HARRIAK – LAVADEROS DE BERA
Durante años y hasta bien
entrado el siglo XX, la falta de agua corriente en las casas, obligaba
principalmente a las mujeres a acarrear este elemento a sus viviendas y a su
vez, a que la limpieza y lavado de la ropa se realizara fuera de ellas. En esta
tarea, las mujeres mientras realizaban la colada, realizaban la mayor parte de
su actividad social compartida con sus vecinas y familiares.
En
Bera, en una época no muy lejana, si la vivienda o caserío se encontraba cercano
a una regata, cada familia disponía de
su propia “harria”, una losa plana, donde realizar el lavado, tal y como se
puede apreciar en Eraustea. A veces sucedía que por la lejanía del agua a las viviendas se construían, fuentes, askas, lugares de
colada, “gobada lekua”, como el caso del situado junto al caserío Garmendiko
Borda. En otros casos, el ingenio y el aprovechamiento de un manantial eran suficientes
para realizar este tipo de construcción. Ejemplo de ello se pueden encontrar en
Malausteko borda. O la “harria” se
encontraba como parte anexa a la fachada del caserío, tal y como sucede en
Gorostipalo. Por otra parte, aún quedan vestigios de lavaderos primitivos en
alguna regata de Bera, tal y como se pueden apreciar los restos del construido en
Arano erreka, lugar al que se dirigían mayormente las mujeres de Malet.
En el casco urbano y periferia de los barrios
de Bera y Alzate: en Ola, Trukeneko
borda, Kanttonttiki, Txakurtxulo, y Plaza del Ayuntamiento, así como en el
barrio de Zalain, se pueden encontrar lavaderos que están o en su día estuvieron techados para
proteger de las inclemencias del tiempo a aquellas mujeres que realizaban estas labores de colada todos los
días del año.
Por otra parte, entre los puentes de Ugal zubi
y Mukisu zubi, detrás de los maristas, existieron en su día las piedras en el
río en las que se realizaba el lavado y las campas donde se extendía la ropa
para su secado. La canalización de este tramo del río y con ello la desaparición
de un tramo del canal que alimentaba Errotazar, fueron los causantes de que hoy
no existan restos de aquel pasado reciente. De igual manera ya desaparecidas
son las “harriak” que las mujeres del barrio de Aguerra usaban en el río
Bidasoa.
De estos lavaderos, los localizados en Zalain
y Ola, se puede decir que están en un estado óptimo, siendo el de Ola el que
cuenta con mejor estado de conservación, gracias sobre todo a iniciativas
privadas. A este lavadero en su día se
le realizaron unas reformas, entre ellas el cambio del sentido de su tejado que
ha beneficiado su conservación. El de Truneko borda, tiene pendiente la reforma
de su tejado y el lavadero de Txakurtxulo, sin embargo carece de él. Por otra
parte el lavadero de la plaza del Ayuntamiento, únicamente necesitaría una
limpieza de su entorno para hacer destacar su presencia. Por último el de
Kanttonttiki, estando en la actualidad limpio y curioso, parece ser que en su
día estuvo cubierto.
Una descripción y función de los lavaderos lo
encontramos en un panel colocado en el lavadero de Kanttonttiki“.
“ Beztalde antzina toki hauek
sekula funtzio soziala betetzen zuten emakumeei, lixiba egiteaz gain, herriko
bertze emakumeekin egoteko probezten zutelakoz.
Lixiba egiteko lehenbiziko
etxean, arropa kupel batean paratzen zen arropa hauen gainean oihal bat paratu
eta egur ikatzaz eta erremuaren hostoz bete ondotik, behin ete berriz ur erakina gainetik botatzen zen arropa ongi
garbitu arte. Hau Egin eta arropa garbitokira eramatzen zen eta han
xaboinarekin igurtzi eta urberrituz lixibariakabera ematen zioten.”
Los lavaderos
nacen de la necesidad de proteger arroyos, regatas e incluso manantiales,
ante los abusos que se cometían en ellos con los lavados de ropa. Son lavaderos
de uso público y era obligatorio lavar la ropa en ellos, sobre todo en núcleos
urbanos.
Por otro lado, antaño cumplían
una gran labor social, pues eran también lugar de reuniones, ya que mientras
realizaban este trabajo se relacionaban con otras mujeres. Para realizar la
colada primero en casa se colocaba la ropa de manera ordenada en la cuba y
sobre ella se ponía un trapo donde se colocaba ceniza de carbón vegetal y hojas
de laurel, para a continuación verter agua hirviendo sucesivamente hasta que la
ropa se consideraba lavada. Después esta se llevaba al lavadero donde se
procedía al enjabonado y aclarado”.
En la mayoría de los casos el
jabón empleado era de elaboración propia, a base de mezclar sosa, grasa,
aceites y otros componentes. La función principal de la ceniza no era otra que
la de blanquear la ropa y para conseguir un olor agradable de esta,
indistintamente se usaba las hojas de laurel y otras plantas aromáticas.
Toda esta labor, era ardua y
penosa, remojar la ropa, el proceso de
calentarla, su aclarado y por último el tendido, en la que también había que
contar con el traslado de la ropa al lavadero, en viajes de ida y vuelta, en el
mayor de los casos con los baldes en la cabeza, suponía una de las tareas
domésticas más desagradables y sacrificadas. Por ello, no era raro encontrar
familias que para llevar a cabo estas tareas, contrataran a mujeres lavanderas
que por un módico precio las realizaran.
Desde aquí, un homenaje y
reconocimiento, para todas aquellas mujeres, que a pesar de la dureza de este trabajo,
unidas a otras tareas y usos como blanquear las paredes de las casas, arenar
los suelos de madera, trabajos en las huertas, etc. fueron los pilares de las
familias.
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales.