Juan Cueto, Bera
sucesos octubre 1925
Al poco tiempo de los sucesos sangrientos que ocurrieron
en Bera en octubre del año 1924, donde
parte de las víctimas fueron sometidas a dos procesos, uno sumarísimo y otro
ordinario, instruidos por el Juzgado Militar de Pamplona, Juan Cueto es
trasladado a dicha población como responsable del puesto de carabineros.
Al poco de llegar, octubre de 1925, sorprende a una cuadrilla
de policías, capitaneados por el célebre Fenoll, en la tarea de organizar un
despanzurrante complot comunista. Tras la oportuna denuncia de estos hechos, es
nuevamente trasladado de Bera en abril del año 1926, siendo aquella desatendida en todas instancias
gubernamentales, y por todo ello es juzgado en Consejo de Guerra, en un proceso
que duró cerca de dos años, como autor de la denuncia, sin entrar en la
veracidad del relato, y condenado posteriormente a dos meses y un día de
prisión correccional.
El propio Juan Cueto se encargó personalmente de distribuir y
repartir en una tirada de dos mil ejemplares impresos, la siguiente denuncia a
todos los periódicos, Casas del Pueblo, casinos, círculos de recreo, etc. de
toda España. Siendo los últimos envíos los dedicados a Martínez Anido y a Primo
de Rivera. De esta situación, los mayores apoyos que recibió el capitán Cueto
fueron, de la prensa extranjera y de los emigrados españoles, que aparte de
palabras de aliento, le recomendaban que tuviera cuidado con los pistoleros, y
que por lo tanto se expatriara.
Declaración de Juan Cueto, capitán de carabineros
que mandó la compañía de Vera de Bidasoa de septiembre de 1925 a abril de 1926.
“He recibido un recorte del Sud Ouest, de Bayona, con la información relativa a las fechorías
de unos policías pistoleros en la frontera de Navarra, distrito de Vera. No sin
sorpresa y emoción, he visto que se me cita con el nombre y empleo, como prueba
de veracidad del relato. Luego he recordado haber leído, hace dos o tres días,
una nota oficiosa en que el Gobierno desmentía esta información del Sud Ouest, copiada también en el Quotidien. Ante estos hechos, no puedo
ni quiero desoír la voz íntima que me manda salir gritando, por encima de toda
censura lo siguiente:
El artículo Les
proscrits dÉspagne et les menées policiers espagnols, del diputado por
Bayona monsieur Garat, es, salvo errores de detalle secundario, exactísimo en
su fondo, por lo menos, en los hechos, que dice que pueden ser corroborados por
mí. Es verdad increíble verdad, todo eso de que una banda de diez o doce
policías y pistoleros compraron en Francia, a principios de octubre del año
pasado, dos cajas de pistolas; subieron con ellas a buscar la línea fronteriza
por el monte Larún; atronaron los bosques con un formidable tiroteo en la noche
del 10; terminada la batalla, durmieron tranquilamente en una borda de ganado,
y al día siguiente, domingo 11, bajaron al pueblo dispuestos a trasmitir un
parte napoleónico de su “encuentro con una numerosa partida de comunistas que
habían logrado ganar la frontera”, no sin perder en su huida de dos cajas que,
abiertas, se vio que estaban llenas de pistolas.
Los carabineros de servicio habían acudido alarmados al
tiroteo nocturno del día 10 e inquirido sus causas. Los policías contestaron
diciendo que se trataba de un ejercicio recreativo de tiro y ensayos de
orientación para un servicio importante que tendrían que realizar muy pronto.
También después, en la madrugada del 11, salieron mis
subordinados al paso del grupo portador del botín de armas. Cumplieron con su
deber mis hombres en cuanto buenos vigilantes. Acaso se les pueda echar en cara
el no haberse opuesto desde el primer momento a los grotescos planes de la policía
o el no haberles sabido adivinar, pero en su defensa hay que alegar que los
policías traían y exhibían a cada paso como un talismán una orden sellada y
firmada por el propio director de Seguridad, (no por Martínez Anido, como dice
Garat) en que se les autorizaba para requerir el auxilio y la colaboración de
la Guardia Civil y Carabineros.
Al llegar yo a Vera de Bidasoa, en las últimas horas del día
11, recibir de un teniente mío el parte verbal de los sucesos y oír el rumor
que corría por el pueblo de una segunda intentona comunista (que la verdad,
casi nadie tomaba en serio), mandé llamar al más caracterizado de los policías,
que era el alto jefe de la Dirección, señor Fenoll. Este me hizo la inverosímil
confesión que (monsieur transcribe con bastante fidelidad) de que aquel
simulacro de aprehensión de armas era un servicio delicadísimo y de alta
política inspirado por el mismo Gobierno, que deseaba tener una base en que
apoyar una reclamación a Francia para que las autoridades de este país atasen
en corto a los emigrados revolucionarios españoles, y me pidió mil perdones por
no haber solicitado previamente mi colaboración.
Di parte de todo ello a mis jefes, y supuse, naturalmente,
que al llegar a Madrid el traslado de mis escritos, la Dirección de seguridad
se apresuraría a abrir una información seria y a meter en la cárcel a aquellos pobres diablos que tal uso hacían de
los salvoconductos, de los automóviles y de las motocicletas que el estado
había puesto a su disposición con esplendidez insólita y digna de mejor empleo,
y que, además, tenían la avilantez de echar el muerto de sus fechorías al
propio Gobierno…. Supuse esto; pero al ver que de Madrid, no se recibía
instrucción alguna ni se me pedía la ratificación o rectificación de mis escritos (consabido trámite inicial),
empecé a sospechar que acaso eran verdad las atrocidades que me había confesado
el más caracterizado de los pobres diablos. ¡Qué vergüenza!...Anonadado por el
peso de esta sospecha, acudí con mi bagaje de tristezas a don Miguel de Unamuno
y se lo conté todo, autorizándole a dar mi nombre si alguna vez lo creía
necesario para garantizar la autenticidad de esta historia inverosímil. (Seguramente
no es el señor Unamuno el que ha dado mi nombre a monsieur Garat. Ignoro quién
pueda ser ese espontáneo a quien monsieur Garat escuda con el anónimo para
evitarle represalias. ¿Estará, acaso, más expuesto a ellas que yo, militar en
servicio activo? No lo digo de queja, sino de explicación del estilo de la
información; de sus pequeños errores y de mi sorpresa).
Procedan de donde procedan, el caso es que las noticias del
artículo son ciertas en cuanto al incidente de frontera. En cuanto a si ese capítulo
de novela picaresca fue original de los actores o soplado desde altas esferas
de Madrid, si alguna duda me quedaba, me la quita la nota oficiosa en que el
Gobierno, cerrando los ojos dice: mentira, mentira. Si todo eso fuese mentira y
el Gobierno estuviese limpio de toda injerencia, ¿dónde estaría a estas horas
ese capitán español, cuyo nombre se da garantía de verdad?.
En una palabra, el Gobierno, al asegurar que miente monsieur
Garat, dice que miento yo, que he dicho, digo y seguiré diciendo, poco más o
menos, lo que dice monsieur Garat.
¿Por qué será entonces que no se me pide una retractación de
esas mentiras que escribí primero en papel de oficio y con la debida reserva;
que luego he ido vertiendo confidencialmente y que ahora quisiera publicar a los
cuatro vientos para curar de su ceguera a mi país? ¿ Por qué será?.
Dicen que acorralado el avestruz esconde la cabeza para que
así sea mentira el acoso de sus perseguidores. Sin duda, nuestro avestruz está
en las últimas. Así sea.
Así sea. Amén, amén. Lo imploro ansioso de libertad y
llorando de ver rotos- ¡tenía que suceder con este régimen hipócritamente
carlista!- los lazos de toda disciplina y, sobre todo, de la militar. Deseo
para mi país toda la libertad civil necesaria para que a los hombres no nos
duelan las ligaduras de una disciplina, por dura que sea, aceptadas haciendo
precisamente el más precioso uso de nuestra libertad.
Españoles; meditad sobre estos sucesos de Vera. Sobre éstos y
sobre los otros sangrientos de hace dos años. Meditad sobre quién pudo ser el
instigador de aquellos desgraciados que, o fueron agarrotados después de una
absolución legal, o se pudren en la cárcel de Pamplona esperando el fin sin fin
de su proceso.
¡Viva la libertad! ¡Muera la tiranía! ¡Viva la disciplina;
esta disciplina que mure a manos de los detentadores de la libertad!-
Juan Cueto.- Repartid
estas hojas. Reimprimidlas. Propagar su texto.
Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales
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