dueños del citado colchón
cobrando el precio ajustado. Esta profesión también la ejercería mi madre
Vicenta, en mi juventud cuantos
colchones no habré vareado con ella. Escucho a mi ama decirme, ¡vamos Aurelito
que hoy tenemos faena!, ese día me ganaba un duro y una Fanta, seguro.
Recuerdos muy felices, ahora mismo me veo años
atrás y es el presente, estoy en las campas de Repélega, en el lavadero, en el
hueco del portal, cualquier lugar es bueno, yo vareo y Ama compone con la aguja
y con hilobala el colchón, lanas de ovejas churras, merinas, todas quedarán
igual de esponjosas. María, ya viuda de
Clemente Amo, pasó de vivir en la Viñas al Asilo de Portugalete, lugar donde falleció el
5 de junio de 2008, contando 92 años de edad, antes le había dado tiempo de
enseñar a nadar a varias generaciones de navarrillos.
Después de la guerra, el tío Roke Antonio, soltero,
se dedicó toda su vida al palangre, y el tío Miguel también soltero trabajó
principalmente en las obras. El tío Miguel, solía vivir en el dique de Portu,
en una lancha que le servía también de casa, haciendo con su amigo Nenote
sufrir a los chavales que íbamos al dique. Como les recuerdo comiendo mubles y
chicharros que asaban en fogatas junto a las vías del tren de la Canilla. También
hay que decir que gracias a él y otros portugalujos el 1 de marzo de 1962 se
pudo socorrer a los náufragos del bote las Arenas Portugalete que fue hundido
por el buque carbonero “Somio”. Tanto Miguel como Patricio fueron muy
aficionados al vino y al chiquiteo, tiempos muy duros. Antonio murió en casa de
un ataque repentino, pero Miguel murió en lo que pareció un accidente en el
dique, aunque en casa siempre hubo la sospecha de que un carabinero tuvo
relación con este “accidente”.
El tío Aurelio, mi padrino, murió en Burdeos
Francia, lugar al que se desplazó hacia 1962 en busca de trabajo y una nueva
vida. En verano solía venir a Bizkaia a casa de unos familiares de su mujer que
vivía en Deusto. Estos viajes terminaron
el verano que fue quemado el coche de su yerno por tener matrícula francesa.
Buen nadador, a mi en particular me enseñó a nadar montándome en su grupa en la
playa de Algorta, y una vez ido mar a dentro ,soltarme y así tener que hacer la
vuelta por mi mismo. Con él recogía mejillones en las rocas de la playa, y
algunas veces los empleaba en unas paellas que le salían de cine. Era muy
apañado y para su tiempo un avanzado, fregaba lo que manchaba. En Burdeos entre
otras actividades mantenía la cría y
venta de pájaros en la plaza de la ciudad. Cuando venía a Euskal Herria nos solía regalar jilgueros,
verderones, canarios, etc.
La ama Vicenta acogía a
todos en casa invitándoles a comer, y
salía al paso con este dicho “han venido tantos invitados, y como no teníamos
nada en la nevera, hemos tenido que echar mano de los huevos”. Hoy en día mis hermanos Javi y Tontxu tienen
esa misma afición de mantener pájaros en casa. Por cierto las primeras neveras
que conocí en casa, funcionaban introduciendo bloques de hielo que había que
comprar diariamente.
Mi tío antes de ir a Francia mantenía una
huerta junto al depósito de agua de Repélega, en mi infancia allí pasé muchas horas con él.
La de tomates que habré podido comer, y el gusto por ellos que aún conservo. Quizás
por esto exista un fundamento genético en la afición por la huerta que lleva tu
Ama Lorea.
De la tía Laura solo
tengo buenos recuerdos, vivía en Bilbao al final de la calle Zabala, y de su
marido de apellido Goicoechea, tengo los mismos recuerdos y sentimientos.
Mi ama, Vicenta Martín
de Vidales Millas, la mejor madre del mundo, como todas las madres que el mundo
ha dado, nació al igual que sus hermanos Sagrario, Natividad y Francisco en el pueblo olivarero de Mora de Toledo, en la calle Borregueras, el 14
de setiembre del 1914, falleciendo en Portugalete el 12 de octubre de 1995. Sus
padres se llamaban Francisco Martín de Vidales, fallecido el 21 de enero del 1927 y Juana Millas, nacida el 27 de diciembre del 1882, y fallecida el 22 de enero de 1971, naturales y fallecidos en Mora. Al día de hoy, poco a poco estoy descubriendo mi parte toledana y defender el orgullo de serlo.
Eran de familia
humilde y campesina, conocidos con el apodo de "los Calaveras", su mayor sustento era trabajar en los olivares y campos de
los latifundistas, y después e ir de rebusca en rebusca, garbanzos, ajos,
cebollas, y así poder tener alimentos. Es de entender que con los aires de la
República y la reforma agraria las ideas socialistas calaran profundamente en
esa tierra. Por todo ello Mora de Toledo tuvo el honor de disponer de dos
casinos, uno para los ricos, y otro para el pueblo, y también sufrió una fuerte
represión en la guerra civil.
Desde
la temprana edad de 10 años, estuvo
trabajando en una casa en Madrid. Con que gracia nos contaba aquella
anécdota del como se comportaba su
señora y de que manera la explotaban “hala Vicenta, y ahora para que descanses
un poco, vas arenar las escaleras”
De niño estuve una sola vez en Mora con mi
hermana Ascensión, siendo esta la única
vez que conocí a mi abuela Juana, pequeña, arrugada con luto riguroso, el
abuelo ya había fallecido. Esta fue la primera vez que comí pepino, vi las
golondrinas con sus nidos en el patio con pozo de la casa encalada, me llevaron a la tienda de “ca Loro” y mantengo gratos
recuerdos de ir montado en el burro de mi tío Francisco mientras repartía agua
entre los agricultores. Agua recogida en el pozo del manantial que hay a los
pies de la ermita de la Antigua. Francisco fue el padre de mi primos Antonia y Román que
con tanto cariño nos han recogido en su casa de Pantoja, al igual que sus hijos,
Miguel, Rocio y Belén junto a Tere, Carlos y Antonio. Sin olvidar a mi prima Angelines y su familia.
Las consecuencias de la
guerra la hicieron huir de su tierra natal, acompañando a sus hijas, llegando a
Portugalete hacía el año 1944. Ser viuda de un republicano tenía sus peligros y
uno de ellos era que las monjas se apropiaban de sus hijos y no quedaba más
remedio si no se les quería perder
acompañarles en sus viajes, en el caso de mis hermanas a Bilbao a la
Misericordia. Tampoco mi Ama pudo evitar los “paseos” por el pueblo por el
simple hecho de ser la mujer de un rojo. De su primer matrimonio con Amalio
Rodríguez Jiménez, hijo de Asunción y Baldomera, de profesión agricultor tuvo tres hijas,
Ascensión, Vicenta y Carmen. La militancia en favor de la república de su
marido le llevó a estar preso en la cárcel de Ocaña, siendo asesinado por las
fuerzas franquistas en el cementerio de dicha localidad, lugar donde fue
fusilado el 31 de enero año 1941, a la edad de 29 años y después de pasar
varios años preso. Mi ama contó en alguna ocasión de como solía estar en una
celda literalmente con el agua al cuello. Y de cómo el juez que le juzgó en
Mora en sus informes comentaba” que pase la viuda del reo”.
Su llegada a
Portugalete y la coincidencia con su futuro marido Patricio en el centro
religioso donde tenían recogidos a sus respectivos hijos, y antes de que las
religiosas tomaran alguna decisión contraria a los padres, les hizo que formalizaran sus relaciones,
casándose en octubre del año 1948, de esta unión nacimos: Nieves, Blanqui, Javi, Aurelio y Arantza. En
total 11 hijos, igual de hermanos.
Comienzos muy duros
tuvieron que ser para ella vivir en Abatxolo con sus hijos y sus cuñados
Antonio y Miguel, y más con este por su carácter tan navarrillo. Anterior de su
llegada, y antes del piso de Abatxolo mis tíos tuvieron que vivir en el
depósito de aguas, lugar donde se recogieron los perdedores de la guerra y que
por causa de los bombardeos u otros
motivos se hubieron quedado sin piso.
Vicenta, persona
trabajadora y de gran corazón, que no estaba reñido con un carácter con el que
hacía respetar. De su forma de afrontar la vida, vaya como muestra la anécdota
que le sucedió en la casa de Abatxolo. Pasó que un domingo como era
costumbre hizo la colada, y teniendo la ropa colgada, Petri, la vecina del piso
de arriba cuelga la suya y moja la nuestra. Mi ama enseguida reprendió a Petri,
y esta la contestó. “Vicenta los de arriba, siempre joden a los de abajo”. Tuvo
que pasar una semana para que se ajustaran las cuentas, Vicenta esperó a que
Petri colgara la ropa, y acto seguido ayudándose del recogedor lo llenó de
hollín y escarabilla, y lanzándolos al aire puso la ropa de Petri toda negra.
Poco tardó esta en poner el grito en el cielo, pero mi ama en seguida la calmó
o lo contrario, con esta sentencia” Petri, a veces los de abajo también joden a
los de arriba”. No pasó la situación a mayores, pero Petri jamás repitió su
actitud anterior.
Si ibas a casa
de visita y les llevabas por ejemplo unas nécoras que tanto les gustaban,
seguro que alguna regalaría al siguiente
hijo que continuara la visita y así sucesivamente. Persona generosa y
desprendida.
El estraperlo fue una
actividad importante que en casa llevaron a cabo para poder tener dinero y
comida para mantener a su prole. Ella
como otras tantas personas, iban hasta Burgos en el tren de la Robla cambiando
pescado por dinero o alimentos, intentando burlar a los aduaneros de los fielatos.
En una época había que pagar por cada mercancía que pasaba de pueblo a pueblo o
de provincia a provincia, y lo que ocultabas era el dinero que te ahorrabas por
no pagar.
Tanto a Patri como a Vicenta les gustaba el
cine y hubo una temporada que yo recuerde que iban al menos una vez a la semana.
Un día nos llevó a Javi y a mi al cine Mar a ver la película Ben Hur, al que
cortaba las entradas de apellido Mingorance le dice” voy a sentar a los niños, y salgo. Una vez que
nos colocó, se sienta ella también y le dice a una señora que estaba junto a
ella” verdad señora que ya que estoy sentada para que me voy a ir” la señora
todavía debe de estar alucinando. Tenía salida para todo y para todos.
Muy dada a los refranes y llena de dichos, no
había un comentario que no terminara con un refrán o anécdota, hoy es el día
que cuando uno de sus hijos relatamos algo de antaño, acabamos la frase
diciendo “como decía la ama” De salud delicada, sus vistas a hospitales fueron
frecuentes en especial los que le hacían visitar con más frecuencia de las
deseadas al de Santa María. La muerte temprana de su hija Ascensión cuando
contaba con solo 30 años de edad, el 13 de abril de 1966, fue un dolor que la
acompañó toda su vida.
Por su forma de ser,
siempre fue una persona muy querida y respetada por los vecinos y allegados. Toda
su vida la dedicó a la familia, al trabajo en casa, en el Bar Paco, lavando
ropa para ajenos, haciendo colchones, peseta a peseta para sacar toda una prole
adelante. Se fueron los dos y con ellos los secretos de sus vidas. En especial
Vicenta, la Navarrilla, supo trasmitirnos que el Trabajo, el Cariño y la
Solidaridad son fundamentales si queremos mejorar esta vida.
Nuestros padres nos enseñaron a ser
responsables en el trabajo, solidarios, justos y honrados, conformarnos con lo
nuestro y jamás obtener provecho de lo ajeno. No se necesita más para vivir con
la cabeza alta. Llevamos con orgullo nuestro carácter tan característico de
navarrillos, genio apacible y aparentemente fáciles de convencer, pero
manteniéndonos firmes con nuestra máxima, que tendría que ir en oro si
tuviéramos escudo de armas” no me des consejos, que se me equivocar yo solo”.
Tu aittite, León
Aureliano, nació en Portugalete, el 10 de febrero de 1955, y según cuenta mi
ama, a media tarde estaba limpiando la
cocina, cuando sintió los dolores del parto, en casa ella sola, y lo que
vendría después. En los dolores comenzó a golpear con la escoba el suelo de la
vivienda para que la asistiera la vecina del piso inferior, gritando ¡Anselma,
Anselma, que viene, que viene!, y cuando apareció Anselma, esta le dijo; ya
viene, ya viene, y mi ama la contestó ¡Ya ha venido! Era su séptimo parto, y seguro que su buen
hacer y cariño permitió que naciera bajo el signo de la buena suerte. De todas
las maneras, aunque no ejercía mi ama de comadrona, cuando esta no podía
atender a un parto por estar en otro lugar, mandaba recado a Vicenta para
asistir en su ausencia, su experiencia era garantía de parto feliz.
De aquella casa
donde nací y hoy desaparecida en la Calle Abatxolo número 9, primero izquierda,
sin luz en el portal, conservo el recuerdo del miedo que de pequeño tenía a la
oscuridad, aquella cocina inclinada, la
maqueta de un barco en la entrada, me viene a la memoria mi difunta hermana Ascensión limpiando la
cocina coincidiendo con el regreso de la escuela, la onza de chocolate con pan,
la merienda de pan con aceite y azúcar, los bocadillos de morcilla, mi tío
Antonio y su perro Sultán, la cama turca, las cucarachas en la carbonera, la
palangana donde nos lavaban, el miedo a meter la cabeza en el agua, el temor a
comer berza, coliflor y habas, la tortilla de patatas en la cena , salvo los
sábados y domingos que era el turno de huevos con patatas fritas, Arantxita
comiendo tierra, el drama familiar cuando desde Francia envían una carta para
que Antontxu haga el servicio militar en aquel país, tantos recuerdos.
Vecinos del barrio como. Eufemia, Encarnita la
Gorda y Encarna la Delgada, Patxi Encinas, los Avendaño, Emiliana, Tasio, Inma,
eta bar. De esta época me acuerdo de las constantes anginas que padecía con los cambios de estaciones, y del palo que te
metían en la boca una vez sacada la lengua, del Ratoncito Pérez y los regalos
que aparecían debajo de la almohada cada vez que se caía un diente. De la épica
pelea que mantuvimos mi hermano Javi y yo a cuenta de que meada había ido más
lejos en la cuesta de la calle del medio, navarrillos puros.
Éramos tantos en casa, que en una cama dormíamos mi
hermana Araceli, Arantxa y yo. Arantxa en la cabecera y yo en los pies, cuando
el tío Antonio falleció y mi hermano Miguelín fue al servicio militar, se
fueron haciendo huecos y pude pasar a dormir con los hombres. Eran tiempos que
el los cortes de agua eran frecuentes,
el calentador un lujo, los aparatos
electrónicos hoy en día tan de uso eran ciencia ficción, la televisión entró en
casa por primera vez cuando Tontxu la compró en el año 1962. Solo había una
cadena la primera en blanco y negro.
De
pequeño, en el barrio pasaba la mayoría del tiempo en casa de Emiliana y Tasio,
donde me daban de merendar, era tanto el cariño que les tenía, que cuando me
preguntaban quien era mi padre, al yo contestar que Tasio, este respondía, ¡no
me jodas Aurelito, no me jodas, tu padre es Patri!
Con tres años fui a la escuela de las monjas
que estaba junto a la parroquia, tan buena pieza era que me ataban a la pata de
la mesa, la cuerda la llevaba yo. Mi aita decía: Vicenta además de pagar nos atan al chiquillo, es que
las monjas ataron a la abuela y continuaron con el nieto. Allí estuve hasta los
cinco años, me harté de hacer calcos con palitos y ceros, quizás gracias a
ello, hoy en día conservo tan buena caligrafía, después pasé a las escuelas
municipales de Abatxolo. También me gustaba ir a la casa de la señora Conce,
puesto que allí vendía caramelos, de paso me quedaba un rato en la chabola del
zapatero remendón que había encima del matadero, allí me sentaba en una sillita
chiquitina que había en la entrada mientras le veía coser y remendar zapatos.
De la época de las
escuelas de Abatxolo hasta el año 1962 que ingreso en el colegio La Salle de
Sestao, me recuerdo de la horrible leche en polvo que nos daban para desayunar,
las visitas al matadero, las carreras por el barrio, al niño que le cambié una
metralleta por un clavo, los cánticos falangistas antes del comienzo de la
clase, la tienda de Santos donde comprábamos las pepitas saladas, la iglesia de
Repélega donde hice la primera Comunión y sobre todo de la primera sanjuanada
en la que metí una patata para después comérmela asada acompañada de un
bocadillo de foigras, las chapas que hacíamos con cromos. Las meriendas
consistían en pan con chocolate Chobil, chusco de pan que una vez quitada la
miga se rellenaba con aceite o nata de leche con azúcar. El embutido salía del
presupuesto familiar.
La peluquería
del Ojillo que tenía un cuadro donde Manolete recibía una mortal cornada por el
toro Islero, mis primeros viajes al lavadero y el olor tan característico del
jabón Chimbo, mi ama yendo de casa al lavadero con aquel balde de cinc en cima
de la cabeza lleno de ropa y con que equilibrio lo mantenía, la vagoneta que
había en la campa del Bar Coruña, las sabrosas morcillas de Edu, y las que me
daban a probar cuando alguna se rompía, sin olvidar sus salchichas, los perales
de su huerta, el conocer que no sabía pronunciar la erre, y los apuros y
vergüenza que pasaba cuando tenía que pronunciar una palabra que la llevaba. En
la mili conseguí con mi esfuerzo a eliminar esta dislexia. La academia
particular de Arantxa donde hacíamos los deberes, la máquina de coser que había
en el cuarto de mis padres, que una vez esta recogida me servía de mesa de
estudio,
Las goitiberas y
las carreras que hacíamos en la cuesta del cementerio. Los viajes de la familia
a la cooperativa de AHV, las navidades y mi primera chuleta de carne. El cambio
de vivienda a la Calle la Vid, casa que en la actualidad mantienen mis hermanos
solteros Ara y Tontxu. Los inviernos fríos pisando los charcos helados. El
ladrillo refractario calentando las sábanas. El gusto por mirar al cielo y
conocer desde entonces las diferentes constelaciones y las diferentes
emigraciones de aves. Las casas rotas
del barrio de Azeta, que posteriormente, ya adulto supe que lo eran por haber
sido bombardeadas en el verano del 37. Los caseríos donde robábamos fruta y maíz,
y a cambio nos llevábamos un perdigón en el culo, o un varazo en la espalda. La
san juanada el 23 de junio era comienzo
de las vacaciones y una disputa por quien hacia la hoguera más grande.
En el Colegio los Hermanos de la Salle, Nuestra Señora de
Begoña, colegio al que íbamos todos los hijos que sus padres trabajaban en AHV,
permanecí hasta el año 1970, no llegué acabar el curso puesto que me expulsaron
el martes 2 de junio de ese año a falta de varias semanas para su fin, los
motivos no ir a misa los domingos y considerarse esto como falta grave. Otros
tiempos. Pero me acuerdo más de ese mes y año porque el domingo siguiente a mi
expulsión, conocí a tu amama Asun, con la que me casé el 8 de enero de 1978
después de 8 años de noviazgo, siendo al día de hoy 45 años los que llevamos juntos.
Fui un notable estudiante,
siempre he destacado en cálculo, matemáticas y la historia ha sido mis
asignaturas preferidas. De esa época conservo la amistad con el tío Emilin, mi
gran amigo. Me acuerdo de las matinales del cine de los domingos, mis hermanas
con sus novios yendo al cine Ideal mientras tanto a los pequeños nos colocaban
en el cine Mar, las manzanas cubiertas de caramelo rojo. Eso sí, antes de la
matinal, se entregaba la ropa que mi ama había lavado en el lavadero municipal,
y los tebeos los comprábamos con el sobrante de la paga.
Los veranos los pasaba
vareando colchones y pescando carramarros en la Punta, bebiendo el agua de la
Canilla, nadando hasta la boya del americano y las competiciones del dique hasta
la Benedicta, las subidas al Serantes en Cornites, el cambio del pantalón corto
al largo. Las vacaciones del verano los pasábamos pescando chicharrillos en el
puerto de Santurtzi, con los quisquilleros de roca en roca, haber si había
suerte y sacábamos alguna eskarra., o algún gorringo. Lo máximo era pescar
alguna nécora o pulpo, y el día que cumplíamos ese objetivo, éramos el
comentario general de la chavalería. También íbamos a la playa de las Arenas,
si era para todo el día con el bocadillo de tortilla de patatas y carne con
pimientos. Recuerdo a mis hermanas con los turnos que imponía mi ama, una
fregaba y la otra recogía, una limpiaba los zapateos y la otra les sacaba
brillo, todo esto con las broncas correspondientes. A mí de adolescente me tocó
bajar al muelle al anochecer, que era cuando volvía mi aita de pescar, le
ayudaba a atar el bote y subir los aparejos y pesca a casa. Más fresca no podía
ser la cena.
En el colegio destacaba
en atletismo y jugando al béisbol, siendo nulo en el fútbol deporte al que no
le tengo pasión alguna. Hubo un momento que los frailes quisieron llevarme a
San Asensio para que me hiciera hermano como ellos, pero la rápida intervención
de mi ama lo impidió, estos eran como una sucursal del Opus Dei. Parte de culpa
en esto la tuvo el hermano Basilio y el hermano Miguel. Durante 8 años fui
andando diariamente desde Portugalete a Sestao, parte de este tiempo con cuatro viajes
diarios, seguro que hay radica mi sana afición de andar y correr. Esta vida
sana ha estado acompañada de la privación del tabaco y el alcohol, los cuales
jamás los he echado en falta. Los sábados por una peseta podíamos ver una
película en el cine del colegio, y yo pocos sábados falté a la cita.
Como mi madre
trabajaba como cocinera en el Bar Paco, la comida nos la dejaba en casa, y nos
enseñó a que todo lo dejáramos como lo habíamos encontrado, limpio y recogido.
Los domingos en casa celebrábamos siempre una boda aunque no supiéramos quien
se había casado. El sábado mi Ama recogía lo aprovechable del restaurante y que
los comensales no habían tocado, traía a casa, croquetas, pollo, carne. También
alguna vez iba a comer a casa de mi hermana Carmen a la que tanto aprecio,
preparaba unos macarrones con chorizo y tomate de chuparse los dedos. Ya se
habían casado, Miguel con Mari Carmen, Vicenta con Paco ya fallecido y Carmen
con José. No quiero dejar pasar por alto el recuerdo de mis dos platos
preferidos: arroz con conejo y las lentejas. Los sábados en casa por costumbre se comía arroz con pollo o
conejo, y los domingos sopa, garbanzos y carne con tomate, el resto de la
semana, alubias, lentejas, macarrones, comida sana. En Navidad en casa siempre
estábamos a la espera que Ama hiciera las pastas y rosquillas, que una vez
guardadas en cajas encima del armario de su habitación duraban al menos un mes.
Llegado a este punto,
mediado de 1970, con 15 años matriculado en la escuela de Minas de Baracaldo
como becario y futuro electrónico de AHV, es cuando hace falta hacer un alto en
el relato para reseñar lo que tanto ha llenado mi vida, el atletismo, la música
de los hermanos Muguruza y Pink Floyd junto a mis salidas a la montaña. Sin
dejar de lado mi gran afición por la
lectura, libros sobre todo de historia, novela negra, y escritores como García Márquez,........
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales
Bonito relato y excelente iniciativa la tuya. Mirando fotos de Sestao, del Colegio La Salle, la he encontrado. En el Curso 63-64, estaba en 3º C, con el bestia de D. Andrés , a D.Jesús Narezo, aunque también "repartía" le tengo especial cariño, porque para mí fue un mentor. A pesar de no ir a su clase en el Colegio, iba a sus clases particulares y fue lo que me salvo de un fracaso escolar por culpa de D. Andrés y no mía.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, hasta hoy no lo había visto, y perdona por el retraso. Un abrazo.
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