TOROS EN
PORTUGALETE 24 de AGOSTO 1856
Crónica de la corrida de toros celebrada en la plaza de Portugalete el domingo 24 de agosto de 1856, y publicada en el periódico
"Al trasladar nuestra figura corpórea al vapor Ibaizabal para que este nos pusiese ayer en la villa bulliciosa de Portugalete para ver la función que con el nombre de corrida se daba, nos presumimos cuanto había de suceder y casi desde nuestro retiro pudiéramos haber hecho una reseña de aquella función sin temor de equivocarnos, pero porque pudiera suceder el vernos desmedidos: ¿dónde vas Vicente? dónde va la gente. Vamos a nuestro cuento
La corrida verificada la tarde de
ayer no merece tal nombre. Conceptuamos es casi inútil pasar el tiempo pasar en
describir una función que no ha ofrecido lance digno de apreciarse. Sin
embargo, haremos una ligera reseña.
Estaba anunciado que empezaría la
corrida a las tres y media de la tarde y hasta las cuatro y media no se hizo la
señal de que podía salir al redondel el primer toro; pero el encargado del
toril se encontró con que la llave estaba descompuesta, y merced a un hacha se
franqueó la salida al Cerero (que este era su nombre).
Los aspirantes a picadores le
rasgaron el pellejo vez de picar, los chulos clavaban los palos en la tripa, brazos y donde Dios les dio a entender, y el espada Benito Abasolo “Vinagre”,
tuvo la serenidad de estarse media hora para no hacer nada, fastidiando al
público y a la autoridad que oportunamente ordenó volvieran el toro a su jaula
perdonándole la vida. La misma escena pasó con el segundo que también salvó la
vida, y tocaba salir al tercero cuando vemos que en su lugar quería hacerlo uno
de los ya corridos, y a fuerza de tiempo saltó a la arena el que por su turno
correspondía, que también fue pinchado de malísima manera y peor banderilleado.
Vinagre se portó con este, porque
mal o bien le envió a la eternidad, aunque con ayuda del público que desde los
tendidos le clavaba la espada a fuerza de palos que descargaban sobre el puño.
Ya estaba el cuarto en la lid que fue el héroe de la función. Lancero
era su nombre bien puesto, voluntario, pero sin fuerza. Tomó algunas varas y
dio varios revolcones a los jinetes consiguiendo matar dos caballos que hasta
entonces habían sostenido la lucha de los tres primeros toros sin recibir
lesión alguna.
Después de banderillearle con
mucho miedo se quitó los zapatos el espada y al observar que lo hacía con
objeto de capearlo el público significó su disgusto con un silba general y Vinagre
se calzó sus chinela, más sin duda le estorbaban demasiado y volvió a
quitárselas al coger el estoque, cuya medida fue muy acertada, aunque impropia,
pues vimos que lo despachó de una y media buena estocada que solo la atribuimos
a la casualidad. No obstante, el público pidió que le dieran el toro y el señor
Presidente tuvo por conveniente acceder a ello. En resumen, los toros eran
novillos malos, y los lidiadores lo hacían mal a porfa, pero no por esto el
público dejó de divertirse porque se vieron cosas nuevas y con gracia.
Deseamos a los empresarios sean tan felices en la venta de billetes el domingo próximo".
Benito
Abasolo (Vinagre), era a
veces banderillero y otras matador de toros, jefe de cuadrilla que, hacia
excursiones por pueblos y provincias, donde procuraba cumplir lo mejor que
podía. Llevaba ya bastantes años toreando, era más conocido en la provincia de
Madrid y limítrofes que en otras, y creíamos que había llegado hasta donde
podía un hombre de su condiciones, pero dejó la espada por el sable. Se hizo
militar, y defendiendo una mala causa llegó a capitán de las contraguerrillas
de Vizcaya en la última guerra civil.
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales.
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