sábado, 11 de noviembre de 2023

 

NOVILLADA EN PORTUGALETE 9 DE ABRIL 1893



En la celebración de la Aste Nagusia Bilbao del año 1997 el dibujante, escritor y creador de “Don Celes” Luis del Olmo, bajo el título” El escándalo taurino de Portugalete” publicó en el periódico “Bilbao” un jocoso artículo que hacía referencia a otro publicado ciento treinta años atrás en el periódico Irurac bat.  "Todo ocurrió el día 9 de abril de 1893 en la plaza de toros de Portugalete, porque en aquellos tiempos más o menos felices, la villa jarrillera además de ser una elegante colonia veraniega, tenía su propio coso taurino y fue en este escenario donde el Esparterito y su cuadrilla intentaron lidiar una novillada cuyo final supero con creces al famoso rosario de la Aurora que, según una tradición andaluza, terminó con un reparto extraordinario de farolazos".



Irurac bat el 10 de abril de 1893: -La novillada de Portugalete estuvo a punto de acabar ayer tarde como el Rosario de la Aurora.

Digo, si es que verdaderamente no acabó así. Pero no anticipemos los sucesos.

Presidió el señor secretario del gobernador civil. Ganado de Zapata, de tres años y tres mil reales, según se decía. Cuadrilla de Esparterito, con vistas al convenio de Vergara o cosa por el estilo.

PRIMERO: Tomó siete varas. Paquiro puso un buen par a la media vuelta y otro de frente muy bueno. El Murcia puso medio par a la media vuelta.

Comparece el Esparterito… y se duerme en la suerte. ¿Quién es capaz de enumerar los pinchazos y los descabellos que soltó? Le llama la Presidencia a celebrar conferencia, y en ello salió el SEGUNDO:

             http://mareometro.blogspot.com/2015/01/corrida-inaugural-de-la-plaza-de-toros.html

Este tomó once varas, sino mienten las crónicas. En la suerte de banderillas Esparterito fue volteado, aunque sin consecuencias.

 Vuelta a los pinchazos y a las medias estocadas tirándose desde Gallarta. Se aburre el presidente y manda echar el toro al corral. Si Esparterito se descuida un poco hubiera sido preciso entrar en el chiquero al toro, pero mechado.

TERCERO: Parecía una oveja. No tomó más que tres varas, pero sin detrimento para nadie. Lo banderilla Esparterito, y no del todo mal.

Coge luego los trastos de matar y hay de qué. No se acerca mayormente. Manda el presidente que vuelva el toro al corral, y entonces Esparterito se pica y despacha al bicho, sabe Dios como.

Le llama el presidente y envía al Esparterito a la cárcel.

CUARTO: Sale el toro cuarto y se monta la gran bronca. La cuadrilla, al verse sin jefe se retira del redondel donde quedan solo los piqueros. Por cierto, que uno de ellos fue herido por el toro en un pie.



Crece la bronca. Apenas hay allí quien se entienda. Llueven sobre el redondel botellas y otros comestibles. Sale el cabestro o lo que fuese y se pone a reñir con el toro. El presidente llama al palco a la guardia civil. Se arrojan al ruedo muchos individuos, uno de los cuales es cogido por el bicho, aunque sin consecuencias. Como diría Estrañi:

Desde el descubrimiento del vapor no se había visto un escándalo mayor. Hubo silbidos, fueras gritos y descompuestos, enérgicos ademanes y otra porción de excesos. Y no pasó más, gracias a la misericordia infinita.

Nosotros creemos que la presidencia se precipitó en enviara a la cárcel al espada. Debiera haberle dejado terminar la corrida, mal o bien y proceder después en justicia. ¿Corrida hemos dicho? Lo que fue aquello nadie lo sabe.

A última hora se nos dice que también fueron encerrados en la cárcel todos los individuos de la cuadrilla.

¡Dios nos coja confesados!

 Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales

 

 

 

 

 

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